DestacadaHéctor Rodriguez Espinoza

Los sueños políticos, sueños o pesadillas son

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I. En 1994. Dos prominentes políticos se batían en duelo como el país mismo. A uno lo mataron ¿en la impunidad y el olvido?, a otro lo marcaron las heridas hasta su muerte.

II. Manuel Camacho Solís. Nació el 30 de marzo de 1946 en México, DF, estudió primaria, secundaria y preparatoria en el Instituto Cumbres. Licenciado en Economía por la UNAM, donde conoció a Carlos Salinas de Gortari, Emilio Lozoya Thalmann y José Francisco Ruiz Massieu. Maestro en el Colegio de México y autor de ensayos sobre la situación económica y política de México en las últimas décadas.

En 1988, designado Salinas candidato del PRI a la presidencia, nombrado secretario general del CEN y luego jefe del Departamento del DF. Después de renunciar al DDF por no haber sido designado candidato a la presidencia en noviembre de 1993, Salinas lo designó secretario de Relaciones Exteriores. Al surgimiento del EZLN el 1 de enero de 1994, nombrado coordinador para la reconciliación en Chiapas y después de intensas negociaciones logró la firma del cese al fuego.

En 1999 fundó el Partido del Centro Democrático que en el 2000 lo postuló a la Presidencia, logró el 0.6 % de votos y perdió su registro condicionado. En 2003 postulado por el PRD como diputado federal y en 2012 al Senado.

III. Crónica de un encuentro inesperado y su aggiornamientoEn mi época de colaborador de El Imparcial, verano de 1998, publiqué el siguiente artículo que debe refrescar nuestra proverbial desmemoria y cobra necesaria actualidad:

“INVITACIÓN. Del director, José Santiago Healy, en reunión de editorialistas, el 23 de junio de 1998. Al día siguiente nos visitaría el Lic. Manuel Camacho. Pensé en el respeto a nuestros lectores al compartirles temas de interés y consideré mi deber aprovechar la oportunidad de entrevistar a un sui géneris protagonista de la política mexicana. Su origen académico; su pertenencia al proyecto político de largo plazo salinista; su Regencia del DF; su actitud poco generosa a la candidatura de Colosio; su señalamiento condenatorio al grupo de interés que rodeaba al ex Presidente: Córdoba Montoya, Raúl Salinas de Gortari, Emilio Gamboa Patrón y otros; su papel con el EZLN; su —justa o injusta, pero explicable— carga de condena pública a cuestas, desde el sacrificio de Luis Donaldo; su posibilidad frustrada de ser Presidente, “pero no a cualquier precio”, en la víspera del crimen; su distanciamiento de Zedillo; su renuncia al PRI decisión de fundar el PCD.

A las 7:50 hrs. la Sala Cultural estaba cerrada, llegaron Jorge Murillo Chisem y el estudiante César O. Rodríguez Rubio. Charlamos en el calor temprano de la canícula. Les comento que el personaje lo concibo como un solitario en tierras agraviadas y enemigas, cuando llega en modesto automóvil, tripulado por el Lic. Alberto Celis Velasco, “el único Camachista del Estado”, se auto designa. Se van a saludar al Director, regresan, mientras abren la puerta. Pasamos a una salita al café. Rompen el hielo las evocaciones de Alberto sobre mi época de su maestro y director de Derecho en la Unison, en los románticos 70s.

Camacho, prototipo del político mexicano moderno, atildado, extrovertido, sin un kilo de más, tez blanca, lampiño, lentes, cejas arqueadas, mirada curiosa y escrutadora, impecable traje obscuro cruzado, camisa blanca, fina corbata y elegante calzado.

Llega Reyna Haydée Ramírez con su espada desenvainada y, como marca de la casa y del ambiente, le espeta: ¿Trae armadura? Camacho le contesta con una anécdota de cómo —desarmado— hizo frente a un rabioso plantón de policías armados del D.F., brincando sobre la limosina diplomática blindada, ante guardias presidenciales por fuera del Palacio, mientras atendía a un Rey europeo.

Se incorpora Martín Holguín y otros, se improvisó un círculo. Manuel se despoja del saco. Lo presenta Holguín: “Pues aquí está, para que se defienda”. El eje, los casos Salinas, Colosio, Chiapas, Marcos, Diana Laura, Córdoba y la transición a la democracia. Los obuses son de Martín, buscando la de ocho columnas. Cornelio Montaño, Jorge Murillo y yo le planteamos interrogantes, sin la garra y colmillo periodísticos, con respeto. Reyna Haydée le lanza granadas de mano. A todos da amplia contestación, si bien no precisa. Tensión. Ni sonrisas. Pasada una hora, de pie y para despedirnos, Martín y Reyna Haydée, con grabadora, insisten en sacarle, con tirabuzón, una afirmativa sobre el caso Colosio. Lo logran. Sólo una se publicó en la edición siguiente.

Por encima de las naturales fobias y tempestades de rencor que se ha ganado Camacho Solís desde noviembre de 1993 —cuando sembró odio— en el gobierno, medios y la sociedad de Sonora, su incómoda presencia y versiones son importantes para la provinciana política. (El Imparcial, junio de 1998).

IV. Se equivocó AMLO. Federico Arreola, SDP Noticias.com, 18 octubre 2010:

“Anoche me entrevistaron en MVS Radio “Las del estribo”, “noticiero ameno con un toque de humor con Fernanda Tapia, Luis Cárdenas y César Filio”, sobre mi opinión sobre Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard Casaubón y Manuel Camacho Solís. La di con franqueza.

Palabras más, palabras menos dije que López Obrador se equivocó al apoyar a Ebrard para que llegara a la jefatura de gobierno del DF; que cometió un error grave al aceptado en su equipo de campaña en 2006 a Manuel Camacho.

Que Cuauhtémoc Cárdenas realizó un mejor juicio que Andrés Manuel, si no por otra cosa, porque nunca estuvo de acuerdo con la relevancia política que el tabasqueño dio a esos dos personajes tan ligados a Carlos Salinas de Gortari antes de 1994.

AMLO falló por haber dado tanto poder a dos tipos con vocación de traidores. Ahora, en el pecado está llevando la penitencia. Cuando más avanza su movimiento de resistencia, más lo sabotean ellos desde la jefatura de gobierno, empeñados en favorecer, desvergonzados, al PAN y a Felipe Calderón.

Les dije que no puedo, por ningún motivo, apoyar las ambiciones de Ebrard y Camacho, dos de los políticos que más chueco le jugaron a Luis Donaldo Colosio antes de su asesinato. Como Donaldo fue mi amigo, el mejor que he tenido; como me trató siempre con generosidad y respeto; como estuve, en marzo de 1994, en el sitio en el que fue abatido por las balas de la traición y del odio, no puedo ni debo respetarlos que tan chuecos se mostraron en aquella época.

Si en 2006, por respeto a AMLO, los traté más o menos con cordialidad, ya no. Cuando hace cuatro o cinco años los vi en el equipo de López Obrador, pensé que habían cambiado. Me equivoqué.

Es que, carajo, los principales enemigos del movimiento de cambio democrático encabezado por Andrés Manuel no están en el PRI o en el PAN, sino en el PRD y en el gobierno del DF, los chuchos, sí, pero también (y sobre todo) ellos, que ya probaron estar dispuestos a cualquier cosa con tal de evitar que el proyecto de AMLO prospere.

En 1994 traicionaron a Colosio. Hoy a López Obrador. Luis Donaldo no tuvo la culpa porque no les regaló ninguna clase de poder. Andrés Manuel sí, por haberlos resucitado. Ojalá que la historia no se repita.”

V. Dieciséis años después. Manuel Camacho en TRAGALUZ de Fernando del Collado 09/03/2014 “Si hubiera mandado matar a Luis Donaldo Colosio, estaría en el poder”. “No me perdonan tener independencia. Nunca hice negocio ni recibí nada que no fuera legítimo. Salinas es mentiroso, vengativo y trata de sobrevivir. Los priistas van al autoritarismo”, comentó…

—¿Padece amnesia, don Manuel?

—No.

—¿Visiones fantasmagóricas?

—Pues de los que las quieren ver.

—¿Diría que en pleno uso de sus facultades mentales?

—Hasta ahorita.

—¿Incluso para la manipulación?

—También.

—¿Es posible que las personas cambien?

—No mucho.

—¿Usted ha cambiado?

—He aprendido.

—“Este Manuel no cambia porque no aprende”, ¿eso es verdad?

—He aprendido de la derrota.

—¿Eso se lo dijo Colosio?

—Se lo dijo a quienes no les tenía confianza.

—¿Qué ha aprendido de las traiciones?

—Poco, procuro no fijarme en ellas.

—¿Qué es lo que no le perdonan?

—Tener una independencia personal.

—¿Qué es lo que no se perdona?

—A veces, decir no.

—En fin, ¿lo suficientemente grande para que no lo intimiden?

—A veces pueden generar alguna preocupación, pero me sobrepongo.

—¿Ni Salinas?

—Pasado.

—¿Salinas le es irrelevante?

—Ya no es importante.

—¿Los dos son irrelevantes?

—Puede que yo sí.

—¿Quién miente con mayor veracidad?

—Yo no miento…

—¿Salinas?

—Sí.

—¿Salinas con amnesia?

—¡Ya lo dije!

—¿Parece que recuerda tan bien como para mantenerse resentido?

—Creo que él trata de sobrevivir también.

—¿Vengativo?

—Eso dicen.

—¿Peligroso?

—No tanto.

—¿Qué podría decir Salinas que lo comprometa a usted?

—Puede decir lo que quiera…

—¿Qué le pagaron en especie del erario, don Camacho?

—Eso que dice de Santa Fe y esas cosas… Salinas sabe perfectamente que nunca hice un negocio ni recibí nada que no fuera legítimo.

—¿Algo de cola tendrá para que le pisen?

—Pues sí, no soy perfecto, pero en las cosas importantes me atrevo a seguir siendo combativo.

—¿Nos dirá que usted no miente?

—No, no me gusta decir mentiras.

—¿Ni al amanecer?

—Menos.

—¿Ni después de comer sapos?

—Hay veces que se tiene uno que callar, pero no es necesario mentir.

—Parece que al ex presidente le gusta guardar y aumentar expedientes…

—A lo mejor tiene una acumulación grande de expedientes, no sé.

—¿Eso es propio de un estadista?

—No.

—¿Salinas lo fue?

—Le faltó.

—¿Y tiene cuentas por pagar?

—¡Conmigo no!

—¿Salinas se llevó la partida secreta?

—Él tendría que dar una explicación.

De la Madrid también reveló que a los dos se les filtró el crimen organizado…

—Se filtró a muchos, por mucho tiempo.

—Usted ¿por qué le ofreció protección a su familia?

—Estaba siendo atacada y la información que tenía me permitía hacer ese ofrecimiento.

—¿Qué peligros corrían?

—Los peligros de corrupción de Raúl.

—En fin, ¿cuáles son los mayores temores de Salinas?

—Que los esfuerzos que hizo no le sean reconocidos.

—¿Qué tanto se valora, don Manuel?

—Pues me respeto a mí mismo.

—¿Cree que los mexicanos lo valoremos?

—No importa, estoy tranquilo conmigo mismo.

—¿Quizá su mayor valor radique en dejar de guardar cosas?

—Mi mayor valor es saber escuchar y respetar los acuerdos a los que llegué.

—¿QUÉ LE PARECE SI NOS VA DICIENDO QUIÉN MATÓ A COLOSIO?

—LO QUE TENDRÍAN QUE EXPLICAR, QUIENES HICIERON INVESTIGACIONES, ES LA LÓGICA DE TODO LO QUE SE HIZO… LO QUE HE VISTO SON MATERIALES PARCIALES.

—¿Qué imágenes guarda de hace 20 años?

—Fuertes, lo que todos los mexicanos recordamos.

—Por cierto, qué difícil la mañana del 28 de noviembre de 1993…

—¿Cuando se dio el destape?… Sí, fue un momento difícil.

—¿El presidente que no fue?

—Eso ya no importa.

—“Cuánta razón tuvo el PRI de no hacerlo candidato en el 94”, le acaban de decir…

—Bueno, con esa lógica él tampoco hubiera sido presidente.

—¿Los egos andan sueltos?

—Pues hay que dominarlos.

—¿El PRI era Salinas?

—No, el PRI es más que Salinas.

—¿Hoy Salinas es el PRI?

—No hay que exagerar.

—Por cierto, cuando cenó con Colosio, ¿ya intuía que lo iban a asesinar?

—No.

—¿Qué mirada recuerda de él?

—De preocupación por la situación, también de afecto.

—En esa cena, ¿empeñaron su palabra?

—En esa cena nos hablamos con sinceridad.

—¿Se abrazaron?

—Sí.

—¿Creyó en el compromiso acordado?

—Creí que estaba hablando sinceramente.

—¿A qué acuerdos llegaron?

—A que íbamos a cerrar bien Chiapas y que nos íbamos a aliar para hacer la transición a la democracia.

—¿Sospechaba que lo estaban espiando?

—Sabía que…

—¿Salió de ahí pensando que lo podría manipular después?

—No, salí pensando que podía cerrar bien Chiapas.

—¿Le ofreció dinero?

—No, no se hubiera atrevido.

—¿Le garantizó protección?

—No la necesitaba.

—¿Lo invitó a su gobierno?

—Sí.

—¿Colosio traicionó a Salinas?

—No creo.

—¿Cuál fue su error?

—Él hizo lo que pudo.

—¿SALINAS PUDO HABER ORDENADO SU ASESINATO?

—NO LO CREO.

—¿Hasta dónde debemos guardar las verdades?

—Deberíamos darle a la nación esa respuesta.

—¿El Estado es asesino?

—En algunos casos.

—¿Es el crimen de Estado el perfecto?

—No hay que sacar implicaciones adicionales a la realidad.

—¿Quién lo convenció de saludar la candidatura de Colosio aquel 22 de marzo de 1994?

—Nadie… mi instinto político.

—Casi 24 horas antes del crimen…

—Sí.

—Apenas el tiempo para deslindarse…

—O sea, si yo hubiera tenido otra idea, no hubiera hecho nada.

—Por única vez el reloj político le dio su tiempo exacto…

—Tomé la decisión correcta.

—En política, ¿nada es coincidencia?

—No, es claro que hay coincidencias y hay circunstancias.

—Sería el sospechoso número uno, don Manuel…

—Pues a los ojos de quien quiera…

—¿USTED LO MANDÓ MATAR?

—SI LO HUBIERA MANDADO MATAR, ESTARÍA EN EL PODER…

—¿Todos lo matamos?

—No, lo mataron quienes lo mataron. Éste es un tema penal, judicial…

—¿Todos lo seguimos matando?

—No, no. No hay que hacer de una tragedia un melodrama.

—¿No se habrá suicidado?

—¡Desde luego que no!

—A propósito, ¿a usted lo interrogaron?

—Claro que sí.

—¿Qué les faltó por preguntarle?

—Me interrogaron y me echaron al régimen varios años encima, con todo.

—¿Qué le faltó a usted por decir?

—Dije lo que me preguntaron.

—¿Ha ido a ver a Mario Aburto?

—No.

—¿Ni por curiosidad?

—No.

—¿Qué le preguntaría?

—No tengo nada qué preguntarle.

—¿Ha hablado con Córdoba Montoya?

—Sí.

—¿Dónde está?

—No sé, lo he visto dos, tres veces.

—¿Él sabe más cosas de lo que calla?

—No sé. No conozco tanto a Córdoba.

—INSISTO, ¿QUIÉN MATÓ A COLOSIO?

—AHÍ ESTÁ LA EXPLICACIÓN DEL CRIMEN, DE LA PARTE POLÍTICA HABRÍA QUE HABLAR EN SERIO.

—¿Se siente atrapado en ese pasado?

—Para nada.

—¿Cuándo supo que ese crimen jamás se resolvería?

—Nunca supe qué iba a pasar, porque no supe por qué pasó.

—¿Se ha puesto a pensar que, de haber sido elegido, a usted lo hubieran matado?

—Eso sí lo he pensado.

—¿Y?

—Estoy vivo…

—¿Corrían los mismos peligros?

—Quizá en algún momento, sí.

—¿Iban por él?

—No sé.

—¿Qué intereses dañó?

—No sé, no sé cuáles dañó.

—Bueno, no nos diga quién, sino ¿por qué lo hicieron?

—No sé… no sé. Sé que le causaron un gran daño a México.

—¿Se ha sentido culpable por esa muerte?

—No.

—¿Ha hablado con los hijos de Colosio?

—No.

—¿Algo qué advertirles ahora?

—Nada.

—¿De quién les diría que se cuiden?

—No me atrevería a decir una cosa así a nadie.

—Tiene a Colosio frente a sí… ¿qué le faltó por decir?

—Lo recuerdo con afecto. Finalmente trabajamos juntos.

—¿Qué tanto conoció Colosio a Salinas?

—Lo conoció muy bien.

—¿Qué tanto conoció usted a Colosio?

—Lo conocí muy bien.

—Parece que el que acabó conociéndolos mejor fue Zedillo, ¿no?

—Los conoció a los dos muy bien.

—¿Zedillo jugó mejor?

—Fueron circunstancias. No, no, no fue cálculo.

—¿Ganó?

—Fue presidente.

—¿Le ganó incluso a Salinas?

—Fue presidente.

—Es la guerra interna que viene, ¿no?

—Es lo que pasó entonces y hoy vivimos otra circunstancia.

—¿Usted se uniría a Zedillo?

—Puedo hablar con Zedillo.

—¿Hacia dónde van los priistas?

—Hacia un autoritarismo competitivo.

—¿Tendrá Peña temple para no caer en la represión?

—Espero que tenga cálculo.

—¿Cómo ve a Videgaray?

—Un técnico competente.

—¿Y a Osorio?

—Un jefe de Gobernación dedicado.

—¿Le recuerda al 94?

—No.

—En tanto, Beltrones al acecho…

—Beltrones cuida su espacio.

VI. FALLECE MANUEL CAMACHO SOLÍS 05/06/2015 NOTIMEX.

CIUDAD DE MÉXICO, 5 de junio.- Esta madrugada falleció el senador Manuel Camacho Solís, a los 69 años de edad, luego del cáncer que padecía desde hace algún tiempo, confirmó el presidente del senado, Miguel Barbosa Huerta.

Su cuerpo fue velado en el panteón francés.VII. Su memoria yace en el fondo del séptimo círculo del purgatorio de la Divina Comedia de Dante Alighieri.