Héctor Rodriguez Espinoza

Culturas en conflicto 1492-1521-2021: De Colón y Cortés a 500 años

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Recientemente la Editorial Académica Española, con sede en Madrid, acaba de publicar mi libro que lleva el título de este artículo. ¿Por qué y para qué?  

En realidad, poco es lo que se sabe a ciencia cierta de esta evocación y del proceso y grado de desarrollo cultural de los habitantes de estas tierras, en la primera mitad del siglo XVI, antes del contacto europeo. Constituye la cara oculta —¿para siempre?— de nuestra historia. Las investigaciones contenidas en la Historia General de Sonora, en demás textos clásicos y otros relativamente recientes, arrojan informaciones útiles e interesantes de las que, en apretada síntesis, hacemos referencia en el cuerpo de este trabajo.

Es más y mejor conocida la historia de Sonora a partir del temprano tocamiento con los misioneros europeos y, en particular, con los españoles mestizos que aquí se asentaron y dominaron en el tardío periodo 1614-1640. Pero su vicio de origen lo constituye el que se trata de una crónica interesada, pues fue escrita por los vencedores, con toda la mengua de valor histórico y científico que implica y significa.

Por la naturaleza propia de este Ensayo, y en el afán de aterrizar en el presente y visualizar el futuro en el ámbito que nos preocupa, hemos preferido sacrificar la profundidad en el análisis de cada una de las etapas. Considérese que, en conjunto, abarcan casi cinco siglos. Damos a la luz los primeros resultados de la investigación, que comprende una exposición del marco cultural de referencia de la historia antigua del mundo, de América y del Noroeste, luego describir el periodo 1550-1767 en Sonora, es decir desde el paso por el noroeste de México de los primeros extranjeros que lo recorrieron Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y el Alárabe Estebanico, hasta la expulsión de los Jesuitas del país. Este acto autoritario de la Corona Española, si lo hubo, constituye un parte aguas histórico para Sonora y para muchos la causa de un resentimiento generado para el móvil de la independencia política, económica y cultural de México.

El carácter decisivo y determinante de la Misión jesuita —en sentido amplio— para la formación de la cultura espiritual de nuestras regiones es la razón y criterio del que debemos partir para definir los dos grandes períodos en que dividimos el proceso, cuyo punto de unión-ruptura fue 1767. Las mismas razones de tiempo nos obligaron a excluir la parte planeada como antología de los más relevantes escritos de Jesuitas (cuya paternidad cultural se inició y consumó entonces), información que corresponde a este primer periodo.

Previamente se presentan un capítulo de Introducción general, planteamos el ámbito conceptual de la cultura, y su deslinde con conceptos afines; el propósito didáctico y pedagógico (latu sensu) del Ensayo; las hipótesis de trabajo de las que partimos, principalmente las diferencias en el tiempo, la forma y coprotagonistas, en que se dieron la conquista de Anglo américa respecto de la de Hispanoamérica, por una parte, y la de Mesoamérica respecto de la de Aridoamérica, por otra; el grado de dificultad existente para descubrir nuestros orígenes prehispánicos, por la ausencia de documentos; el eterno debate Teológico cristiano sobre el derecho de los Gobiernos de España y de la Santa Sede para la conquista de América; la necesidad de otorgarle al fenómeno cultural de la nación mexicana y del Noroeste, su verdadero rango en los planes de enseñanza y de gobierno, con base en la conjugación de las tradiciones con la necesaria modernidad; la mitología existente sobre la realidad cultural de Sonora, y el imperativo educativo de investigar y divulgar nuestra historia, para restaurar y consolidar los perfiles de sus ricas y heterogéneas culturas indígenas y mestizas, y su posición y aportación a las demás culturas de la nación mexicana y del mundo.

Es preciso prevenir al lector de los riesgos que se corren con el uso de la terminología referente a la época y lugares que aquí se tratan: Angloamérica, Hispanoamérica, Aridoamérica, Mesoamérica. Septentrión, Norte, Noroeste, Occidente y Sonora. El primer y explicable error consiste en aplicar nuestro criterio del siglo XX, a lugares descritos en otras épocas (siglos del XVI a XVIII), cuyos contornos han tenido modificaciones. Por eso se requiere interpretar el concepto en la época en que está mencionado.

No es lo mismo, por ejemplo, el noroeste novohispano (siglos del XVI a principios del XIX), al noroeste mexicano (principios del siglo XIX y XX). Los primeros cuatro conceptos no representan tanto problema. Pero para los otros cinco, es recomendable interpretarlos en el contexto en que se citan en cada ocasión, en la inteligencia de que los dos conceptos que más nos interesan —Noroeste y Sonora—, además de serles aplicables la recomendación anterior, hemos procurado entenderlos y usarlos en su status geo-político novohispano.

Los ámbitos de estudio se definen de lo general a lo particular: el Universo, América, Hispanoamérica, México, Aridoamérica, el Noroeste y la región de Sonora. Así, después de ver los dos procesos que, hasta antes del contacto, corrían desigualmente paralelos -Europa y América- (capítulos del I al III) y tomando en cuenta que el noroeste de México actual colinda con el suroeste de los Estados Unidos de Norteamérica (pesada vecindad que nos sugiere cotidianas reflexiones y comparaciones), dedicamos un pequeño apartado (capítulo IV) a las diferencias de ambos procesos de conquista y colonización. Es obvio que el tema reclama un tratamiento exclusivo. Pero como el soslayarlo sería imperdonable, sólo apuntamos un señalamiento referencial antes de abordar el caso de la conquista de Hispanoamérica y de México. En ese mismo capítulo describimos el antitético binomio que marcó la conquista mexicana: oro y salvación.

Acercándonos a la región cultural de nuestro interés, hacemos enseguida (capítulo V) una descripción de las diferencias entre la conquista de Mesoamérica y del noroeste de Aridoamérica, con énfasis en la región de Sonora, y en particular en las zonas Mayo y Yaqui, en las que se inició el proceso. Aquí mencionamos las principales características distintivas, aplicables a todo el territorio.

En el capítulo VI continuamos con el tema del capítulo anterior, y después de describir la ruta de la colonización del Noroeste y el contraste con el descubrimiento, por los españoles, de Tenochtitlán, se hace una relación de los primeros misioneros, la forma y circunstancias de su penetración y tarea, aspecto éste que se amplía en el capítulo VIII.

En el capítulo VII, para situar la conquista de los indios de América, también a manera de un marco de referencia cultural, se plantea «a muy grandes rasgos», el profundo y delicado debate teológico sobre la condición jurídica y religiosa de los nuevos hombres descubiertos. Su inclusión obedece a que el partido tomado por los Jesuitas fue muy importante, y habiendo sido éstos quienes prácticamente realizaron la conquista espiritual del Noroeste, no es difícil colegir, tanto la lógica de su misión evangélica, como la intrínseca importancia de consignar aquella concepción en un Ensayo como éste, así sea panorámico.

Un capítulo de suyo importante para conocer el perfil religioso y humano de los co protagonistas e interlocutores de las comunidades étnicas del Noroeste, y sus testimonios escritos sobre la visión histórica de esta etapa de la región, es el de los Jesuitas. No obstante su relativa brevedad, deseamos cumplir con aquel genérico deseo; en lo específico.

No está por demás reiterar el carácter descriptivo, compilatorio, didáctico, pedagógico y, en una palabra, divulgatorio de este esfuerzo de investigación. No pretende sustituir a la Historia General de Sonora, sino derivar de ésta lo esencial en relación al proceso de construcción de la cultura espiritual de nuestra sociedad regional, y ofrecerlo al sector estudiantil. Lo mismo pudo haberse llamado Antología General, Breve Historia o Historia Mínima de la cultura del noroeste de México. Nació de la petición misma de profesores y estudiantes de Bachillerato, con quienes he platicado en los últimos años de estos temas, dentro de la nueva Materia de su plan de estudios denominada Sociedad Sonorense. Es un Manual o compendio de informaciones y consulta que yo, cuando menos, nunca tuve y hubiera querido conocer, para comprender mejor entonces mis estudios universitarios y aportar, ahora, algo económico, útil, práctico y válido para la transformación de la compleja realidad regional.

Finalmente y debido seguramente a nuestra original formación de Jurista con una marcada lógica y experiencia Judicial, y atendiendo a un método comparativo y deductivo de conocimiento, a lo largo de todos los capítulos hemos expuesto los hechos y opiniones que consideramos más relevantes, así como otras consideraciones objetivas. En este punto, y considerando que no es debido inventar la historia, aceptamos que el conjunto descriptivo resulte ser un conocimiento ajeno (aunque ¿hay en la investigación histórica algún conocimiento auténticamente propio? (ver pensamiento de Alfonso Reyes, al principio de esta publicación). Por eso decidimos, deliberadamente, dejar hasta el final nuestras personales conclusiones y juicios de valor, en el apartado «A manera de epílogo». Incluso en éste podrá observarse nuestra prevención de que corresponderá al momento de concluir la exposición total del proceso cultural, cuando estemos en aptitud de ofrecer un juicio más completo y justo.

Esta investigación es el producto de 18 meses de exploraciones bibliográficas antecedidas y cotejadas con la experiencia de una vida que ya rebasa las 4 décadas, víctima de ese potro de la obediencia de la doble vocación. En efecto, fueron días compartidos con las obligaciones administrativas de mi ocupación principal. Fue realizada dentro del convenio de intercambio académico celebrado entre la Universidad de Sonora y El Colegio de Sonora, dos de las más importantes, comprometidas y esperanzadoras Instituciones de educación superior y cultura del Estado. Para ellas y sus Rectores Ing. Manuel Rivera Zamudio y Mtro. Gerardo Cornejo Murrieta, mi más sincero aprecio por su estimulante apoyo en esta —cuando menos para mí— la más creativa y fecunda de las etapas de mi vida.

No debo dejar de testimoniar mi reconocimiento a las personas que de una y otra forma me han animado a realizar esta labor; a mis compañeros de El Colegio de Sonora y de la Sociedad Sonorense de Historia que me hicieron válidas observaciones críticas, la mayoría atendidas para esta segunda versión; y a aquellas que, siempre anónimamente, hacen posible la mecanografización —una y otra vez— y después la publicación de un trabajo académico, y que en mi caso fueron Redención de Amor Pérez Lagarda y Graciela García Gómez.

Su lectura también crítica, por sus naturales destinatarios, los estudiantes del Noroeste y, en general, el público no especializado, será tan gratificante para mí, como lo ha sido el diario descubrimiento de las infinitas y vigorosas raíces de mi Matria y de mi Patria, en la más íntima paz y satisfacción que pueda tener un estudioso del apasionante universo de la historia de la cultura y de la cultura de la historia.