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Esencia del desfile Revolucionario

Por Javier Flores

Eran las siete y cuarto de la mañana cuando desperté asustado creyendo que me había quedado dormido. ¡Hoy era el gran día! —me dije mentalmente—, así que decidido, brinqué rápidamente de mí cama para darme una ducha, ya que no podía perderme el desfile con el que se conmemora la Revolución Mexicana.

Cuando fui a la primaria, recuerdo que en la clase de historia mi maestro recalcaba que nuestro estado fue cuna de los principales personajes de este acontecimiento político-social, el cual, dejaría huella en el devenir histórico de nuestra nación; “estamos hablando”, decía, “¡de un Plutarco Elías Calles! ¡Quien fuera presidente de la República!” exclamaba enérgicamente mientras acariciaba su bigote con la mano izquierda. Pero en fin, a quién le interesa la historia a tan temprana edad.

Mientras me daba la ducha, pensaba cuándo había sido la última vez que asistí a un desfile del 20 de noviembre, y sacando las cuentas, había pasado cerca de 15 años, lo cual es mucho para vivir en una ciudad pequeña como Hermosillo. No sé por qué dejé de asistir, supongo que como son días de asueto mejor me quedaba a “tirar barra”, como se dice por acá.

No me había percatado de la hora, ya eran las ocho en punto y me acordé que quería llegar temprano para conseguir un buen lugar, ya que no sabía cuántas personas irían al dichoso evento.

Salí hecho un rayo de mi casa y caminé hacia mi carro, pero antes de subir, chequé las llantas porque tengo mala suerte, y siempre amanezco ponchado. Al parecer todo estaba bien, le di marcha al motor y me encarrilé con rumbo al Centro.

Llegué al lugar temprano, como eso de las ocho y media. Me llevé una cámara para hacer unas capturas. Y empecé a tomar fotografías a diestra y siniestra.

La verdad, fue muy impresionante observar cómo desde muy temprano se encontraban ya listos todos los que participarían en el desfile; había muchísimos estudiantes de secundaria, bachillerato y universidad, tanto públicas, como privadas. Todos, portando orgullosamente su uniforme.

Los planteles educativos que participaron llevaron a sus bandas de guerra, a sus mejores deportistas y porristas, así como una que otra botarga, la cuales representaban a algún equipo deportivo, quienes nunca dejaron de hacer sus gracias que tanto entretienen y dan buen ambiente a los espectadores.

Como tenía hacer varias tomas, opté por caminar junto con ellos en el desfile, pero antes de que diera inicio, me sentía como el fotógrafo oficial del evento. Ya saben, las chicas nomás ven alguien guapo con cámara, y luego, luego quieren foto.

También acudieron al evento organizaciones juveniles de tipo militar como el Pentathlón, así como los chicos de Rescate Juvenil, quienes durante la caminata se dieron de maromas y otras piruetas que dan miedo.

A las nueve de la mañana empezó a avanzar la marea de gente, todo estaba listo. El primer bloque de marchantes lo componían trabajadores de las diferentes dependencias de gobierno, tanto federal, como estatal; siguiéndole las pisadas los carros alegóricos, y detrás de éstos, iban las diferentes escuelas.

Los del Instituto Mexicano del Seguro Social, la Secretaría de Seguridad Pública, los bomberos que no podían faltar, aviones de la Secretaría de la Defensa Nacional que volaban arriba de nuestras cabezas, dejando una estela de humo de color verde, blanco y rojo; todos daban su mejor esfuerzo para brindar un digno espectáculo a todas las familias hermosillenses que fueron a presenciar el desfile.

En las escalinatas del museo de la Universidad de Sonora se encontraban funcionarios de gobierno, fue extraño no ver a la Gobernadora del Estado, a la que si observé, fue a nuestra alcaldesa panista-morenista, Célida López Cárdenas.

Para las diez de la mañana, el solecito ya empezaba a calar. Los niños que acudieron al evento estaban ya muy inquietos, exigiendo sus mamás que les compraran alguna chuchería de las que vendía un señor que pasaba en su carrito enfrente del gentío.

Para las diez y media, el último grupo de los que participaban en el desfile pasó por enfrente de las autoridades y un desfile más, pasó a la historia. Las personas emprendieron la marcha, cada quien agarró su rumbo.

Las calles quedaron un poco sucias, pero un trabajo rápido de parte de Servicios Municipales, con sus barredoras, ponía nuevamente en orden las avenidas como si nada hubiera pasado; excelente trabajo.

Así culminó un desfile más, esta vez, conmemorando el 108 aniversarios de la Revolución Mexicana, no sé por qué me tarde tanto en volver a venir.