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La Manga, el rostro de la marginación a un kilómetro de San Carlos

“Cuando salimos rumbo a San Carlos, vemos el poste de luz cómo llega al final del camino y luego en vez de seguir hacia nuestra comunidad dobla hacia la playa donde están las residenciales y los hoteles, parece que allá la necesitan más ¿y nosotros?”

Por Gerardo Moreno

A penas a unos 10 minutos más allá de dónde termina la calle principal de San Carlos, Nuevo Guaymas, avanzando por un camino de terracería mal trazado, lleno de hoyos y lomas, existe una comunidad que ha sobrevivido por alrededor de 45 años olvidada por la sociedad. Se trata de “La Manga”, una población que pertenece al municipio de Guaymas pero que ha sido marginada al punto de no contar con energía eléctrica, agua entubada, ni los servicios más básicos para vivir.

En la comunidad pesquera de La Manga, ubicada a un kilómetro de lujosos condominios de San Carlos, viven alrededor de 150 personas sin luz, ni agua, ni drenaje.
En la comunidad pesquera de La Manga, ubicada a un kilómetro de lujosos condominios de San Carlos, viven alrededor de 150 personas sin luz, ni agua, ni drenaje.

Cuando el conductor llega al final del boulevard, justo donde se encuentran las instalaciones de lo que fue el hotel Paradiso, ahí termina el asfalto y un pequeño letrero azul indica que si sigues derecho por un camino de tierra llegarás a La Manga. Apenas avanzando el conductor se da cuenta que atrás quedó el lujo y la gran inversión turística y urbana que representa San Carlos.

A poco más de un kilómetro de distancia se encuentra un panorama totalmente diferente. Casas humildes y algunas de cartón alrededor de la calle, cercos de madera, una capilla vacía con veladoras encendidas y en frente un parque improvisado donde los niños no juegan.

Sobre el camino un par de restaurantes de mariscos justo a la orilla de la playa que sirven todo tipo de productos recién sacados del Mar de Cortés.

Al final de La Manga se encuentra el restaurante de “Rosita”, quien tiene años sirviendo los platillos del mar y es uno de los principales motivos de que los turistas lleguen a la comunidad. En contraste con el resto del pueblo ahí se ve cómo van y vienen camionetas, pick ups del año y todo tipo de vehículos, principalmente a la hora de la comida.

A la orilla del mar una veintena de pangas permanecen amarradas a la playa esperando que sus dueños las utilicen para ir a pescar, lo cual es la única actividad económica que se puede realizar en La Manga, salvo trabajar en uno de los restaurantes o vender artesanías.

En esa activada nos encontramos a una joven quien instaló un pequeño puesto a la orilla de la calle principal. Sentada bajo una palapa rodeada de conchas, caracoles, estrellas de mar y otros productos extraídos del mar que artesanalmente va uniendo con un hilo hasta crear adornos colgantes que vende a los pocos turistas que llegan a precios que van de los 20 hasta 600 pesos, dependiendo del tiempo que invierte.

Este pequeño poblado tiene alrededor de 45 años y las familias viven de la pesca.
Este pequeño poblado tiene alrededor de 45 años y las familias viven de la pesca.

Con un clavo a medio oxidar, una piedra, y unas pinzas, perfora cada una de las conchas de los moluscos y las va uniendo para hacer su trabajo: “yo los hice todos, las conchas me las traen del mar, solo dejo que sequen para poderlas utilizar y voy haciendo el adorno”, platica.

Ella tiene 28 años viviendo en la Manga, ahí nació y creció. Recuerda que la comunidad ya tiene más de 45 años y nunca ha tenido energía eléctrica. Las autoridades decidieron que no era necesaria llevarla ahí.

“Cuando salimos rumbo a San Carlos, vemos el poste de luz cómo llega al final del camino y luego en vez de seguir hacia nuestra comunidad dobla hacia la playa donde están las residenciales y los hoteles, parece que allá la necesitan más ¿y nosotros?”, se pregunta.

Las únicas casas que sí tienen luz, al igual que la pequeña escuela, fue gracias a que un par de años atrás, académicos de la Universidad de Sonora lanzaron un programa piloto para que las habitantes pudieran adquirieran paneles solares. Con estos aparatos almacenan energía durante el día y permite encender un foco y algún electrodoméstico durante la noche.

También hay quienes han podido comprar plantas de luz que funcionan con gasolina, o bien conectan bombillas desde la batería de sus coches.

También el servicio de agua potable es una carencia visible, la mayoría de las viviendas tiene tinacos en los patios, ahí almacena agua tanto para beber como para las diversas necesidades del hogar.

El resto, al caer el sol de la tarde permanecen en penumbras, pudiendo ver en la oscuridad únicamente gracias por la luna y las estrellas.

Así es la vida a diario en La Manga, tan cerca de la sociedad pero a la vez abandonados por la misma.

Como si no existieran

Los restaurantes de mariscos a la orilla de la playa son el principal atractivo de turistas.
Los restaurantes de mariscos a la orilla de la playa son el principal atractivo de turistas.

Según los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), La Manga es una comunidad reconocida por las autoridades Municipales, Estatales y Federales como un “campo pesquero” dentro del municipio de Guaymas, que cuenta con 146 habitantes.

El 60% son menores de edad, hay más hombres pero las mujeres tienen en promedio dos hijos. El grado de escolaridad es de siete años, es decir que abandonan al primer año de secundaria y el 53% de la población mayor a 12 años está desocupada.

En el 2010 había 88 viviendas de las cuales solo el 4% contaba con energía eléctrica, es decir cinco casas, ninguna tenía agua entubada ni drenaje.

Al 2017 la situación cambió no gracias a los gobiernos sino a al apoyo de la Universidad de Sonora para adquirir los paneles solares. Sin embargo, la gran mayoría de la población en La Maga sigue en la marginación y la pobreza.