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¿Cómo olvidar tantas revueltas?

Por Franco Becerra B. y G.

Los seres humanos experimentan situaciones límites que lo fortalecen o lo destruyen.

Una de ellas es la experiencia carcelaria, aquella donde el castigo es la privación de la libertad, en otras palabras: la penosa restricción de la movilidad.   

Hoy me referiré a personajes que cruzaron por la crueldad de la prisión, donde el  tiempo corre lento y te ofrece la oportunidad de pensar, y si aquel preso que piensa tiene además el don de la palabra escrita, pues digamos que “vamos en caballo de hacienda”.  

Don Miguel Cervantes de Saavedra estuvo recluido durante cinco años en Argel, fue entre las rejas que el genio encontró el diálogo interior que suele acompañar a la introspección.  

Habrá que agradecer a la cárcel africana, porque en sus oscuras mazmorras se engendró El Quijote, la obra Everest de las letras españolas.

Recordemos ahora a un mexicano que tuvo como prisión una isla, atado a las cadenas del despiadado oleaje de un mar embravecido.

Una vez más, gracias a la reclusión surge parte de la obra de José Revueltas, pues en el rigor del penal federal de las Islas Marías, escribió su libro “Muros de agua”.

Años después Revueltas, el intelectual de Santiago Papasquiaro, considerado como un marxista sin partido, fue acusado de influenciar al Consejo Nacional de Huelga del Movimiento estudiantil de 1968, por lo que estuvo preso en el Palacio de Lecumberri por dos años y medio, donde escribió “El Apando”, uno de los relatos más desgarradores de la literatura mexicana contemporánea.

Por otros motivos, igualmente excesivos pero muy propios de la época, José Agustín el más destacado escritor de la Literatura de la Onda, fue un interno más del Palacio Negro de Lecumberri, dolorosa influencia que se refleja en su apasionante libro “El Rock de la cárcel”.

En nuestras cárceles tenemos recluidos a personajes de la política mexicana que también se destacaron por pensar, pero a pensar en el engaño, a meditar con una asombrosa concentración para encontrar las triquiñuelas que suelen acompañar a la corrupción.

Finalizo mi colaboración con un dolor del que aún no me repongo:

El martes 5 de marzo del 2019, Sonora perdió a un periodista recto, incorruptible, a un juglar de las letras, a un gran conocedor de música. 

Un personaje muy querido y admirado por todos a quienes nos regaló su cariño y su amistad.

Rubén Duarte Rodríguez nuestro “Lennon sonorense”, compartió con Pepe Revueltas los mismos ideales de igualdad social en un país marcado por las diferencias abismales.

Rubén repartió generosamente a sus cientos amigos su prosa y su poesía, acompañado del sonido melancólico de una armónica impregnada de Blues.

La coherencia entre el decir y el hacer fue la marca de herrar de Rubén Duarte Rodríguez, a quien hoy lo imagino volando con la suavidad de un Albatros hacia el horizonte de un mar en calma.