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De regreso al año 1967

“Antiguos compañeros se reúnen. Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los 20 años”. —José Emilio Pacheco

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I. Jesús Bojórquez Woolfolk, en “Asómate a los 60s”, nos regala una composición de lugar y de la época. Una nueva generación había tomado en sus manos las riendas del mundo: la de la revolución cultural, los hippies, los de marchas anti Vietnam, los de las barricadas en la Sorbona y las manifestaciones en la Ciudad de México. Se manifestaron contra la guerra, quemaron sus papeletas de reclutamiento, atacaron a la OTAN, se opusieron al despliegue de misiles norteamericanos en Europa, ensalzaron las figuras de Mao, Castro y Che Guevara. Después mandaron en sus países y en el mundo. La historia aguardaba a la generación de los sesenta, década que es ya un género de vida.

El clima moral y emocional de la ciudad estuvo influido por el talante de una generación educada en las escaseces de la posrevolución, pensaba que la suma de los recursos disponibles era limitada, el avance de los unos se hacía a costa de los otros y poco dispuesta al entusiasmo ante el espectáculo del bien ajeno. Pero se disfrutó, con empleo, un crecimiento continuo de los salarios reales y de un bienestar en constante despliegue; su conjunción ya no volvería a repetirse.

Florece el recurso publicitario eficaz: volantes desde el avión. Virgilio Ríos Aguilera regresa a Hermosillo con el campeonato de oratoria, apantallando a los estudiantes Carlos Armando Biebrich, Luis Ruiz Vásquez, Oscar Téllez Ulloa y Alán Sotelo, Demóstenes locales. Declinan los oficios; los jóvenes influenciados en la organización de sus vidas por la profesión universitaria, como el talismán de la buena fortuna para un título que permita ganarse la vida con menos agobios. En el café universitario los éxitos fueron “La burbuja”, “Sábado en Tijuana”. Oscar Madrigal, Pablo Castillón, Javier Solís, los Dandys y Javier Vega, con su “Campana Rota”.

Empujadas por la lectura, pasan lista publicaciones que dieron cuenta del talento o de la falta de visión para hacer empresa de novatos; la revista “Trigo” de Ismael Mercado Andrews, no conoció el número 2. “Alma Sonot” de Jesús Bojórquez Woolfolk, ya no pudo seguir su número 3. La que hizo suyos los sueños estudiantiles la fundó el estudiante Genaro Encinas Ezrré: “Presente”. Morelos Vargas y Julián Moreno, agropécuaros, logran que “Porqué” encuentre aceptación y de una vena humorística. Buenos periodistas universitarios: Ernesto Campbell, para un diario local y Milton Castellanos, Pablo El Estudiante, convertido en lectura obligada para quienes tenían sus sentimientos en la Universidad. Letras de Sonora, que dirigía el político y empresario Arístides Pratts fue el último emblema de la literatura sonorense. Seis años exprimió lo mejor del pensamiento regional, de libertad y creación. Murió por el cambio climático político del Estado. 

En el plano estatal los columnistas más leídos: Enguerrando Tapia Quijada, Abelardo Casanova, José Alberto Healy, Carlos Argüelles, Fortino León Almada, Rogelio Moreno Cota, Rafael Vidales Tamayo, Israel González y Jesús Tapia Avilés.

Se aloja en las cercanías de la Universidad la Biblioteca Franklin, con acervo bibliográfico virtualmente ilimitado y prestando servicios invaluables, lectura a domicilio en camionetas último modelo. Con su cierre, la ciudad ya no volverá a contar con una fuente de sabiduría. Se abre el IMARC y al poco tiempo la Alianza Franco Mexicana, posibilitaron aprender idiomas. Los alumnos aventajados de Jack Cadugate y de Armando Cantú hablaban en inglés y francés delante de personas de menor preparación.

II. Con la presencia del Rector, Dr. Enrique Velásquez Contreras, Secretarias Académica y Administrativa y Director de Vinculación; y del Ing. Hilario Valenzuela Corrales, ex presidente de la FEUS en el año de 1967, participé en la presentación del libro “El movimiento estudiantil y popular de 1967 en Sonora. Testimonios y ponencias”. Expresé que me satisfacía el haber sido honrado para presentar este nuevo título de la Editorial Unison.

¿Por qué y para qué publicar un nuevo texto institucional, más de medio siglo después de estos acontecimientos?

Ese año, a diferencia del 1968 o del 1994 de dimensión nacional, ha padecido de su ignorancia y desinterés por las sucesivas generaciones de docentes y alumnos universitarios. Miguel Sesma Fontes recuerda que fue una época romántica y sesentera de la Universidad; del Hermosillo con olor a azahares, de los bailes en su gimnasio y en sus canchas con la orquesta de Manuelito García. Las audiciones de la Sinfónica del Noroeste en el Teatro Zubeldía. Las interpretaciones de la Banda de Música del Mayor Isauro Sánchez, de “Poeta y Campesino” o “Barcarola de los Cuentos de Hoffman” y la “La virgen de la Macarena” ejecutada por el que esto escribe. Y los pictóricos y perfumados jardines de Rectoría. Velada teatral protagonizada por Santiago Cota de la Torre en los “Entremeses Cervantinos”; Pláticas en el Café Literario de los sábados en la librería del Museo y Biblioteca. Es volver a vivir lo que inexorablemente se acabó, reinaba un orden, el respeto a los buenos rectores y profesores y el deseo de descubrir horizontes; el idealismo puritano e incorruptible de una juventud deseosa de cambio, rebelde ante lo injusto y ofensivo a los ideales de libertad, democracia y Justicia.

La juventud no avistaba el porvenir, con un presente difícil de comprender. De esas cenizas se levantaron los ideales que antaño dieron forma a expresiones de extensionismo cultural, jornadas organizadas en pro de llevar las luces del derecho a las familias. En la primavera de 1966, la Sociedad de alumnos de Derecho, presidida por José de Jesús Navarrete Aragón, contagió a sus compañeros, compartieron la experiencia de hablar a Juan pueblo de cosas jurídicas importantes. Amena charla de Homero Estavillo, Director de Radio Universidad, acerca del alcoholismo. Participaban los habitantes del barrio, sus problemas —reflejo de su abandono—, valiosas experiencias al estudiante idealista, que por primera vez se asomaba a su tangible realidad cotejada con la Constitución Política.

Lejos estábamos del suceso del año siguiente. Se fundó la Escuela Secundaria Nocturna de la FEUS, para trabajadores y adultos, bajo la dirección de Luis Guillermo Torres Díaz y sus compañeros de aula, en la Primaria “Alberto Gutiérrez”.

III. Este nuevo libro nos trae, 51 años después, la narración cronológica —y necesariamente parcial de los vencidos políticamente, pero vencedores moralmente— de un suceso social y políticamente poliédrico. Ameritaba su análisis y crítica y rescatarlo de la memoria personal de sus protagonistas sobrevivientes, hoy maduros y orgullosos egresados septuagenarios y abuelos. Se justificaba extraerlo de los anaqueles del archivo histórico y de la hemeroteca de nuestra máxima casa de estudios, y de los archivos de los influyentes periódicos El Imparcial, El Sonorense y El Pueblo.

Es quizá cuestionable la bandera de la violación de la autonomía universitaria, por la agresión de la policía municipal brincando la cadena de la puerta principal. Pero lo que sí es incuestionable —como lo sostiene el Ing. José Luis Jardines— fue la violación a las libertades fundamentales y a sus garantías individuales constitucionales de la ciudadanía hermosillense agredida —incluido el rector Canale—, a partir de ese día en adelante. ¿Qué provocó este Movimiento, en tan corto lapso?

—Conmovió a la comunidad universitaria y a sectores importantes de la ciudad;

—Contagió a los municipios más poblados y a otros pequeños de la entidad;

—Se hermanó con movimientos análogos de Universidades del interior del país (como la Nicolaíta de Michocán y la de Puebla);

—Paralizó todo el sistema educativo estatal (Secciones 28 y 54 del SNTE), desde kínder hasta el superior, incluyendo la Escuela Normal del Estado, la Escuela de Artes y Oficios y el Colegio Regis;

—Llamó tanto la preocupación de la cúspide de nuestro sistema político (el Presidente de la República) quien, como su comandante supremo, decidió sofocarlo por la vía de las fuerzas armadas, el batallón Olimpia de paracaidistas, que ocupó los recintos durante 14 días;

—Continuó con la impune (a pesar de la promesa presidencial de investigar y castigar) vejación y renuncia irrevocable del humanista Rector, Dr. Moisés Canale Rodríguez;

—Siguió la asunción del rector, Lic. Roberto Reynoso Dávila;

—La pérdida de un año lectivo (o, al menos, la calidad de su conclusión), y

—La persecución judicial y el exilio de sus líderes.

Nos llevaría más tiempo comentar, así sea brevemente, las micro y las macro anécdotas, que son las que enriquecen esta historia. También sus lectores le dedicarán horas al leer los vertiginosos e intensos eslabones sociológicos y políticos desencadenados, en tan sólo menos de cuatro meses.

Digno de estar en nuestras bibliotecas, este volumen de 314 páginas; 221 de texto y un anexo; contexto internacional y nacional; antecedentes y crónica lógica. El anexo lo enriquecen 91 páginas de elocuentes fotografías, que dicen más que mil palabras. Sus imágenes y rostros eternizaron fugaces e irrepetibles momentos. 

Celebro la inclusión de testimonios de mi antología pedagógica electrónica del año 2014, “El movimiento estudiantil y popular de 1967 en Sonora. ¿Cuáles fueron sus ideales?” Ambas son complementarias y provocan su ampliación y profundización.

Me refiero a que investigué e incluí OTRAS voces, no antagonistas, pero diferentes e indispensables para comprender el Movimiento: el novelista Ricardo Garibay quien, con la intercesión del ya ex rector de la Universidad y colaborador del Presidente Gustavo Díaz Ordaz, Ing. Norberto Aguirre Palancares, arroja luz sobre la enigmática personalidad del político poblano; Guillermo “Memo” Moreno, autor de un banco de fotografías desde la fundación de la Universidad hasta esos días; Rafael Vidales Tamayo, autor de la frase de combate “Faustino No”; María Cristina León de Aldrete, asistente del ex gobernador Faustino Félix Serna; Héctor Vásquez del Mercado quien, en su Revista Cauces, mantuvo la memoria impresa; Abelardo Casanova Labrada, periodista; Jorge Ontiveros Almada, integrante de la porra deportiva y del Movimiento; Gastón Cano Ávila, catedrático de Enfermería; Gilberto Escobosa Gámez, Cronista de Hermosillo; Roberto Reynoso Dávila, rector sucedáneo del Dr. Moisés Canale; Carlos Armando Biebrich Torres, ex gobernador; Luis Encinas Johnson, ex gobernador; Oscar Monroy Rivera, poeta; Ismael Mercado Andrews, protagonista auténtico; Javier Valenzuela; Joel Verdugo, autor de tesis doctoral; Pascual Mora, prologuista del libro de Rubén Duarte Rodríguez; Heriberto Galindo Quiñones, amigo personal del Lic. Luis Donaldo Colosio, preparatoriano activista; Juan Antonio Ruibal Corella y Armando López Nogales, ex gobernador preparatoriano activista.

¿Qué fue de su contrapunto, de los miembros de la clase política, adversarios?

El ex gobernador Lic. Luis Encinas (1961-1967), apoyado por el ex presidente Lic. Adolfo López Mateos (1958-1964), pero —como es en el cambio de gobiernos local y federal—, víctima de esta alternancia y padeció los rigores del maltrato del presidente Lic. Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), quien lo acusó del mal manejo y violencia de la transición. Fue designado Director del Banco Ejidal, adquirió un rancho ganadero al norte de la ciudad, se asoció con el Lic. Ernesto Camou y con el Ing. Armando Hopkins Durazo, para desarrollar la Colonia Los Valles, partida por el Boulevard que lo honra y lleva su nombre.  

El ex presidente Gustavo Díaz Ordaz, en el año 1968 de los honrosos Juegos Olímpicos, todavía afrontó los sucesos de ese fatídico año. La historia nacional —cualquier cosa que esto quiera decir— no le guarda un sitio de honor.    

El ex gobernador Faustino Félix Serna (1967-1973), ejerció su mandato con normalidad. Vivió sus últimos tiempos en el Hotel Gándara. El Lic. Carlos Armando Biebrich narra: “A principios de 1986, llega a mi despacho “Pepín” Biebrich con un recado urgente de María Elvira, “Maviri”, hija de don Faustino: “Está muy enfermo, pregunta por ti cada rato, quiere verte, es cáncer en el cerebro, le queda poco de vida”. Volamos a Hermosillo, voy a su casa del fraccionamiento Satélite. Nos recibe ella angustiada. En cuanto sabe que estoy ahí pide que nos dejen solos y que sirvan café. El viejo don Faustino me miró y se le rodaron las lágrimas, me quedé paralizado ante aquel hombre indefenso por la enfermedad terminal. Lo había acompañado como su colaborador cercanísimo en la presidencia de Cajeme, diputado federal y gobernador, que le dijo al presidente Echeverría “es la mejor decisión que ha tomado, lo felicito, el licenciado Biebrich es nuestro hombre para Sonora. De inmediato acomodamos la Constitución”. Nos dimos un fuerte abrazo y siguió sollozando nerviosamente. Entre lágrimas insistió “no me quiero morir sin ver al licenciado Biebrich”. Nos sentamos e insistió: “Perdón si le hice algún daño, ¿dígame si mi trabajo como funcionario fue bueno, si fui un buen gobernador?, yo le doy las gracias por lo que hizo por mí, usted me ayudó en todo. Sabe por qué se lo digo. Carlos Armando”. Lo abracé y me despedí del más valiente y resuelto gobernador que ha tenido Sonora. Un mes después falleció, el 17 de abril, a los 73 años de edad. De ese hombre, nacido en Pitiquito el 14 de mayo de 1913, recibí mis primeras lecciones de política y dignidad. Asistí a su funeral en Cd. Obregón, cientos de viejos amigos, camaradas de lucha, colaboradores y gente del pueblo que lo acompañaron en su última morada”. (Biebrich. He vivido con dignidad. MAPorrúa, 2014, p.315).

La placa de mármol frente a Rectoría reza: “El 17 de mayo de 1967, las bayonetas desalojaron a los universitarios que defendían sus ideales. El pueblo tenía conciencia del valor de su propia voz. Sonora, mayo de 1997.”

Esta generación de estudiantes despertó un tigrillo dormido, hoy un tigre que a nadie conviene provocar su despertar.

Recomiendo su lectura y mi reconocimiento a sus coautores. A su promotor y narrador de la prolija introducción, Dr. Armando Moreno Soto y a los activistas y testigos de primera mano y ponentes en conmemoraciones: Ing. José Luis Jardines Moreno, Dra. Amelia Iruretagoyena Quiróz, Ing. José Francisco Valverde Amarillas e Ing. Jesús Larios Gaxiola. Recibamos con beneplácito esta obra producto de la sabiduría que sólo da la madurez —que no la vejez—; pero, sobre un episodio preñado del idealismo y rebeldía juvenil —que no arrebatos— de los alumnos de los icónicos años sesentas: “El movimiento estudiantil y popular de 1967 en Sonora. Testimonios y ponencias”.

*Palabras, in extenso, leídas el 17 de mayo en el acto de la presentación del libro titulado con el nombre de este texto.