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El cine Sonora: La época dorada del cine en México

En su vestíbulo interior había dos estatuas de yeso —la Diana cazadora y otra de la mitología griega—, realizadas por el escultor y pintor de mi barrio 5 de mayo, Prof. Francisco Castillo Blanco

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I. DESPUÉS DE LA MUDEZ

La llegada del cine sonoro supuso un duro golpe para Charles Chaplin quien, en principio, se negó a aceptarlo, negándole validez artística. Evitó hablar en dos películas ya sonoras: Luces de la ciudad (1931) y Tiempos modernos (1936), que no eran en realidad sino películas mudas con músicas y efectos ingeniosamente sincronizados. Todo hacía pensar que el gran mimo sería una más de aquellas estrellas que no supieron adaptarse a la llegada del cine sonoro; no habló en la pantalla hasta El gran dictador (1941), pero cuando lo hizo, volvió a tener los éxitos de siempre.

II. EN MÉXICO

A pesar de que el sonido se incorporó al cine en 1927, fue hasta 1931 cuando se realizó la primera cinta sonora mexicana: una nueva versión de Santa, dirigida por el actor español-hollywoodense Antonio Moreno e interpretada por Lupita Tovar. Antes se habían filmado varias con sonido indirecto sincronizado a partir de discos, intentos que no fueron populares en México, como tampoco experimentos similares en otras partes del mundo.

Santa (1931) incorporó la técnica del sonido directo, grabado en una banda sonora paralela a las imágenes en la misma película, traída de Hollywood por los hermanos Roberto y Joselito Rodríguez, quienes habían inventado en EU un aparato sincronizador de sonido muy ligero y práctico.

El apoyo de un equipo entrenado en Hollywood para el film no fue casualidad. Obedecía a todo un plan para establecer una industria cinematográfica mexicana, que incluyó la fundación de la Compañía Nacional Productora de Películas, que adquirió unos estudios existentes desde 1920, la más importante del país. La decisión de «importar» a casi todo el personal de la filmación se hizo con la idea de asegurar su éxito financiero.

SINOPSIS. La humilde joven Santa es engañada por el militar Marcelino. Despreciada por la familia, decide auto humillarse y encuentra refugio en el burdel de doña Elvira. El pianista del lugar, el ciego Hipólito, se enamora en secreto de ella y la protege cuanto puede. El torero «Jarameño” se encapricha con Santa y la convence de que vivan juntos. Después de una tarde desastrosa en la plaza de toros, «Jarameño” regresa a casa y la encuentra con Marcelino. El torero intenta asesinarla, pero logra controlarse y solamente la echa. Santa, totalmente desilusionada, traicionada por la vida, empieza a frecuentar los peores ambientes, vive en la pobreza extrema y contrae una mortal enfermedad. A pesar de todos los esfuerzos de Hipólito, su salud empeora. Sólo una complicada operación podría salvarle la vida. Santa muere en el quirófano. El desconsolado enamorado del alma de la mujer, cumple cabalmente al colocar en su tumba todos los días unas blancas flores y llorar por su ausencia.

III. JOSÉ ALBERTO HEALY

En El Imparcial de 6 de junio de 1947 publicó:

José Alberto Healy Noriega.

«Visitamos el Cine Sonora. Anoche, algo así como veinticuatro horas antes de la solemne inauguración del cine Sonora, satisfacimos nuestra curiosidad e interés por conocer el flamante salón de espectáculos. Queríamos verlo vacío y damos cuenta de su disposición arquitectónica, artística y técnica y lo logramos gracias a la galantería del jefe del Circuito, señor Miguel Bujazán, quién con extrema gentileza nos llevó por cada uno de sus departamentos. Incidentalmente, diremos que el Señor  Bujazán, aun cuando originalmente de las tierras románticas y tradicionales del mesoriente, es por arraigo sonorense. Ya lo habíamos conocido hace varias décadas —más de las que él y nosotros desearíamos reconocer— en el mineral de Cananea en donde contrajo matrimonio con la Señorita Lupe Escalante, hija del finado hermosillense don Vicente, de familia tradicional en nuestro medio social.

Se gana acceso al teatro por una fastuosa entrada que ya conoce todo Hermosillo. Es elegante sin pecar de caprichosa pero vistiendo las galas propias de los teatros modernos; los efectos de la luz son muy atractivos y cuando se penetra al hall se recibe la impresión agradable de un ambiente acogedor. Es amplio y en él se disponen de cómodos asientos para un tete-a-tete, servicio de descanso para damas y caballeros, y, sobre todo, presentando en el fondo del ancho salón excelente perspectiva, una confortable y gran «fuente” de refrescos. En las laterales de la entrada hay también un bien arreglado Café y otros establecimientos.

Lo que algunos llaman sala de espectáculos, comprende el elegante y bello lunetario, así como el anfiteatro, hacia el cual se asciende por escalones amplios y de fácil acceso. Todo está alfombrado de tal manera que parece que los pies van apoyándose en hule más suave. En total hay alrededor de mil cuatrocientas butacas en las cuales, aparte de presenciar el paso de las escenas cinematográficas, puede uno echarse hasta una siestecita.

En esta materia, como en muchas otras del nuevo teatro, el «Sonora” está por delante de los mejores del país. El Arquitecto Don Gustavo Aguilar, quien tuvo a su cargo la importante parte que le corresponde a su profesión, nos reveló que la distancia entre cada asiento es mayor en varios centímetros que la que hay en los teatros mejores de México y de Estados Unidos. Este detalle lo aprecian sobre todo quienes como nosotros, o don Ramón Corral, entre otros ejemplos, poseemos largas extremidades inferiores que con frecuencia deseamos cruzar para obtener mayor comodidad. La acústica también fue estudiada a fondo.

Técnicos tanto mexicanos como estadounidenses planearon y dirigieron la estructura del inmenso salón. En cualquiera de las butacas y desde cualquier ángulo la perspectiva es perfecta y dado el declive logrado no puede haber obstrucción a la vista por las personas que están delante.”

IV. Fue construido por el Arq. Gustavo F. Aguilar bajo el art déco, bastante sencillo, estilo predominante en la época, de amplios espacios e inaugurado el viernes 6 de junio de 1947, por el Gobernador Abelardo L. Rodríguez, con las palabras siguientes:

«Acaban ustedes de escuchar al locutor que dice que este es uno de los cines mejores de la República. Hace pocos días que estuvo aquí una verdadera autoridad cinematográfica y de construcción de edificios acondicionados para exhibición de películas, es nada menos que el dueño de las principales construcciones de salones de cine en la capital de la República y nos ha dicho que incuestionablemente este cine, en relación con los demás, es el mejor de la República en estos momentos. De esto debemos enorgullecernos todos los sonorenses, especialmente los hermosillenses. Pero hay algo más importante que la belleza y que la vasta construcción de este edificio, y es el hecho de que esta obra fue construida por elementos y hombres de la ciudad, hombres que componen la sociedad de Urbanizaciones e Inversiones, S.A. Se debe pues, a este interés local no solamente esta obra de la cual, repito, debemos enorgullecernos, sino muchas obras que hay en construcción y que seguirán construyéndose en Hermosillo…”.

Prof. Francisco Castillo Blanco.

En su vestíbulo interior había dos estatuas de yeso —la Diana cazadora y otra de la mitología griega—, realizadas por el escultor y pintor de mi barrio 5 de Mayo, Prof. Francisco Castillo Blanco. Tenía, a cada lado de la pantalla, unos ramilletes de flor en luz neón que se apagaban a la hora de la función, quedando semi encendidas y se prendían al finalizar.

Antes de cada función el programador, con buen gusto, ofrecía el melodioso saxofón contralto del Tema de Tracy.

En una propaganda decía: “Olvídese del calor… venga a veranear. Pase una agradable noche con nuestro clima artificial y admire películas de calidad. Ríase usted del mal tiempo. Columbia Pictures presenta La casa del muerto, con Karen Morley, Jim Bannon y Jeff Donnel. De 4 a 6 toda luneta $2.50. Niños $1.00; de 6 a 12 toda luneta $3.00. Niños $1.50.

V. ¡Qué deliciosas siestas roncadoras disfrutaron, entre muchos otros, el Lic. José Ma. Oceguera Meza, quien nos contaba en clase de la Preparatoria que, a diario, lo multaba el policía “Moralitos” por exceso de velocidad frente a la Escuela Alberto Gutiérrez, pues su viejo vehículo no podía transitar a menos de 40 km. por hora, ya que se le apagaba!Jóvenes abuelos o abuelos jóvenes de las generaciones de los 30s, 40s a 60s, plenos de nostalgia y melancolía, pero vitalidad, ¿verdad que sí lo recuerdan?