Vórtice

Granjas humanas en China para tráfico de órganos

El gobierno de China ha sido acusado de extraer órganos a personas de religiones o grupos étnicos minoritarios en una “escala significativa”.

Por Dr. Jorge Ballesteros

Si en la vieja URSS había gulags, como los que denunció Alexander Solzhenitsin, en la China del siglo XXI existen granjas humanas donde se extirpan órganos a presos vivos. Poco tiene que envidiar la China del presidente Xi Jinping a la China de Mao y sus terribles matanzas.

Para el régimen del Partido Comunista Chino, el cuerpo de una persona es propiedad del gobierno, sus órganos son un “bien común”, al igual que el bebé que porta una embarazada. 

“China es un país corrupto, donde no hay leyes que protejan a los ciudadanos, el Partido Comunista Chino te puede encarcelar sin motivo y tienen una ley que les permite utilizar a los presos ejecutados como donantes de órganos”, afirma la presidenta de la organización contra el tráfico de órganos, Sophia Bryskine.

Xi Jinping, líder del Partido Comunista Chino.

Asesinatos en masa para la sustracción de órganos, es la solución que encontró la  China comunista, para deshacerse de los disidentes y a la vez convertirlo en un jugoso negocio.

La realidad de los campos de trabajo chinos es aterradora. Las minorías religiosas y los disidentes políticos son encarcelados sin razón a veces durante años. En ese tiempo son torturados y algunos les llevan a instalaciones quirúrgicas donde les extirpan sus órganos mientras aún están vivos.

Según recoge LifeNews, un informe presentado por el ex político canadiense David Kilgour apunta que los trasplantes de órganos en China se producen 10 veces más que el resto de países. “Creemos que en un año puede haber más de 10.000 órganos en circulación, los cuales más de la mitad han sido extraídos a la fuerza”.

El New York Post ha informado recientemente que en los dos últimos años el grupo perteneciente a la religión ‘Falum Gong’ está siendo el principal objetivo para alimentar al negocio de la venta de órganos.

Los beneficios de este comercio son enormes. Los hospitales llegan a cobrar hasta  30.000 dólares por córnea, 62.000 por riñón y hasta 130.000 por hígado y corazón.

La Organización de Médicos contra el Tráfico de Órganos (Dafoh) ha condenado las prácticas que se están llevando a cabo en China y asegura que todos ‘los presos de conciencia’ están en peligro de caer en el mercado del tráfico de órganos.

La presidenta de la organización, la doctora australiana Sophia Bryskine, asegura que su organización está trabajando especialmente en China porque, a diferencia de cualquier otro lugar del mundo, “este país asiático es el único que todavía trafica con los órganos de sus presos”.

El gobierno de China ha sido acusado de extraer órganos pertenecientes a personas de religiones o grupos étnicos minoritarios en una “escala significativa”. Esta acusación ha sido realizada ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (UNHRC en sus siglas en inglés) por una organización independiente. El abogado Hamid Sabi que trabaja para el Tribunal de China comentó, según SBS News, que la ONU tiene una “obligación legal” para actuar frente a estos crímenes.

Es precisamente este tribunal, con Sir Geoffrey Nice QC al frente, quien ha encontrado evidencias de peso que indican que los practicantes de la religión Falun Gong y la minoría turca de los Uighur son los principales objetivos para este tráfico de órganos. Los testimonios de Sabi son escalofriantes.

Cortan los corazones y otros órganos a gente inocente, inofensiva y pacífica. “Esto constituye una de las mayores atrocidades en masa de este siglo”, sostuvo el abogado en Génova ante los presentes.

Según esta organización, quien está detrás de estas atrocidades es el Partido Comunista Chino, que se embolsa una cifra estimada de mil millones de dólares al año en una trama mortal para los supuestos donantes y extremadamente peligrosa para los que reciben dichos órganos: ciudadanos generalmente extranjeros que acuden a China a recibir órganos debido a las facilidades con respecto a sus lugares de origen. A este tipo de personas se les llama “turistas de trasplantes”, cuya urgencia les somete a un riesgo extremo ya que las condiciones de esos trasplantes no cuentan con las garantías necesarias.

En Occidente, la extracción de órganos en personas vivas, empieza a tener seguidores, en países que se han caracterizado por el desprecio a los derechos humanos, donde se cosifica a la persona, y que utilizan los órganos del cuerpo como si fueran refacciones de automóvil, que se pueden quitar y vender al mejor postor.

El portal Actuall, informaba cómo en Holanda han propuesto que los médicos puedan extraer los órganos de pacientes vivos que hayan solicitado la eutanasia, legal en países como Bélgica y Holanda.

Como buitres especulan con los órganos de los bebés abortados, o con los órganos de los que solicitaron la eutanasia, la cual promueven intensamente en esos países. 

Y no es que sea malo donar los órganos de forma voluntaria una vez que uno muere, no, al contrario es un acto altruista que salva vidas, lo que es éticamente reprobable, es que se asesine a presos para disponer de sus órganos, o que se le extraigan a personas vivas en contra de su voluntad y de que se promueva el aborto y la eutanasia para vender sus órganos.

Todas las dictaduras comunistas, tienen en común el desprecio por la persona humana y sus derechos, el comunismo es una doctrina de odio, que promueve la lucha de clases y causa la eliminación de grandes sectores de la población, mediante gulags, campos de concentración, y asesinatos en masa,

Como sistema filosófico el comunismo es una doctrina materialista, inhumana que cosifica a las personas, y en la práctica los trata peor que a ganado, el hombre en un régimen así, no tiene ningún valor, se le oprime cruelmente por el estado todopoderoso, se le tiene sometido por el hambre y por el terror, es un esclavo sin ningún tipo de libertad, su vida y su cuerpo no le pertenecen, el estado es dueño de él

Se le vigila cada momento de su miserable vida, el miedo es la constante en su existencia, miedo a la delación de sus vecinos, de sus propios familiares, a la policía secreta, miedo a ser levantado sin motivo alguno por la más mínima sospecha y llevado a un infierno de campo de concentración, donde es sometido a hambrunas, golpes, torturas, y ejecución, muchas veces nada más para quitarle sus órganos y poder venderlos.