Héctor Rodriguez Espinoza

Universidad, filosofía y justicia 2021

Universidad de La Habana, Cuba.

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I.- ALMA MATER EN EL MUNDO CLÁSICO. El alma es la parte inmaterial del ser humano que es capaz de sentir y pensar y que, con el cuerpo o parte material, constituye su esencia. Se mueve por la moral, por los sentimientos y por los afectos y se opone a la parte mental o racional. Según algunas religiones, el alma es inmortal.

Los pensadores de la Grecia clásica le daban tanta importancia, ¿por qué?, porque era considerada un elemento constitutivo del hombre, por la cual podía entender y experimentar el mundo que lo rodeaba. No obstante las diferentes posturas, todos ellos acuerdan que el alma es algo incorpóreo y substancial: es el principio de toda vida.

Existen dos posturas generales, las que dicen que está separada del cuerpo y aquellos que la consideran como parte del mismo. Sin embargo, esta discusión no es tan importante, ambas afirman su existencia; y se agrega que pertenecería a otra realidad independiente del cuerpo, mientras otros dicen que es de esta realidad material.

Tales de Mileto. Si bien no habló directamente del alma, decía que todo estaba lleno de dioses, que representarían una especie de energía en el ambiente, el alma era una especie de energía que movía las cosas.

Anaxímenes y Diógenes de Apolonia. Sostenían que el alma era en realidad aire, porque en el aire veían el principio de las cosas.

Empédocles. El alma era un espíritu encerrado en un cuerpo, castigada por seguir el camino de la discordia. Una vez que encuentra la amistad o la concordia, esta alma era liberada.

Pitagóricos. El alma era una especie de armonía, tal y como lo son los números.

Heráclito. Era el mismo fuego, ya que veía en él no sólo el principio de la vida (todo lo que es cálido se supone que tiene vida), sino que del Universo.

Demócrito. Estaba formada de átomos que penetran en el cuerpo y así se puede mover.

Platón. El alma es la causa de la vida e inmortal, ya que es esencialmente viva, y lo contrario a la vivo es lo muerto.

Aristóteles. Le atribuye principalmente un poder psíquico, además de ser la gran sustancia del cuerpo. También sería el acto y no la potencia lugar que le corresponde al cuerpo; el alma sería la actividad del cuerpo, lo comandaría como ente para que se mueva o realice cualquier otra opción. El cuerpo tiene como inherencia el alma y el alma también con el cuerpo.

Epicuro. El alma sería la conjunción de los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire. Además, como atomista, aseguraba que el alma, a pesar de estar dotada de pequeñas partículas, también tenía su relación con las sensaciones, aunque también reconoce su independencia del cuerpo.

Estoicos. El alma sería una especie de fuente de inteligencia donde se informan todas las sensaciones que los sentidos ejecutan. Sería una especie de cuerpo dotado de aire y fuego, el pneuma aristotélico.

Todos trataron de hacer lo que Alberto Magno hizo en su obra »sobre el alma»: tratar de alcanzar un concepto. Sin embargo, bajo todas estas definiciones dadas por los filósofos antiguos, será difícil alcanzar una adecuada.

Si el alma está separada o no del cuerpo es una discusión interesante y que podría durar décadas.

II.- La locución latina Alma Mater sólo se aplica a las Universidades y su significado concreto y preciso de madre nutricia es referido a los más altos Centros docentes.

En la mitología griega, Atenea era una diosa guerrera, se le conferían los dones de la estrategia, ciencias y la habilidad. Nacida de Zeus, las historias sobre su nacimiento señalan que surgió de la cabeza de éste, ya adulta y completamente armada. La historia principal cuenta que Zeus se tragó a su madre y luego Hefesto abriría su cabeza de la cual brotó Atenea.

Atenea es una de las deidades más respetadas y adoradas de la antigua Grecia, representaba las causas justas y la sabiduría. Todo lo contrario a su hermano Ares, quien representaba la violencia y la barbarie, una de sus deidades principales y parte de los 12 dioses Olímpicos.

Alma Mater es el nombre dado a una escultura de la diosa Atenea, realizada por Daniel Chester French y situada en los escalones exteriores que llevan a Low Memorial Library en el campus de la Universidad de Columbia en Nueva York, inaugurada en 1904.

En 1919, un escultor checo radicado en La Habana, Mario Joseph Korbel (Osek, 1882-USA 1956), realizó un Alma Mater de bronce, colocada frente a la entrada a Rectoría en la colina universitaria, fundada el 5 de enero de 1728 por los frailes dominicos, una de las más antigua de esa República y de América. Simboliza a Palas Atenea o a Minerva, diosas de la sabiduría en la mitología griega y romana, respectivamente. Utilizó, como modelos, para la cabeza y rostro, a una jovencita de 16 años, y para el cuerpo, a una criolla mestiza de más edad. Fue colocada sobre un pedestal y base de piedra y cemento, sitial con bajorrelieves alusivos a las distintas ramas del saber, representadas simbólicamente por esbeltas figuras de mujer, de perfil griego y noble porte, que llevan en sus manos algún objeto que indica la rama de la ciencia que personifican: la Botánica en unión de sus compañeras la Medicina y farmacia; las Leyes y una figura con una lámpara votiva en sus manos, que bien pudiera representar la Filosofía; se aprecian las letras y una  figura con un objeto indiscernible en sus  manos, en forma de línea curvada sostenida por rectas dispuestas en zigzag, quizás alusiva al arte de edificar.

III.- JOSÉ ENRIQUE RODÓ (1871-1917). ¿Qué pensador relativamente moderno nos acerca a los principios y valores de la antigüedad clásica? El filósofo uruguayo escribió su delicado ensayo Ariel, de impacto considerable en Uruguay y en América Latina durante las dos o tres décadas que siguieron a su publicación en Montevideo en febrero de 1900. Su llamado a una vuelta al idealismo y a renovar los vínculos con la tradición del mundo clásico, representada sobre todo por Francia, acompañado por el aviso sobre el peligro que percibía en la creciente dominación del modelo utilitario de los Estados Unidos en el continente, proceso que famosamente apodó nordomanía. En este rechazo de lo meramente útil, proponía el papel de los intelectuales en la construcción de la identidad latinoamericana.

Ariel -dice Gustavo San Román– es un largo discurso de despedida por parte de un maestro, apodado Próspero, cuyos alumnos representan la juventud de América Latina a quien el libro está dedicado. Próspero habla ante la mirada de una estatua de Ariel, el símbolo shakespeareano usado por Rodó para transmitir los ideales de belleza y sabiduría del mundo clásico, «la visión griega de la vida», que los discípulos deben tener en cuenta a la hora de enfrentarse a los asuntos del mundo.

El discurso está dividido en seis partes. La primera sobre la necesidad de canalizar el entusiasmo juvenil bajo la inspiración de altos ideales; la segunda recomienda a sus discípulos que se cuiden de la especialización prematura, pues tiende a conllevar el olvido de otras fases esenciales de la personalidad; en su lugar, deberán encontrar siempre espacio para practicar el ocio meditativo de los antiguos, en medio de las vicisitudes de la vida cotidiana. La tercera argumenta que la belleza y el bien son fuentes equivalentes de inspiración para el comportamiento de los hombres; esta «estética de la conducta» lleva a prevenir disparidades indeseadas como las que se notan en el arte frívolo o en el adusto ascetismo, donde una de las dos dimensiones predomina sobre la otra. La cuarta critica la escuela del utilitarismo, según la cual toda acción humana debe apuntar primordialmente a la obtención de resultados prácticos. Próspero evalúa la propuesta sugerida por algunos intelectuales de la época, entre los que se destaca Ernest Renan, en el sentido de que la democracia implica mediocridad generalizada; la postura de Próspero es defender la democracia, pero al mismo tiempo propone que la organización social debe ser tal que los individuos puedan realizar plenamente sus aptitudes. Aquellos mejor dotados por la naturaleza llegarían a asumir posiciones de liderazgo. La quinta se concentra en los Estados Unidos donde, al ver de Próspero, las metas utilitarias parecen dominar en perjuicio de las actividades desinteresadas del arte y la moral, aspecto especialmente relevante ya que se nota un preocupante auge de la nordomanía entre los latinoamericanos. Luego de reseñar los aspectos más positivos, y sobre todo las limitaciones del sistema del norte, Próspero sugiere que los latinoamericanos deben buscar su inspiración y sus raíces en una tradición clásica que puede rastrearse a Roma y Grecia. La última se vuelca hacia el estado contemporáneo del subcontinente, cuya frágil identidad debe confrontar los dramáticos cambios que estaban llegando con la inmigración en masa y la modernización económica. Sus últimas palabras retornan a Ariel, figura que Próspero desea se imprima en las mentes de las generaciones futuras y sirva de inspiración de «idealidad y orden en la vida; noble inspiración en el pensamiento, desinterés en moral, buen gusto en arte, heroísmo en la acción, delicadeza en las costumbres».

Una reseña anónima cita varios pasajes de la sección sobre Estados Unidos: la falta de un ideal de belleza y de conocimiento profundo; la amenaza que la hegemonía del nuevo materialismo del oeste estaba ejerciendo ante los ideales de la costa este, todavía vinculada con las tradiciones europeas; el ciego rechazo del trabajo de «tres mil años» de la civilización occidental a favor de la «fórmula Washington más Edison». La última oración de la reseña, «él fue siempre un hombre del Mediterráneo, y un pensador del Mediterráneo es siempre digno de la atención de los lectores ingleses», resume sutil -aunque quizás inconscientemente- la propuesta de Rodó en cuanto a las ventajas de una tradición latina de idealismo sobre una anglosajona de utilitarismo que, por lo menos en el caso de los Estados Unidos, ha ido demasiado lejos.

IV.- AMOR DE MADRE. UN BELLO PASAJE. En Ariel -nos enseñaba el Maestro Amadeo Hernández Coronado– relata que una novia le puso como condición a su pretendiente que, para aceptar darle su amor, le trajese, en una bandeja, el corazón de su madre. El enamorado, ni tardo ni perezoso, asesinó a su progenitora arrancándole el corazón, se lo llevaba a su novia corriendo y fue tal su prisa que tropezó, cayó al suelo, el corazón rodó pero alcanzó a preguntarle a su vástago, trémulamente: – “¿Te has hecho daño, hijo mío?”

Dr. Eduardo García Máynez (1908-1993)

V.- NUESTRA ALMA MATER Y EL 15 DE MAYO. El pasado 10 de mayo acentuamos el amor a nuestras madres biológicas; pero también el amor a nuestras madres del alma, del espíritu, nuestra Alma Mater. ¡Qué triste que, temporalmente ora por sus huelgas y ahora por la pandemia, sus cursos en línea impiden que “Todo lo ilumine”, como lo evoca su escudo. También deprimente coincidencia es que los recintos de nuestra Alma Mater hayan estado cerrados esta fecha, en que en el país se festeja a los maestros. 

VI.- Todos tenemos la gratitud a uno o pocos más de maestros favoritos. Los míos son, en el ámbito artístico, la pedagogía musical y patriótica del inolvidable director de nuestra banda de música, Mayor Isauro Sánchez Pérez (1887-1974). En el campo jurídico, la estatura social y humanista del Dr. Mario de la Cueva (1901-1981), la filosofía del Dr. Eduardo García Máynez (1908-1993) y la mística y ética del Dr. Carlos Arellano García (1932-2011). A los cuatro les he dedicado mi homenaje permanente -léalos- en mi portal: www.hectorrodriguezespinoza.com

VII.- DÍA DEL MAESTRO. OTRO RECORDABLE PASAJE DE EDUARDO GARCÍA MÁYNEZ. El eminente jus filósofo nos dijo, en recordada ceremonia de 20° aniversario de nuestra escuela de Derecho, un 3 de noviembre de 1973, estas palabras que son oro en polvo:

“Quienes frecuentamos, entre 1925 y 1930, las Facultades de Jurisprudencia y Filosofía, tuvimos muchos buenos profesores y dos grandes maestros, en la más grande acepción de esta palabra: Antonio y Alfonso Caso. La diferencia entre ellos y la mayoría de nuestros catedráticos era, precisamente, la que separa a estos dos términos: maestro y profesor. El profesor es para el alumno la persona que cumple, con mayor o menor acierto, su función académica específica y nada más; el maestro, en cambio, no únicamente enseña, también educa. La acción de aquel se desenvuelve y concluye dentro del marco estrecho de la asignatura y el aula; la de éste rebasa tales límites y proyecta su influencia formadora sobre el horizonte total de la existencia del discípulo. El profesor transmite conocimientos, el maestro hace pensar, es guía para la vida y suscita vocaciones y entusiasmo. De ahí que, a la diferencia entre profesores y maestros corresponde, en el polo opuesto, una distinción paralela entre alumnos y discípulos, pues el profesor tiene alumnos, en tanto que el maestro, quiéralo o no, pronto se ve rodeado por un grupo, más o menos grande, de fieles seguidores”.