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Guevera y Lizárraga chocan por control del PT en el Congreso de Sonora

El protagonismo que fue adquiriendo el diputado guaymense en una legislatura que hasta ahora se ha mostrado discreta en cuanto a actos histriónicos, lo cegó

Por Imanol Caneyada

El diputado guaymense por el Partido del Trabajo Rodolfo Lizárraga Arellano le ha puesto sabor a un Congreso local que después del maremoto de los primeros días de andadura, parece haber entrado en una extraña calma.

El abierto enfrentamiento entre el aún coordinador de la bancada petista con la comisionada nacional de esta institución en Sonora, Ana Gabriela Guevara, ha puesto de nuevo en el ojo del huracán a la Coalición Juntos Haremos Historia y su frágil andamiaje a la hora de formar un frente sólido al interior del poder legislativo sonorense.

En el PT al parecer no hay duda de que el diputado guaymense tiene las horas contadas como coordinador de la facción (se habla de que este jueves 14 de febrero podría ser el último día de Lizárraga al frente de la bancada) y de que ya se cocina su muy posible expulsión de la formación política, por lo que sus aspiraciones a la alcaldía del puerto también se tambalean.

El diputado ventiló en redes sociales, las conversaciones internas del PT y su inconformidad con la decisión.

Y es que esta es la historia de un ascenso y un descenso meteóricos, un ejemplo de cómo, en la política, llegar a una cumbre, aunque sea pequeña, implica la real posibilidad de rodar cuesta abajo antes de siquiera acostumbrarse a la altura.

La pugna entre la comisionada nacional petista y el legislador también nos habla de una nueva forma de hacer política muy contraria a la que nos tenía acostumbrados el PRI: ya no hay disciplina que valga, los trapos se lavan en la arena pública.

Aquellos funcionarios del Congreso

La venganza, en política, no es un plato que se come frío, es un plato que se cocina todos los días a fuego lento. Todo empezó en octubre del año pasado, cuando el integrante fuerte de la coalición Juntos Haremos Historia, Morena, intentó destituir a 16 funcionarios del Congreso local.

Directores y subdirectores de las diferentes áreas del Poder Legislativo, afines al PRI, ante la intempestiva baja, se ampararon. Al final un juez les dio la razón.

La bancada de Morena trató de ganarle a la resolución judicial y propuso al Pleno votar por los 16 nuevos funcionarios que estaban promoviendo en lugar de los corridos. Únicamente necesitaba un voto, un solo voto de los petistas.

En ese momento Rodolfo Lizárraga empezó a quedarse solo, aunque él aún no lo sabía.

Fue el dos de octubre del año pasado, una fecha por demás simbólica para la izquierda mexicana, una fecha a partir de la cual la izquierda mexicana fue construyéndose para transitar del ideario revolucionario al de la social democracia hasta llegar al triunfo de AMLO en las pasadas elecciones.

Ese dos de octubre en el que se conmemoraban los 50 años de la masacre de estudiantes en Tlatelolco, el bloque de izquierda en el Congreso local mostró de nuevo una falla histórica que se ha repetido una y otra vez: las pugnas internas.

Morena no consiguió las tres cuartas partes de la votación que necesitaba para nombrar a los funcionarios que impulsaba. Y vieron a la bancada petista como la traidora.

Rodolfo Lizárraga, durante la discusión en el Pleno, argumentó que no podía estar a favor de la propuesta de Morena porque violaba la resolución de un juez, era ilegal, y que, a su entender, la Cuarta Transformación encabezada por AMLO estaba, ante todo, a favor de la legalidad con aquello de “al margen de la ley nada, por encima de la ley nadie”.

Morena en Sonora no lo entendió así, consideró que Lizárraga se había vendido al gobierno estatal y que había dejado clara su postura a la hora de las definiciones.

Sus días estaban contados al interior de la coalición.

El PT y la chiquillada

El siempre polémico Diego Fernández de Ceballos se refirió a ellos como la chiquillada. Pequeñas formaciones políticas que en los últimos 30 años han existido como parásitos de los grandes partidos.

A lo largo de esta recién estrenada democracia, han aparecido y desaparecido unos cuantos. En la actualidad sobreviven el propio PT, el Verde Ecologista, Movimiento Ciudadano, el PANAL y el recién creado Partido Encuentro Social.

Politólogos y analistas coinciden en señalar que estos minipartidos fueron creados por el PRI ante la lenta pero inexorable democratización del país, como una forma de frenar el crecimiento de la oposición, tanto de izquierda como de derecha.

El Partido del Trabajo nació en 1990 y desde entonces ha cargado con el estigma de que fue impulsado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari para contrarrestar la fuerza del recién surgido PRD, al frente del cual se encontraba Cuauhtémoc Cárdenas.

A pesar de este estigma, los hechos demuestran lo contrario. En el 2000 el PT postuló como candidato a la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas y en el 2006, 2012 y 2018 al actual presidente de la República.

El fenómeno López Obrador ha puesto al PT en una posición que nunca antes había tenido, mucho menos en Sonora.

A principios de septiembre del año pasado, el PT mandó un mensaje claro a sus integrantes en Sonora: estamos en las buenas y en las malas con el proyecto encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Así podía leerse la intempestiva destitución de Jaime Moreno Berry, en ese momento dirigente del Partido del Trabajo, y el nombramiento en su lugar de Ana Gabriela Guevara.

Unos días antes, el entonces presidente electo, a través del que sería el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, había anunciado que la velocista nogalense sería la titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), cargo que asumió finalmente el 13 de diciembre.

Tal vez Lizárraga Arellano no supo leer correctamente los cambios al interior del partido que lo postuló a la diputación; tal vez, como señalan alguno de sus correligionarios, el protagonismo que fue adquiriendo en una legislatura que hasta ahora se ha mostrado discreta en cuanto a actos histriónicos, lo cegó.

En el PT molestó que Lizárraga comenzara a utilizar su posición como legislador y los recursos propios de su cargo para promoverse con miras a la presidencia municipal de Guaymas.

A través de un comunicado firmado por Ana Gabriela Guevara, se informó la destitución de Lizárraga como coordinador de la bancada del PT.

Cada vez más alejado de Morena, Rodolfo Lizárraga iba subiendo el tono de sus declaraciones y su protagonismo, hasta que en días pasado vino el golpe de la propia Ana Gabriela Guevara, a la que el PT le dio plenos poderes como comisionada en Sonora, con su destitución como coordinador de la bancada en el Congreso local.

El diputado guaymense primero dijo que renunciaba a la coordinación a causa de la imposibilidad de dialogar con la comisionada nacional, pero unos días después cambió de opinión y dio a conocer su postura de luchar por su permanencia en el cargo ya que el derecho lo asistía.

Pero Rodolfo Lizárraga tiene todo en contra. Por un lado, la Ley Orgánica del Congreso es muy clara al señalar que las jefaturas de las bancadas están sujetas a los estatutos y reglamentos de cada uno de los partidos. Por otro, los estatutos del Partido del Trabajo dicen expresamente que la designación de coordinadores de bancada es facultad de la Comisión Ejecutiva Nacional de la institución.

En su caída, Rodolfo Lizárraga ha tratado por todos los medios de arrastrar a Ana Gabriela Guevara con declaraciones como que la ex atleta se desentendió del nombramiento de jefe de bancada para dejarlo en manos de la gobernadora Claudia Pavlovich; asegura tener una grabación que demuestra esta afirmación.

La estrategia de agitación que ha llevado a cabo el legislador guaymense al interior de la colación, en esta época de polarización política, lo ha ido dejando solo y sus aspiraciones políticas, de momento, parecen naufragar.

Aunque ya se sabe que en la política mexicana existen los resucitados y siempre hay un partido dispuesto a abrir los brazos a los renegados.