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La Cultura del descuido

Los descuidados e indiferentes parecen más felices, viven para complacerse, parece que nada los preocupa, son desordenados, carecen de autocuidado, no les preocupa lo que le sucede al planeta, saben que otros lo van a resolver

Por Rosa Chávez Cárdenas

Tenemos varios mecanismos de defensa inconscientes, uno de los más conocidos es la negación. La peor enfermedad es negar su existencia. No querer ver que un hijo es adicto, ignorar hasta que cometió suicidó, detenido en la cárcel o hasta que la droga afectó su salud mental, eso es negación. No pagar deudas, no atender la salud hasta que la gravedad lo lleva a la muerte, en fin.

El ser humano en general vive el principio del placer sin medir consecuencias, disfrutan preocupándose lo menos, hasta se ufanan al decir: de cualquier manera nos vamos a morir. Es generalizada la cultura de la falta de cuidado personal: pésima alimentación, beber alcohol en exceso, adicción a las bebidas endulzadas, tabaquismo, mal dormir, hasta que se presentan las consecuencias.En cuanto al cuidado del entorno se comportan como depredadores del ambiente y de los asuntos públicos. El resultado ha sido, un proceso de deshumanización y embrutecimiento, estamos pagando las consecuencias.

El cuidado exagerado es el opuesto, se tornan obsesivos se preocupan demasiado en cuidarlo todo, regularmente solo su entorno. Tanta obsesión termina por eliminar la espontaneidad, desconfían del agua que beben, de la carne animal, de las tierras de cultivo, el aíre, en fin, su vida se vuelve un caos, carentes de defensas se enferman más que los niños de la calle. El exceso de cuidado causa perfeccionismo inmovilizador, miedo al miedo, van cerrando su círculo de amistades hasta no querer salir de su casa.

Los descuidados e indiferentes parecen más felices, viven para complacerse, parece que nada los preocupa, son desordenados, pierden tiempo buscando en el desorden, carecen de autocuidado, no les preocupa lo que le sucede al planeta, saben que otros lo van a resolver. Al mostrarse más relajados les va mejor que a los obsesivos del orden que siempre están estresados.

Al respecto hace unos días presentaron el informe del proyecto “Descripción de los estilos de vida de estudiantes universitarios en la región occidente”. El estudio duró cinco años por iniciativa de la maestría en Medicina Conductual de la UNAM. El objetivo es prevenir las enfermedades que más aquejan a los mexicanos: diabetes, hipertensión, sobre peso y obesidad. También revisaron la higiene bucal y los hábitos que la favorecen.

El estudio arrojó que los estudiantes tienen hábitos poco saludables, dientes con caries el 83 por ciento y hasta carencia de piezas dentales, además la mayoría presenta alteración del sueño.

Los que tienen hijos ya saben lo mal que duermen, conectados a las redes sociales, no tienen sueño reparador de tal manera que despiertan cansados, de mal humor, con tantos estímulos están en todo y en nada, pierden la atención en sus estudios. Los estudiantes de ciencias de la salud son los que presentan mayor alteración del sueño, exceso de estrés, con las consecuencias de mayor consumo de alcohol y tabaco.

Casi la mitad de los encuestados presentan sobre peso, pésimos hábitos alimenticios, alto consumo de carbohidratos refinados, no tienen el hábito de beber agua y tampoco frutas y verduras.

Punto y aparte, fuera de esta encuesta, en cuanto a los hábitos y prácticas relacionadas con el cuidado de la salud sexual y reproductiva de los jóvenes. Tienen vida sexual activa desde los 15-16 años, practican sexo inseguro de manera que están expuestos a enfermedades sexualmente contagiosas y a embarazos. Un número significativo no adoptan.

Datos epidemiológicos evidencian que el crecimiento del SIDA en la juventud entre 15 y 24 años es preocupante. Es importante tomar medidas en cuanto a una verdadera educación sexual y proporcionarles cuidados de especialistas para los que ya tienen vida sexual activa.

El cuidado surge cuando se encuentra la justa medida, el cuidado a sí mismo y al medio ambiente, no convive ni con el exceso ni con la carencia. Es el punto ideal del equilibrio entre uno y otro extremo. 

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