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Las emociones y los graves problemas digestivos

Por Marina Brauer y Téllez-Girón

En la actualidad existen dos intereses básicos en el ser humano, uno es del orden existencial: la felicidad y cómo lograrla. El otro es la salud y cómo lograrlo. En ese aspecto la enfermedad es lo único que nos hace saber que la vida es sufrimiento y que la única manera de dejar de sufrir es aceptar que la única forma de lograrlo es vivir de la manera más sana, comiendo alimentos más sanos, practicando ejercicios de meditación a través de la oración, la musicoterapia, los paseos al aire libre y respetando los animales y el entorno que nos rodea, tratar de entender y comprender que cada enfermedad tiene un causal. Y como decía S. Freud: “Cuando la boca calla, el cuerpo habla”. Cada órgano representa un sentimiento: y cada enfermedad la oportunidad de cambiar el rumbo.

Es preciso considerar que somos realmente los seres humanos. No somos objetos, como las máquinas. Si fuésemos entidades meramente mecánicas, entonces las propias máquinas podrían aliviar todos nuestros sufrimientos y satisfacer todas nuestras necesidades. Por esta razón es importante que podemos ser una persona sana conociendo la percepción de nuestros propios órganos, y considerar los hábitos alimenticios en este sentido.

Cada día es mayor el número de personas que tienen molestias crónicas o que surgen sin motivo aparente con diversos problemas digestivos, los afectados sufren dolores, gases, náuseas, diarrea, estreñimiento, gases, dispepsia-digestión pesada, como consecuencia del estrés, y el miedo.

El estómago y el intestino tienen un rendimiento diario sorprendente a lo largo de una vida de 75 años, el tracto digestivo debe gestionar unas 30 toneladas de comida y 50 toneladas de líquidos.

Para que todo este material sea transportado, degradado y absorbido, y sus desechos finalmente expulsados el cuerpo genera cada día un litro de saliva, dos litros de ácidos, medio litro de bilis, dos litros de secreción pancreática y dos litros de secreción del intestino delgado.

Cerebro intestinal

El responsable de todos estos procesos es el sistema nervioso entérico, también llamado como “cerebro  intestinal”. Se encarga de regular los movimientos del intestino, la digestión frente a agentes nocivos en colaboración con las células inmunológicas.

En el tracto gastrointestinal hallamos 8 metros de longitud y cien metros cuadrados de superficie, unos 100 millones de células nerviosas, bastante más de las que se encuentran en la médula espinal. Estas neuronas producen en los mismos neurotransmisores que sus hermanas del cerebro, como la serotonina, la dopamina, y unas 40 sustancias con las que se transmiten instrucciones.

Lo sorprendente es que el flujo de información va en un 90% de la barriga a la cabeza y no al revés. El cerebro intestinal trabaja en buena medida de forma autónoma y se comunica con el cerebro superior a través del nervio vago, la porción parasimpática del sistema nervioso vegetativo. Por tanto está superada la descripción de enfermedades “psicosomáticas,” término que implica una preeminencia del “cerebro superior” -la psique- sobre el cuerpo o soma.

La mayoría de los pacientes sufren de una hipersensibilidad visceral, es decir parecen sentir demasiado lo que ocurre en sus vísceras.

El tratamiento médico a seguir después de realizar diversos estudios será la administración de antidepresivos que reducen el umbral de percepción.

La sensibilización intestinal puede ser producida por causas tanto físicas como mentales y no tiene marcha atrás. En cualquier caso, se pueden reducir los síntomas abordándolos desde todos los aspectos: la dieta, las emociones, los pensamientos así como los hábitos cotidianos.

Se recomienda llevar un diario donde se anoten los alimentos que se consumen junto con el momento que aparecen los síntomas. Se puede sugerir que anoten por 3 días los alimentos que los alteraron y así cada vez analizar que alimentos son los que más producen los síntomas.

También es importante no excederse en el volumen de las comidas. Se recomienda realizar cinco comidas diarias bien repartidas que un desayuno parco, y dos comidas abundantes. Los alimentos ricos en fibra y una ingesta suficiente de agua también ayudan a que la circulación intestinal sea fluida. Las frutas y las hortalizas aportan fibra y contienen enzimas que facilitan la digestión, (se recomienda comprobar si el repollo, brócoli, coliflor y la naranja no provoquen molestias).

Medidas para favorecer una buena digestión

En la mesa hay que dejarse llevar por los sentidos del gusto y por el apetito. No hay que pensar que cada alimento es una amenaza. Comer tranquilamente y masticar muy bien.

Hay que huir del estrés, los equipos electrónicos, no discutir en la comida. Si está tenso, nervioso o con ansiedad esto se va reflejar en el funcionamiento del aparato digestivo. Se recomiendan las preparaciones sencillas, al vapor, horneadas, a la plancha o cocidos.

Se recomienda el consumo de alimentos probióticos que contienen microorganismos vivos, que favorecen el buen estado de la flora bacteriana, esencial para la digestión. Los alimentos prebióticos contienen alimento para la flora bacteriana, frutas y hortalizas ricas en fibra, y los oligosacáridos como la cebolla, el ajo, el poro, plátano y tomate.

Los germinados como los brotes de legumbres, lentejas, frijoles, cereales (trigo, cebada) berro, rábano, calabaza, semillas de girasol, ajonjolí, y linaza contienen enzimas que estimulan la digestión, muy útiles para quienes tienen el estómago delicado. Evitar los estimulantes, cafeínas, alcohol, tabaco, etc.