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Empatía, presidente, un poco de empatía…

“…somos seres colaborativos que nos crecemos en la tragedia para sobrevivir…” —Rebecca Solnit

Juan J. Sánchez Meza

No sabemos si en México hay un plan de vacunación. En Sonora, no sabemos cuándo habrá suficientes vacunas o cuáles serán los sitios de vacunación. Lo único que ha mostrado el gobierno federal es un calendario con una lista de edades y le ha llamado plan.

En Estados Unidos, el Asesor Médico de la presidencia de la república dijo que el gobierno federal inició la organización de la estructura y logística para la distribución y aplicación de la vacuna cuatro meses antes de tenerla y compara la complejidad de la estrategia con aquella a la que se enfrentaron los ejércitos aliados en el desembarco en las costas de Normandía en junio de 1944. Por esa razón, ningún gobierno se ha planteado —con la excepción de México, claro— la posibilidad de cumplir con una cobertura suficiente y oportuna sin la participación del sector privado y los demás órdenes de gobierno.

Al contrario, el presidente de México ha rechazado la colaboración del sector privado y él y sus voceros más calificados han despreciado a los gobiernos estatales, tachándolos de corruptos e ineficientes. Ese gobierno federal es el mismo que no fue capaz de cumplir con la tarea, infinitamente menos compleja, de entregar los anhelados 10 mil pesos ofrecidos a las familias que tienen sus casa inundadas en Tabasco, curiosamente el terruño del presidente López Obrador.

Los países de los más diversos signos políticos han desplegado esfuerzos nunca antes conocidos para defenderse de la pandemia y en todos los casos —con la excepción de México— la estrategia ha implicado la integración de esfuerzos en una combinación afortunada de talentos y liderazgos nacionales y locales, en los que invariablemente ha participado el sector privado.

El Fondo Monetario Internacional calculó que los gobiernos —exceptuando el de México, claro— habían desplegado, al mes de septiembre de 2020, un total de 12 billones de dólares en un esfuerzo de reconstrucción de la planta productiva mundial, cuyo único precedente es el Plan Marshall, que de acuerdo con la consultora McKinsey, fue 30 veces inferior al de este año.

El plan de recuperación de la Unión Europea, que por primera vez emitirá deuda común para proteger a trabajadores, salvar empresas o respaldar el sistema de salud en general, contará con 750 mil millones de euros, todo ello sin contar con varios programas nacionales provenientes de países tan disímbolos como Alemania o India, enfocados en muchos casos a la rebaja de impuestos o la realización de inversiones. Son decisiones complicadas y costosas que empujarán hacia arriba la deuda pública mundial, pero que han salvado y seguirán salvando vidas, empleos y medios de subsistencia, indispensables para la recuperación.

El gobierno de México se negó sistemáticamente a rescatar empleos y apoyar empresas, aún las más pequeñas o medianas y, a pesar de las advertencias de los expertos, se opuso al ataque oportuno de la pandemia. Como consecuencia, en México terminaremos en la lista de los 10 países con el mayor número de fallecidos, entre los que no se contabilizan a quienes perdieron la vida a causa de enfermedades cuya atención médica resultó postergada, así como una cifra aproximada de 10 millones de nuevos pobres.

Eso es, nada menos, lo que no ha hecho el presidente López Obrador. La pregunta que sigue sería ¿le queda algo por hacer? Yo creo que mucho.

En principio, renunciar a la idea de que entre él y el pueblo no debe haber intermediarios y reconocer que la participación del sector privado y los gobiernos locales no representa, en modo alguno, un límite al ejercicio de su poder, sino una manera eficaz de enfrentar, con un ambicioso programa de vacunación, lo que verdaderamente es una crisis humanitaria que ha generado que tres de cada cuatro muertos sean de los estratos menos favorecidos de la población; que la mujer esté siendo sometida a la doble victimización económica y de violencia familiar; que los mexicanos más humildes no les queda otra que tomar el riesgo de enfermar o morir de hambre, que el sistema de salud mexicano haya sido rebasado por la pandemia y, por si fuera poco, que nuestro país sea, por mucho, el que a nivel mundial presente la tasa más alta de letalidad entre los 20 países más afectados por el Covid-19

Su popularidad, señor presidente, no va a sufrir merma alguna si muestra empatía, solo un poco de empatía…