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Alerta especialista sobre desórdenes alimenticios contemporáneos

Las personas que padecen ortorexia y vigorexia, sobre todo los adolescentes, es muy probable que no se den cuenta de ello, por eso los familiares, los amigos, los compañeros y los profesores debemos estar pendientes del comportamiento de nuestros jóvenes, señalaron especialistas en alimentación.

Al desarrollar el tema “Ortorexia y Vigorexia: trastornos de la conducta alimentaria del Siglo XXI”, las académicas María Esther Orozco García y Norma Violeta Parra Vergara coincidieron en que se debe cuidar la alimentación, sobre todo de la población adolescente, además del ejercicio para cuidar que no se vayan a los extremos y no se presenten estos padecimientos contemporáneos.

Invitadas recientemente al programa “Alimentación, problema de nuestro tiempo”, producido por el Departamento de Investigación y Posgrado en Alimentos y transmitido por Radio Universidad, establecieron que mientras que la ortorexia tiene que ver con el consumo de alimentos sanos, la vigorexia es reflejo de la percepción que tiene la persona de sí misma y del pánico que se le tiene a la llamada epidemia del siglo XXI: el sobrepeso y la obesidad.

“En ocasiones llegamos a pensar que la ortorexia es una conducta correcta porque se basa en el consumo de alimentos considerados saludables, pero en realidad se trata de una obsesión patológica que puede llevar a la desnutrición; incluso, a la muerte”, indicaron las docentes adscritas al DIPA.

Por otro lado, manifestaron que la vigorexia –denominada también “anorexia inversa”– es la preocupación desmedida por obtener musculatura y está asociada con el consumo de otras sustancias; se caracteriza por una alteración de la imagen corporal, por lo cual las personas se creen más débiles y pesadas de lo que son.

Agregaron que ambos padecimientos deben ser tratados por sicólogos o, en su caso, siquiatras, aunque también pueden intervenir especialistas en nutrición, pues quienes padecen ortorexia dejan de comer carne y grasa, y no consumen alimentos que tengan pesticidas o algún compuesto químico que interviene en su producción, lo que llamamos alimentos orgánicos, subrayaron.

Dijeron que el rechazo al consumo de estos alimentos los lleva a aislarse socialmente, porque dejan de ir a la casa de sus familiares o amigos, inclusive a las reuniones, por temor a tener que consumir algún alimento de los que estas personas no comen. “Hay ocasiones –detallaron– en que personas que padecen de ortorexia llegan a las reuniones y lo único que toman es agua, y el agua que ellas mismas llevan”.

Hay que tener mucho cuidado, añadieron, porque en estos casos la alimentación se convierte en una preocupación recurrente, los afectados pasan mucho tiempo pensando en lo que van a comer y sintiéndose culpables si no consumen lo que consideran adecuado, “y al no comer carnes, grasas o alimentos no orgánicos impiden la ingesta de algunos nutrimentos necesarios para el cuerpo”, mencionaron las invitadas a la emisión radiofónica.

Al retomar el tema de la vigorexia, indicaron que existe el supuesto aristotélico de que mientras más ejercicio practique el individuo, más sano está, “pero debemos de recordar que los excesos hacen daño, incluso en el ejercicio, y cuando éste se vuelve excesivo (más de tres horas al día en una persona que no es atleta de alto rendimiento) provoca que el vigoréxico abandone sus obligaciones primarias por irse al gimnasio”, apuntaron.

La consecución de un cuerpo deseado se convierte en una meta imprescindible para ser feliz, dijeron, y agregaron que hay estudios que señalan que un 10% de los hombres que acuden al gimnasio pueden presentar este síndrome. “No todos los culturistas lo padecen ni es exclusivo de los hombres, aunque su prevalencia es mayor, y la edad más frecuente de aparición es entre 18 y 35 años”, precisaron.

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