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La verdadera y la falsa virtud

Las virtudes, el vestido de gala de la personalidad.

Por Guadalupe Rojo

Queridos amigos todos sabemos que las virtudes son hábitos buenos adquiridos por la repetición con esfuerzo, para modificar una conducta indeseable y adquirir una buena.

De lo que no se habla frecuentemente es de las características de la virtud verdadera y la falsa, pues habría que diferenciar entre los intentos y los logros en este campo. Son tres las características que debe tener la virtud verdadera.

Debe ser interior y perfecta

La virtud debe formar parte de la voluntad íntima que desea hacer el bien y no ser una postura que se adquiere para determinados momentos.

Es una convicción que nace de la razón y de la voluntad, la persona virtuosa no finge ser virtuosa, sino que lo es porque su razón y su voluntad así lo desean. No se imponen normas de conducta, sino que “QUIEREN” no basta parecer virtuosos a los ojos del mundo.

Las virtudes son un entramado que hace que al crecer en una, necesariamente se adelante en otra virtud. No es posible practicar solo una, sino que una va jalando a las demás, de manera que no es exagerado decir que si se ha emprendido el camino de las virtudes, se ha emprendido el camino la perfección.

Debe ser humilde

La virtud verdadera no cae en el engaño de creer que valemos más de lo que realmente valemos, se esfuerza en reconocer el valor en las acciones de los demás y está atento a sus propias faltas, comprende que la vida es una lucha constante y es benévolo en sus juicios con los demás y es exigente consigo mismo, siempre está dispuesto a servir con agrado y no busca las alabanzas ni le agrada ser el centro de la atención de los demás.

No se comportan de manera diferente en el interior de su casa que como lo hacen en las reuniones públicas, y no se irritan ante una corrección, antes bien la agradecen.

Debe ser constante

Permanece anclada como una roca firme que no se mueve fácilmente.

No se puede pasar constantemente de la virtud al vicio y del vicio a la virtud, la virtud verdadera se mantiene con una conducta constante que no cambia por las inclinaciones personales.

Son muchos los que practican la virtud por un tiempo, pero poco a poco la comodidad y la pereza hacen que se pierda el primer impulso alegre de ser virtuoso.

Como un peñasco en medio del mar, azotado por fuertes vientos, la verdadera virtud permanece inamovible, no actúa según las ganas, o el gusto, permanece aun cuando la adversidad hace difícil practicarla.

El mejor modelo que se puede presentar como modelo de virtud interior, perfecta humilde y constante lo encontramos en el Santo Job que sufrió toda suerte de contratiempos, de percances y de desgracias y nunca perdió la paz, ni siquiera cuando fue tocado en su propio cuerpo con la terrible enfermedad que sufrió, además de la tristeza de la soledad, cuando todos lo dejaron solo, incluso su esposa y sus amigos, sin lograr sacar siquiera una queja, por el contrario pronuncio las palabras que nos sirven de ejemplo hasta hoy “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, santa es su voluntad”.

La virtud produce frutos

Paz interior y progreso material, reviste la personalidad de una plenitud que provoca en los demás el deseo de emularla.

Las personas virtuosas van dejando tras de sí una estela de agrado y producen frutos buenos en los demás, pues PASAN POR EL MUNDO HACIENDO EL BIEN,

Busca incansablemente la verdad.