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Al grito de Fuerza México, el país saca la casta

En medio del dolor y la destrucción, la gente se vuelca a las calles en eso que el diario francés Le Figaro ha llamado “Una solidaridad excepcional”, el diario español El País tituló “La solidaridad que mueve escombros y rescata niños” y el New York Times resumió en “Una noche de brazos levantados en México”

Por Imanol Caneyada

México carga tantos estigmas que es difícil no escapar de ellos cuando nos miramos al espejo. Corrupción, impunidad, apatía, falta de unión, violencia de género, racismo, desigualdad…

Cualquier día antes de los fatídicos terremotos, si nos hubieran pedido describirnos como sociedad, no dudaríamos un segundo en echar mano de estos calificativos.

Pero de pronto tiembla la tierra y la naturaleza nos pone a prueba.

A los minutos de terminar las brutales sacudidas, en medio del dolor y la destrucción, espantados aún, aterrados, los mexicanos salen a las calles y un grito comienza a recorrer los escombros: fuerza México.

Pasó en el 85.

Ha vuelto a pasar ahora.

A tal grado que la prensa internacional, esa misma que cotidianamente informa sobre los otros desastres que nos aquejan producto de la mano del ser humano, ha tenido que rendirse a este fenómeno solidario complejo de explicar, como todo en este país.

El periódico francés Le Figaro daba cuenta de ello con este titular: “Una solidaridad excepcional”; el rotativo español El País se hacía eco con este otro: “La solidaridad que remueve escombros y rescata niños”, y el New York Times lo ilustraba así: “Una noche de brazos levantados en México”.

Son ejemplos, unos pocos, del homenaje mundial a esa corriente extraordinaria que contagió a la gente de todo el país y que a través de las redes sociales trataba de ser útil, de hermanarse en el dolor, de ayudar, como sea, donde sea, cuando sea.

El escritor y periodista Iván Farías, no bien habían pasado un par de horas del temblor, escribía lo siguiente:

“En uno de los edificios colapsados (en Laredo, entre Nuevo León y Ámsterdam) un tipo escuchó un grito. Tres desconocidos se subieron a una cornisa y el más valeroso se metió al hueco, de donde asomaba una cama. ¡Hay alguien!, gritó.
Como si toda la gente se hubiera puesto de acuerdo, hicieron una cadena humana. El valiente se metió entre los escombros y pidió algo para sacarlo. Sabe de dónde salió una camilla y se la dieron. Primero rescataron a un perro, que entre todos lo llevaron hasta el piso. Luego el valiente pidió ayuda y tres más se subieron. En la camilla sacaron a una mujer.
¡Cómo chingaos no llorar al ver eso!”

¿Y cómo explicarlo?

Cómo explicar que millones de mexicanos en todo el país, a través de las redes sociales, crearan una enorme cadena humana virtual para informar de gente desaparecida, centros de acopio, cuentas bancarias de instituciones y asociaciones civiles involucradas en el rescate; ofrecían grúas, transporte gratuito, sus casas como albergue, consejos útiles, esperanza, aliento a los héroes anónimos.

Cómo explicar que en toda la República, a las pocas horas, se multiplicaban los centros de acopio en plazas, parques y cafés, además de los institucionales, mientras en los lugares afectados, la gente, sí, la gente, organizada o espontáneamente, sangraba de las manos removiendo escombro y arriesgaba su vida para salvar otro vida.

El veterano reportero de guerra y excepcional escritor de origen argentino, Ricardo Bardini, contaba lo siguiente:

“Sin electricidad, sin teléfono, sin señal de internet. Ahora estoy en un ciber. No hay transporte público, los semáforos no funcionan (y los funcionarios, menos). La policía, ausente. Los civiles dirigen el tránsito. Anoche fui con mis hijos a Plaza España a dar una mano a un centro de acopio y distribución de agua, alimentos, mantas y medicinas, a descargar lo que llega y cargar lo que se va a las zonas afectadas. El ejército y Defensa Civil organizan. La gente común hace cadenas de carga, descarga y clasificación. Muchos jóvenes, chicos y chicas, clasemedieros unos y humildes otros, hombro con hombro, cansados, agotados, sin rendirse. Mis hijos —que en casa no lavan un vaso o una cuchara si no se les pide— se contagiaron de ese espíritu, de ese ejemplo, y no querían volver a casa. Esta mañana me pidieron regresar y allí volveremos. Son mexicanos. Son como lo mejor que tiene este país: la gente de a pie, la que siempre, siempre, siempre, en circunstancias difíciles, se hace presente, se hermana y se transforma en una sola mano solidaria”.

Mientras tanto, en twitter, alguien ponía:

«Amigos, afortunadamente la ayuda está llegando a Jojutla pero si siguen saliendo hacia allá van a colapsar las vías de transporte. Nos toca movilizarnos a otros municipios. Nos llegan reportes desde Tlayacapan, Zacatepec, Axochiapan, Tetecala y Coatetelco. Hagamos red para saber qué necesitan e ir a esos lugares también.»

En una de las zonas de desastre más dolorosas, epicentro de la tragedia, el Colegio Rébsamen, en la colonia Prados Coapa de la Ciudad de México, era tanta la gente que se ofrecía como voluntaria que hubo un momento que las autoridades tuvieron que cerrar los accesos.

En otro punto, la gente, sí, la gente, cantaba el Cielito Lindo mientras apoyaba en labores de rescate a los elementos del Ejército mexicano.

Y en un país tan ruidoso como el nuestro, cuando se pedía silencio para escuchar los gritos de auxilio de los atrapados entre los escombros, la gente, sí, la gente, callaba con el puño en alto para indicar que todos lo hicieran.

Cómo explicar que en Sonora, tan lejos del centro y sur del país, tan de espaldas al resto de México, la gente se instalara en las plazas para improvisar centros de acopio y transformara sus negocios y casas en almacenes de comida, medicamento, ropa, productos de limpieza.

Cómo explicar la labor de los medios de comunicación, tan cuestionados siempre por vendidos, por callados, que no dejaron de trabajar ni un minuto tratando de proporcionar información veraz, seria, fiable, para que no cundiera el pánico y los vivales, los sin escrúpulos, que los hay, por supuesto, no sacaran provecho de la situación.

¿Cómo explicarlo?

Los expertos en el análisis del comportamiento humano tendrán que hacerlo; por lo pronto, el dolor profundo, indescriptible, que provocan las cifras que salen a la luz ha encontrado un pequeño consuelo en un grito:

Fuerza México.

Grupos de rescate, pero sobre todo ciudadanos se unieron en los trabajos.
Las labores de los cuerpos de rescate han sido ejemplar muestra de heroicidad.
Un elemento del Ejército trabajando en remoción de escombros en vivienda.
De entre los escombros fue rescatado este hombre.
El Colegio Rébsamen colapsó dejando 19 niños sin vida.