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Gramsci y la revolución cultural

A través de la cultura y medios de comunicación, se iría volcando el contenido subversivo en las cabezas de las nuevas generaciones. Sin sentido trascendente de la vida, sin Dios, sin Patria, sin raíces y hasta sin sexo definido

Por Dr. Jorge Ballesteros

La mayoría de las personas se preguntarán ¿quién es este Gramsci, quizás algún Chef o modista italiano? Pero seguro, pocos lo relacionarán como uno de los principales creadores de la ideología de género, la mayor impostura de nuestro siglo.

Con la teoría de Gramsci se fundamentó una de las peores sexoaberraciones que ha creado el hombre, lo que llamamos “ideología de género”: una concepción anticientífica de nuestra sexualidad, que la concibe como realidad carente de toda naturaleza, mera construcción política de la cultura. Había que politizar incluso aquellos rincones más privados e íntimos de la vida: la familia y la sexualidad.

La degradación de la cultura y los valores en nuestro tiempo, en la búsqueda de un Pensamiento Único y un Nuevo Orden Mundial forma parte de una inteligente estrategia diseñada por Antonio Gramsci (1891-1937).

Antonio Gramsci, quien ideó la estrategia para “tomar” al occidente cristiano, fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, y al igual que Marx y Lenin, buscó la toma del poder total.

Gramsci estimaba que la revolución no habría de hacerse modificando las relaciones económicas, esto es, estructurales. No, eso no habría de funcionar en Occidente. ¿De qué serviría una sociedad política marxista sobrepuesta a una sociedad civil férreamente cristiana? Ello conllevaría muchos riesgos, toda vez que el expediente de las armas y la represión no puede funcionar indefinidamente.

Gramsci postulaba iniciar cambiando la superestructura (religión, derecho, arte, ciencia, medios de comunicación) para que transformando la mentalidad (lo que Marx denominaba superestructura ideológica) de la sociedad civil, luego esta pudiera caer como fruta madura, y entonces sencillamente la sociedad civil asimilaría a la sociedad política, no habiendo ya contradicciones entre ambas.

Gramsci observa que la sociedad civil está “poblada” de elementos culturales: modos de pensar, de sentir, de situarse ante la vida, de leer, de divertirse. “Se trata, por tanto, de conquistar la cultura para el marxismo, de organizar la cultura por medio de la captación de sus agentes, los intelectuales».

Conquistar “el mundo de las ideas”, para que lleguen a ser las ideas del mundo. Le corresponderá entonces a la revolución hacer el tránsito irreversible desde la visión arcaica de la vida, orientada por un fin trascendente de la existencia histórica, hacia una cosmovisión moderna, inmanentista y secular.

Cambiar la forma de pensar de Occidente. Su forma de vivir, de relacionarse, hasta de divertirse. La reforma sería, por lo tanto, intelectual y moral. Una vez cambiada y erosionada la mentalidad de la mayoría, el poder civil como una fruta madura en manos del poder del estado porque ya no habría choques ni conflictos entre ambos.

Gramsci procede a realizar la revolución de modo invertido, es decir, «de arriba hacia abajo», desde la superestructura hacia la infraestructura. Una revolución entendida así se realizará a través de la intervención y transformación ideológica de la cultura, y consiste en modificar de manera imperceptible el modo de pensar y sentir de las personas para, por extensión, terminar modificando final y totalmente el sistema social y político.

“Empiezan unos pocos desde la academia inventando ideologías y las van derramando a los medios de comunicación y poco a poco se va convirtiendo en opinión políticamente correcta antes de que nos demos cuenta.

Cuando sus postulados se vuelven parte de nuestro sentido común y se vuelven políticamente correctas, los aparatos coercitivos del estado protegen esa hegemonía, entonces ya el estado está controlado por la ideología de género y la trata de imponer a todo el pueblo desde el poder mismo del estado, llegamos al empoderamiento del marxismo cultural de nuestra sociedad y de nuestra cultura, “han tomado la plaza por asalto”. Nuestra democracia se convierte en una “democracia dictatorial”.

A parte de cambiar el sistema legal y sexualizar a los niños por la fuerza que ostenta el Estado, esta ideología está diseñada para trabajar en el cerebro y la psique de las personas, a través de los medios de comunicación, la industria del entretenimiento (el cine y la música, principalmente) y la pornografía.

Mediante su revolución, que Gramsci diseñó hacerla a través de la cultura y los medios de comunicación, se iría volcando el contenido subversivo en las cabezas (ya vacías) de las nuevas generaciones. Nacerían nuevas generaciones amorfas, sin sentido trascendente de la vida, sin Dios, sin Patria, sin raíces y ahora (con la “perspectiva de género” que niega el sexo impuesto por la naturaleza) hasta sin sexo definido. Jóvenes “re-programados” por el sistema, ya sin lazos afectivos que los ligasen a nada ni a nadie y por lo tanto manejables.

El objetivo de implementar la ideología de género en la sociedad con sofisticados métodos de ingeniería social es la deconstrucción de la identidad del hombre y de la mujer, lo que hay de familia y de moralidad en su nivel más profundo.

El mundo actual se encuentra diabólicamente diseñado por Gramsci, gracias, en gran parte, como él quería, a los intelectuales, a los medios de comunicación e Internet, quienes (salvo honrosas excepciones), transmiten desde los dibujos animados para niños, sistemáticamente, sin parar y hasta el hartazgo, una moral enemiga de todo orden natural. La revolución que enfrentamos es un plan total de destrucción de la persona humana.