Héctor Rodriguez Espinoza

Excavar entre las ruinas del olvido de Hermosillo

El Hotel Ramos que se ubicaba en calles Dr. Paliza y Londres, llegó a ser uno de los mejores en Sonora.

A la memoria de Gilberto Escobosa Gámez, José Rafael Aguirre Fernández, Fernando Andrade Domínguez y Oscar Romo Salazar

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I.- El sitio web Historia, @aabbee23, el pasado sábado 2 recordó: “La noche del domingo 2 de enero de 1949 se suscitó en #Hermosillo incendio que destruyó gran parte del Hotel Ramos, del señor Aurelio Ramos. Inaugurado en el año 1929, llegó a ser en su género el mejor del Estado”.

II.- La Arquitecta y ex alcaldesa interina, Angelina Muñoz (@angelinamuoz2) comentó en Twitter: “Y lo demolieron en 1986-87 junto con la hermosa casona de la esquina de Galeana y Paliza, para dar paso al horrendo edificio de los tribunales federales, alterando la fisonomía y funcionalidad del centro cívico histórico de Hmo”.

La activista T.S. Elsa Núñez Esquer (@elsanezesquer) preguntó: “¿En qué calle estaba ubicado?”

III.- El tuit y comentarios me llevan a consultar, en mi baúl editorial, el artículo que por la fecha de su demolición publiqué en el ingrato El Imparcial e incluí en mi libro “Búsquedas Itinerantes, Ensayos y artículos sobre la realidad cultural del noroeste de México, 1995” que comparto. No sin antes evocar a Don Luis González Obregón (Guanajuato, 25 agosto de 1865-Cd. de México, 19 junio 1938), escritor, bibliófilo, cronista e historiador mexicano, «uno de los hombres más eminentes de México, en la Historia y las Letras.» Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, silla XI del 1 de diciembre de 1916, el 4° bibliotecario y el 1° bibliotecario-archivero. De 1919 a 1922 director de la Academia Mexicana de la Historia, sillón 10, de 1919 a 1938.

“LA PIQUETA DEL RETROCESO. La demolición del Hotel Ramos.

´Antes que desaparezca por completo la fisonomía especial de aquellos tiempos, antes de que la barreta derrumbe las últimas fachadas, antes de que el andamio se levante frente a casas que se desploman, y antes, en fin, de que oiga al cantero indiferente a todo, cantar o silbar, a la vez que labra con tesón la nueva piedra que cambia el espacio de lo que fueron nuestros antepasados, venimos a evocar sucesos, fechas y costumbres que pasaron, para que las futuras generaciones no tengan que excavar entre las ruinas del olvido. Luis González Obregón.´

Héctor Rodríguez Espinoza.

Cuando en días pasados coincidimos, en mi oficina de El Colegio de Sonora, el reportero de El Imparcial, Lic. Jesús Alberto Rubio (alarmado, con motivo de mi opinión sobre el pasado y el presente de Hermosillo, mi ciudad natal, para reportaje especial) y el Arq. Adolfo García Robles, del INAH, éste nos comentó -con desánimo e impotencia-, que «se acababa de enterar que era inminente la demolición del antiguo Hotel Ramos».

Conociendo las reglas del juego del sistema político mexicano, en cuanto a su concepción de las tradiciones e identidad cultural, les comenté: «Miren, como se maneja la información, la defensa de ese inmueble sería una batalla perdida de antemano. Pero debemos evitar el juicio de generaciones que nos van a juzgar muy severamente y, cuando menos, preguntar: Y ustedes, ¿qué hicieron para evitarlo…?»

Al día siguiente Jesús Alberto publicaría la primera alerta.

Por la escasa información que tenemos, recientemente el Gobierno del Estado donó a la H. Suprema Corte de Justicia de la Nación el lote sobre el que está en pie el hotel. Al cedérselo, consciente o inconscientemente estaba ignorando o desconociendo su existencia física e histórica. El gobierno –injustamente para su prestigio ante la sociedad nacional-, liberaba a la Suprema Corte del anunciado pecado y culpa de demolerlo para su nuevo edificio.

Durante cinco años, importantes para mi formación profesional y ética (1968-1978/79), presté mis servicios para el Poder Judicial de la Federación, en el Juzgado 1° de Distrito y en los Tribunales Colegiado y Unitario de Circuito. Me consta su imperiosa necesidad de dotar a sus tribunales de un complejo administrativo digno de la investidura de magistrados, jueces y personal que, desde nuestra capital, y a través de la solución de Amparos, deben vigilar el respeto y la majestad de las normas constitucionales, por gobernantes y por gobernados, como de las más sagradas garantías de la sociedad que aspira a un moderno Estado de Derecho.

Desde 1969 se contaba con proyecto para instalarnos en la antigua fábrica textil al costado poniente del jardín de niños “El Mundito”. En 1985 se informó que el gobierno del estado había donado a la Suprema Corte un predio en la unidad arquitectónica ciudad federal, donde se alojan las delegaciones de la SEP, de TyPS y de Salud, Sindicatos de maestros y de salud, por las Quintas Poniente.

En cuanto al Hotel Ramos, no estoy cierto que se le considere jurídicamente “Monumento Histórico”, de acuerdo con el Artículo 36 de la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas Artísticas e Históricas, lo son “los inmuebles construidos en los siglos XVI a XIX, destinados a templos y sus anexos; arzobispados, obispados y casas curales, seminarios, conventos y cualquier otra dedicados a la administración, divulgación, enseñanza y práctica de un culto religioso; así como a la educación y a la enseñanza a fines asistenciales o benéficos de ornatos públicos y al uso de las autoridades civiles y militares. Los inmuebles que se encuentren o se hayan encontrado en dichos inmuebles y las obras civiles relevantes de carácter privado realizadas de los siglos XVI al XIX inclusive». Sin embargo, el INAH lo tiene registrado, con otros 1021 sitios culturales relevantes del Estado, en el Catálogo realizado con esmero, en 1984 y cuya copia entregó el director general Enrique Flores Cano al Gobernador Dr. Samuel Ocaña García en mano y ante el Presidente de Lamadrid Hurtado en el patio central del Museo Regional de Sonora, el 13 de septiembre de 1985. Estando presente como director de promoción cultural de la SEC, lo recuerdo muy bien.

Para quien piense que un amparo sería la vía idónea para eventualmente suspender y prohibir su demolición: ¿Quién sería el quejoso?, ¿ante quién se interpondría?, ¿sería el Poder Judicial Juez y Parte?

Me resulta gratificante la inquietud lanzada a la opinión pública por los medios de comunicación, con opiniones de funcionarios y ciudadanos que -al margen de las frías e impersonales normas jurídicas, y por encima de toda sospecha-, sostienen que el edificio que durante casi un siglo hemos visto erigido desde que tenemos uso de razón hasta hoy, en el que se sucedieron hechos importantes para el desarrollo de nuestra micro patria, debe constituir en sí mismo un valor arquitectónico, estético, histórico, moral y cultural, de la época de la que somos herederos. Ha habido otros, sin embargo, que debiendo hacerlo, y por “cuidar su chamba no han dicho esta boca es mía».

Si apenas ayer nos congregamos a oír el discurso del gobierno mexicano sobre la necesidad de preservar la identidad histórico cultural al exaltar la figura del emblemático Eusebio Francisco Kino, ¿por qué hoy nos desdecimos con una inconsulta demolición?

Es tan decreciente la sustentación popular del gobierno mexicano, como natural consecuencia de la crisis económica que está acabando -en meses- lo que nos costó construir en décadas; y estando en el ánimo popular el escándalo denunciado en el tribunal de justicia del estado (renuncia de 19 jueces), que resulta inexplicable la ausencia de sensibilidad moral y política en las autoridades competentes, educativas y culturales de los tres órdenes de gobierno, para transmitir a los titulares de las dependencias que tienen en sus manos la decisión de derrumbar o no, este inocente inmueble. Nada se perdería -y mucho se podría ganar consultando democráticamente a la sociedad sobre el destino que queremos para el famoso ex hotel y, en su feliz caso, la reubicación del no menos importante proyecto del edificio de los tribunales federales.

¿Qué opinan las universidades, partidos políticos, colegios de profesionistas, sociedades culturales, artistas y los vecinos?

No quiero pensar que —más por razones morales que jurídicas— el hotel resulte ser un edificio histórico para los hermosillenses, y que el flamante edificio de la Suprema Corte de justicia se erija sobre los cimientos de un irónico acto de injusticia patrimonial y cultural.

Caray, después de ver la reacción noble, generosa y sensible de distintos sectores de mi ciudad, cómo quisiera desdecirme de lo que le dije a Jesús Alberto Rubio y al arquitecto Adolfo García Robles: «Ésta es una batalla perdida de antemano…»

IV.- Consulté con el Ing. Ignacio Lagarda, cronista oficial de la ciudad, contesta: “Hola mi estimado amigo. En este momento recuerdo el Hotel Ramos, el Seminario, la agencia de carros Ford de la Juárez (Ley), los cines Sonora y Nacional, etc. Pero como «castigo» por haberme preguntado, le envío anexo el libro Hermosillo a través de las fotos 1852-2012, donde usted mismo puede ver qué edificios y casas de los que aparecen ahí, han desaparecido. Le mando un afectuoso abrazo de año nuevo”.

No recordó, de momento, la estación del ferrocarril, la escalera de El mundito, la Prevocacional (¡Bancomer!), los cercenados estadio de beisbol y patio oriente de la escuela Heriberto Aja, el Teatro Noriega, el vivero de Villa de Seris, la Casa del pueblo…

V.- VITRALES DE LA CASA DEL PUEBLO. ¡¿Dónde quedaron sus hermosos vitrales de Fermín Revueltas, gestionados por Juan de Dios Bohórquez, contratados en Casa Montaña, S. A., en Torreón, Coah. desde 1913?! Para la revista Stained Glass Association of America, USA, publicación de Orin E. Skinner, sobre los vitrales del mundo, el de la Casa del Pueblo ocupaba el 4° lugar mundial por belleza y ejecución: tres dípticos de la revolución y conquistas: reparto de tierra, derechos laborales, huelga y libre asociación y educación como motor de cambio. El de la izquierda, Emiliano Zapata y la maestra rural, retomado de dos grandes telones que construyó en 1929 cuando Revueltas fuera maestro de la misión cultural en Campeche y Tabasco.

Recuerdo obreros con pico y pala empezando a destruir, desde arriba (suspendido), el monumento a Jesús García Corona que, en el gobierno de Rodolfo Elías Calles, 1931 a 1935, en el sitio que ocupaba la puerta principal del Parque Madero, de Fermín Revueltas e Ignacio Asúnsolo, en que estuvo la casa donde naciera el 13 de noviembre de 1881 el Héroe de Nacozari.

“El libro resume la historia urbana de la ciudad a través de las imágenes tomadas desde aquella fecha cuando se le hizo la primera imagen en fotografía elaborada desde El Mariachi hasta 1985. Sus autores describen, textual y detalladamente, cada uno de sus rasgos, producto de investigación minuciosa. Los hermosillenses y visitantes se regocijarán recordando o conociendo las calles, edificios públicos o privados, escuelas, parques, iglesias y otros rasgos urbanistas antiguos, algunos ya inexistentes”.

VI.- ¡No aprendimos la advertencia y lección del eminente Cronista Don Luis González Obregón!

¿Cuál será el destino del Hospital General del Estado, al funcionar el nuevo Hospital de Especialidades? ¿Ampliación de Sanborn´s, otro mall o tiendas de conveniencia? Se reciben propuestas.   

Desaparecida casi por completo la fisonomía especial del Hermosillo de aquellos tiempos anchos, porque la barreta derrumba a cada paso las últimas fachadas, el andamio se levanta frente a casas que se desploman y que oímos al cantero —indiferente a todo, cantando o silbando, a la vez que labra con tesón la nueva piedra que cambia el espacio de lo que fueron nuestros antepasados—, sólo nos está quedando evocar sucesos, fechas y costumbres que pasaron, pues las presentes y futuras generaciones tienen que seguir ¡excavando entre las ruinas del olvido!