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La huella de Juan Navarrete, a 35 años de su partida

El 12 de agosto de 1886 nació Monseñor Juan Navarrete y Guerrero, uno de los personajes más influyentes de la historia sonorense; a 35 años de su muerte permanece su ejemplo y promueven su beatificación en el Vaticano

Por Gabriel Rigo Gutiérrez

Cuando Juan Navarrete y Guerrero llegó a Sonora en 1919 era el más joven de los obispos en el mundo. Tenía 32 años. Arribó en tren por Nogales, donde lo esperaban tres sacerdotes, Martín Portela, Mateo Deyrieux, y José María Pablos (párroco de la ciudad). Cuenta Pablos que ese día vieron bajar de los vagones a un joven delgado, ágil y sonriente, con una cámara fotográfica en la mano a quien preguntó el Padre Portela:

—¿Y el señor Obispo?

—Yo soy —respondió Navarrete, añadiendo: —Qué poca cosa para un Obispo ¿verdad?

Por más de seis décadas, este ejemplar personaje impactó en la comunidad sonorense con su vida y obras.

El cronista de Hermosillo, Ignacio Lagarda, detallaa cómo la formación jesuítica de Navarrete influyó en el espíritu que imprimió a todas sus obras.
El cronista de Hermosillo, Ignacio Lagarda, detallaa cómo la formación jesuítica de Navarrete influyó en el espíritu que imprimió a todas sus obras.

Para Ignacio Lagarda, cronista de Hermosillo, un factor fundamental fue la sólida formación que recibió. Nacido en la ciudad de Oaxaca, Navarrete viajó a León Guanajuato para ingresar al seminario a los 16 años; meses después se fue a Roma al Pontificio Colegio Pío Latino; a los 19 años entró a la Universidad Gregoriana donde hizo bachillerato de filosofía, comenzó a cursar teología y para junio de 1909 se graduó como Doctor en Teología. Tenía entonces 23 años y a esa edad, durante el Sábado de Gloria, fue ordenado como sacerdote en el Episcopado Romano, en una ceremonia a cargo de Mons. Cepetelli, vice gerente del Cardenal Pedro Respighi, vicario del Papa Pío X.

El historiador hermosillense expone que entonces, la Universidad Gregoriana era administrada por Jesuitas, impregnando en Navarrete esa cultura y visión, de la orden religiosa fundada por San Ignacio de Loyola.

Además, explica Lagarda, a finales del siglo XIX, el Papa León XIII había emitido la encíclica Rerum Novarum, que era una invitación a que los sacerdotes en el mundo se involucraran más en los asuntos sociales, sindicales, escolares.

“Cuando llega a Sonora, se encontró con que no había seminario, sacerdotes anciano, entonces emprendió la gran cruzada de crear seminario, formar y ordenar sacerdotes, además de difundir esta encíclica”.

La gran revolución de Navarrete

Mientras el último Obispo de Sonora comenzaba con la titánica tarea de formar sacerdotes, también emprendía otra importante labor: visitar y censar todas las capillas del estado. Iba a pie, en ferrocarril o a caballo, como en Navojoa donde lo recibió el viejo párroco local Melesio Monge. Tras observar cuidadosamente a Navarrete en su persona y acciones le confesó:

—Me gusta todo en su Señoría, menos una cosa: que sea tan joven.

Con su talento y gracia, Navarrete respondió:

—Pues ese defecto, abuelito, yo le prometo corregirme… con el tiempo.

Fue en 1926 cuando el presidente Plutarco Elías Calles promulgó una serie de leyes anticlericales, prohibiendo manifestaciones públicas de fe, cerrando templos católicos, incluso desterrando curas.

“Cuando llega la Guerra Cristera en el centro de México, tal vez Plutarco Elías Calles pensó ‘allá en Sonora tengo uno bastante bien preparado, intelectual, metido en el asunto social’… Navarrete empezaba tener una gran influencia y dijo ‘aquel se me va levantar también, vale más sacarlo de una vez’ y sí: lo sacó del estado”.

Esta es una carta que Don Juan Navarrete dirigió a la familia De la Torre en Nogales, Sonora 1936. Expone la postura del Episcopado de México sobre el marco legal y político que afecta a la Iglesia y la convoca a la resistencia pasiva a la Ley. (Archivo Universidad de Arizona)
Esta es una carta que Don Juan Navarrete dirigió a la familia De la Torre en Nogales, Sonora 1936. Expone la postura del Episcopado de México sobre el marco legal y político que afecta a la Iglesia y la convoca a la resistencia pasiva a la Ley. (Archivo Universidad de Arizona)

Lagarda platica que el Obispo fue desterrado por tres años. Se estableció en Patagonia, Arizona junto con un reducido grupo de seminaristas, entre ellos Ignacio de la Torre, Luis de Alba y Hermenegildo Rangel (todos muy jóvenes). Al pacificarse el país, regresó al estado y prometió ante sus seminaristas que “de Sonora al Cielo”.

“Ya había pasado la Guerra Cristera, Rodolfo Elías Calles era gobernador y empezó a hacer su trabajo como enemigo de la Iglesia, influenciado por su papá tal vez, y persiguió a Juan Navarrete, pero en los cinco años que lo persiguió Rodolfo, nunca salió de Sonora, como lo prometió”.

¿Cómo logró Navarrete sortear la persecución?

Fueron alrededor de 400 soldados los que el gobernador Elías Calles movió para dar con el obispo pero no lograron capturarlo.

Para el historiador Ignacio Lagarda, la situación es clara, con el apoyo de la sociedad Mons. Juan Navarrete logró desplazarse por todo el territorio junto con sus seminaristas.

“Daba misa clandestina y no se enteraban, porque la misma sociedad civil lo apoyaba, era su fortaleza y era a lo que le tenía tanto miedo Rodolfo Elías Calles, que tenía un control total en el estado, social y religioso”.

Mientras los soldados daban tumbos buscándolo, las instituciones fundadas por Navarrete funcionaban con o sin él, desde la Sociedad de Obreros Católicos, Mutualista de Obreros, Sociedad de Auxiliares Parroquiales, Liga de Temperancia (acoholismo), ACJM (Acción Católica de la Juventud Mexicana), Liga de Familias Cristianas. Todas seguían, la razón: había creado una estructura organizacional fuerte.

Tras la salida del gobernador Elías Calles en 1937, acabó la persecución. Una persecución que para Lagarda, fue más política que religiosa. Fundada tanto en la animadversión por lo católico, así como por el poder que tenía Navarrete.

Curiosamente, narra el historiador, una de las principales aliadas del Obispo fue la esposa de Rodolfo Elías, que incluso iba a misa clandestinamente.

“Era un enorme líder ideológico, formó hospitales, escuelas, sindicatos, organizaciones, hasta el último rincón de los pueblos de Sonora”.

Huella de la escuela Navarretiana

En trabajo era una de las enseñanzas de Mons. Navarrete y Guerrero a sus alumnos. Esta imagen fue captada mientras estaban en el exilio en la sierra.
En trabajo era una de las enseñanzas de Mons. Navarrete y Guerrero a sus alumnos. Esta imagen fue captada mientras estaban en el exilio en la sierra.

De la formación ideológica de Monseñor se impregnaron todos sus alumnos. Casi cien de sacerdotes ordenados, guiados con el ejemplo. Así dejó sentir su presencia a través de la forma de ver el mundo y de trabajar.

Por ejemplo, en el seminario —base principal del Navarretismo—, él mismo impartía las clases, sostiene el Padre Armando Armenta, encargado del Archivo Histórico de la Arquidiócesis local.

En el primer destierro, llevó consigo a la veintena de alumnos a Nogales; después regresó a Magdalena; en la persecución Rodolfista, estuvo en rancherías de Santa Ana, luego sube a la sierra en “Los Ciriales”.

“El pastor siempre estuvo con sus ovejas”, refiere el sacerdote historiador. Para mantener viva la llama de las vocaciones, el espíritu que infundido por Juan Navarrete fue esencial.

Armenta Montaño, comenta que la formación entonces era completamente social: impartía sociología, cuidaba la piedad de los muchachos, la espiritualidad, lo intelectual y las virtudes.

“Daba clases, rezaba con ellos, trabajaba manualmente con ellos, sembrando, construyendo, cortando leña, lavando ropa, una vida de austeridad, de pobreza y persecución”.

En 1936 envió a Roma al padre Hermenegildo Rangel a estudiar Derecho Canónico. En 1937 envió seminaristas teólogos a Moctezuma, Nuevo México, donde inauguraron una escuela Jesuita. En 1938 también mandó a Roma a Cruz Acuña Gálvez para prepararlo como maestro. Preparaba los cimientos.

En esa época funda el seminario La Parcela en Hermosillo (actualmente donde está Instituto Kino) del cual era rector y maestro. Fue para los 40s cuando regresan los alumnos enviados y llegaron a tener hasta 60 muchachos.

En La Parcela ordenó sacerdotes como Ernesto López Yescas, Pedro Villegas, Roberto Montaño, Elías Portela, entre otros que después en sus instituciones, aplicarían los principios de formación Navarretianos: piedad, estudio y trabajo.

Padre Armando Armenta, encargado del Archivo Histórico de la Arquidiócesis, explica el impacto del trabajo pastoral de Navarrete en Sonora.
Padre Armando Armenta, encargado del Archivo Histórico de la Arquidiócesis, explica el impacto del trabajo pastoral de Navarrete en Sonora.

“Navarrete siempre se preocupó que el sacerdote, basado en ejemplo de Jesucristo, tuviera una vida austera, que su riqueza fuera Jesucristo para servir al pueblo y a Dios; el trabajo manual era para que fueran solidarios con el pueblo trabajador, ahí criaban ganado, había apicultura, hortaliza, carpintería, albañilería, imprenta”.

“Siempre se preocupaba que hubiera sacerdotes capacitados, humildes, serviciales. Le mortificaba mucho el mal ejemplo del sacerdote, que hubiera quejas contra el comportamiento de los sacerdotes, y él decía en los años 20s ‘prefiero pocos sacerdotes, pero serviciales, a muchos que no tengan espíritu de servicio cristiano para la comunidad’.

Un hombre estratégico, ordenado y de acción

La raíz de la permanencia del pensamiento de Navarrete que en nuestros días aun hace eco, radica en el espíritu evangélico, sostiene el Padre Armenta. Y es que promovió esta formación basado en la enseñanza de la Iglesia, y cuando se da este tipo de formación, el espíritu que se transmite permanece.

“Tuvo esa capacidad porque fue un hombre de oración, de meditación, de contemplación de la figura de Jesucristo y de ahí brotaba en él una caridad pastoral”, explica.

Pero la acción era determinante para contagiar a sus alumnos y la sociedad. “Practicaba el catolicismo social de manera ordenada, era estratega, lo cual ayudaba a la hora de darle formalidad a las instituciones. Así, sus discípulos aplicaban también esos procesos”.

Don Juan Navarrete se retiró de la vida religiosa el 11 de agosto de 1968, cuando tenía 82 años de edad. Sus últimos días los vivió en una humilde vivienda ubicada entre la capilla del Carmen y el Instituto Kino.

En el día pasaba horas entre contemplación y rosarios, al caer el sol tras una cena frugal, rezaba las oraciones de la noche y como siempre se disponía a dormir entre cuiltas tendidas en un áspero catre. El 21 de febrero de 1982, a las dos de la madrugada, entregó su espíritu al Creador.

Actualmente el Vaticano sigue el proceso de beatificación de Mons. Juan Navarrete, de Sonora al Cielo.