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Mario Moreno Cantinflas, filántropo de corazón

En estos días aciagos que nos pone a prueba de qué madera moral estamos hechos, todos, se debate en los Medios y redes sociales, el papel que están jugando, ejemplar o anti ejemplarmente, los millonarios de este país y, en especial, los artistas y deportistas que compiten y ganan en la arena internacional

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I.- Siempre he sido un admirador y –¿por qué no confesarlo? – uno de los millones de fans de Mario Moreno, Cantinflas, este artista representativo del llamado cine de oro mexicano. No me canso –antes al contrario– de admirar y justipreciar su filmografía, más de 50 películas (https://listas.20minutos.es/lista/filmografia-de-cantinflas-388510/)

II. A mis alumnos universitarios de Derecho les recomiendo Un quijote sin mancha, el abogado Justo Leal y Aventado. Es un pasante que recibe clases de un viejo abogado, el profesor Ramón Arvide (Ángel Garasa), ya retirado, quien enumera las muchas formas en que Justo le recuerda a Don Quijote, personaje de Don Quijote de la Mancha, diciendo: «Eres partidario de la justicia; te gusta ayudar a los pobres, aun sabiendo que poco, o nada, pueden darte; en fin…eres un hombre puro, y sin mancha».

Justo trabaja como pasante en el prestigioso bufete de abogados de los Mancera, cuya clientela suele ser de la élite. A Justo no le gusta el trabajo, aunque tiene una amiga allí en la secretaria, Angélica (Lupita Ferrer). Justo pide un aumento en su salario, pero nunca se lo conceden. Esto, combinado con el disgusto que experimenta al tener que servir a clientes corruptos, lleva a Justo a renunciar, y a dedicarse a la defensa de aquellos que no tienen con qué pagar.

En el transcurso de la película, Justo defiende una serie de clientes. Libera a Cirilo Pingarrón, un joven acusado de robar un televisor de la tienda donde trabaja, de la prisión. Aunque Cirilo es realmente culpable del robo, Justo argumenta que solo quería llevarlo a su casa «por dos razones: Una, para comprobar qué tan portátil es este televisor portátil. Y la otra, para poder ver, como cualquier ser humano, ese gran partido entre América y Guadalajara», y que su intención era devolverlo al día siguiente. Justo también llama la atención sobre el hecho de que el dueño de la tienda (un español cuyo acento es casi incomprensible) le paga a Isidro solo cuarenta pesos a la semana, lo que argumenta que está lejos de ser lo que establece la ley.

En otro caso, Justo también ayuda a Sara Buenrostro (Susana Salvat), una joven viuda a quien le quieren quitar a su hija porque trabaja como bailarina en un club nocturno. Justo señala la hipocresía de los acusadores, indicando que el abogado acusador (uno de los Mancera con quien Justo había trabajado anteriormente) había sido visto tomando el sol con la secretaria de un colega. La vergüenza, combinada con el hecho de que Justo le había conseguido a la Sra. Buenrostro otro trabajo como operadora telefónica, hace que se retire la demanda y la joven madre se queda con su hija.

Mientras tanto, el vecindario en el que vive Justo está bajo la amenaza de que el propietario expulse a los inquilinos para subir la renta. Justo toma la defensa de sus vecinos, y en una reunión convocada con el propietario, Justo, aprovechando que había comprado un teléfono que aún no había sido conectado, pretende tener una conversación telefónica con el Subsecretario de Salubridad, incluyendo hacer creer al propietario de una nueva ley que castigaría la falta de mantenimiento de viviendas con cárcel. Sintiéndose amenazado por la nueva ley, y siguiendo el consejo de Justo, el propietario no solo decide no echar a los inquilinos, sino hacer varios arreglos en las casas.

El mismo juez que presidió el caso de la Sra. Buenrostro le pide a Justo que vaya a buscar a su hijo, quien dejó la casa para dedicarse al estilo de vida hippie. Justo se viste de hippie para entrar en un club frecuentado por hippies donde encuentra al joven, y mientras intenta convencerlo de que regrese a casa, la policía allana el club y lleva a todos a la cárcel, incluido Justo, a quien ven como otro de los hippies. Justo regaña a los jóvenes en la cárcel, criticando su falta de amor por el trabajo, diciéndoles «Quieren liberarse, y se están convirtiendo en esclavos de sus propios vicios». El profesor Arvide escucha la noticia de que Justo ha sido llevado a la cárcel y corre a la estación de policía para sacarlo, pero se va con tanta prisa que olvida cambiarse de ropa y llega vestido en pijamas, por lo que la policía lo toma por otro hippie y lo meten en la cárcel con Justo. Después de pasar la noche en la cárcel, Justo, el profesor y el hijo del juez son liberados. El joven, arrepentido, le promete a Justo que sus días de hippie han terminado y regresa a casa.

Los vecinos celebran la salvación del barrio (y el cumpleaños de Justo) con una fiesta. Justo está a punto de declarar su amor por Angélica, cuando ella anuncia que ella y el hijo del propietario están comprometidos. Durante la fiesta, el profesor Arvide, mientras baila con Angélica, sufre un ataque; Justo lo acompaña a su apartamento, donde el profesor, después de darle algunos consejos finales a Justo, muere.

En la última escena, unos días después de la muerte del profesor, muchos de los personajes que Justo ha podido ayudar llegan a su casa/oficina para agradecerle por su servicio. La película termina con Justo caminando en triunfo por las calles de la Ciudad de México.

III. Hasta el Papa jesuita Francisco pondera y recomienda el buen humor y la oración de San Tomás de Aquino.

Una fan dice “El mejor cómico de todos los tiempos, mi favorita es Ahí está el detalle”. Otra de España escribe: “Pues ¿qué quereis que os diga? Para mí era el super de los super. todas sus pelis tenían mensaje. y «El señor doctor» vale más que todas las demás. Cómo al final opera a «beto» que se oponía (sobre todo) el padre y a ese final le construyen una clínica para él. La he visto….¡uf!…tropecientas mil veces y no me canso de verla”.

IV. En estos días aciagos que nos pone a prueba de qué madera moral estamos hechos, todos, se debate en los Medios y redes sociales, el papel que están jugando, ejemplar o anti ejemplarmente, los millonarios de este país y, en especial, los artistas y deportistas que compiten y ganan en la arena internacional.

Ante del riesgo ¿fatal? de la pérdida de la vida y de la salud de los millones de “los de abajo” –como los llamó Don Mariano Azuela–, ¿debemos dejarle todo el peso, la responsabilidad histórica a los gobiernos de los tres órdenes? ¿Debemos, AL MENOS, cumplir con el deber constitucional (art. 35, IV) de pagar puntualmente las contribuciones, a pesar del legítimo pretexto de la corrupción o de privilegiar “obras faraónicas no esenciales”? ¿Ni tan siquiera aprovechando su deducibilidad? ¿Será que fue el proverbial, injusto y corrupto sistema de justicia de salud y de seguridad social y judicial heredados (¡2.9! en el Índice de Percepción de la Corrupción) lo que les permitió agrandar sus fortunas y fugarlas al extranjero (Obedrecht)? Tengo más preguntas que respuestas …  

Pues bien, viene al caso revalorar a este gran artista y filántropo mexicano a quien el propio y grande Siqueiros inmortalizó en el mural del Teatro Insurgentes.       

V. FILÁNTROPO DE CORAZÓN

Las películas de Mario Moreno el actor son, por sí mismas, una fabulosa herencia, pero conocer su vida fuera de la pantalla y observar su amor por México, es un ejemplo inspirador.

Si bien es cierto que la risa es una respuesta biológica a determinados estímulos y que es una forma ancestral de comunicación, también lo es que es una inflexión oral que da paz y anima a quien la realiza.

Por ello, quienes son capaces de generar ese estímulo y brindar con ello un bálsamo al espíritu, merecen un tributo perenne. Un reconocimiento total por esa gracia o cualidad que comparte para aliviar el alma de todos sus pesares.

Genio, figura y carcajadas. Tuvo esa virtud, ese don para motivar desde una leve sonrisa, hasta prolongadas risas y sonoras carcajadas. Fue un comediante impar, pionero del cine mexicano que logró notoriedad en la Época de Oro de éste, al brindar también, con su carrera actoral, un orgullo internacional a México.

Su figura y vestimenta son memorables: de complexión y Personaje inolvidable estatura medianas, pantalones remendados-retenidos por debajo de la cintura-, la famosa gabardina –en realidad un pedazo de chaleco hecho trizas–, el paliacate enrollado al cuello, los zapatos viejos, así como un sombrerito de lado y un cigarro tomado siempre con la mano derecha.

Su forma de hablar era inigualable: una mezcla de coherencias e incoherencias expuestas al mismo tiempo, de forma casi atropellada; palabras y frases con ausencia de sintaxis, en un aparente caos lingüístico que, al final, remataban en una verdad… Así el verbo Cantinflear fue aceptado por la Real Lengua Española.

Personaje inolvidable. Con esa gracia innata, don Mario fue el artífice de nuestro personaje cómico favorito, una versión festiva del peladito de barrio, quien logró comunicarse mejor que nadie con la sociedad de México y el mundo.

En sus distintas caracterizaciones mostró al mexicano de buenas intenciones, esforzado en su quehacer; ejemplo del ciudadano que todos queremos ser en nuestras versiones de clase alta, media y baja.

Su talento le permitía improvisar y expresar, con ironía, la crítica al encumbrado o cuestionar a la autoridad, al prepotente, subrayando el abuso y lo mal hecho. Como figura popular de hablar incontenible, su personaje siempre señaló aquello con lo que no estaba de acuerdo. En cada papel salía en defensa de sí mismo y de sus semejantes. Era la personificación de la voz irreverente que todos llevamos dentro.

Legado de amor y alegría. En sus películas, el Cantínflas original que inició en las carpas en la década de los años 30, cambió un poco. Del papel de habitante urbano sin beneficio aparente, que se las ingeniaba para resolver entuertos cotidianos, el actor pasó por bombero atómico, bolero, policía, extra cinematográfico, torero bufón y, luego, cura, doctor, diputado, profesor y barrendero coqueto, al lograr siempre finales con vivencias positivas para sus personajes.

En todas las cintas, el legado de sus mensajes está pleno de verdad, logro y compromiso social, rodeados de amor y alegría. Sus diálogos estaban adaptados a situaciones en las que se ilustraban con claridad los anhelos, vivencias, problemas y soluciones de la gente del pueblo.

Ejemplo de compromiso. Las películas de Mario Moreno el actor son, por sí mismas, una fabulosa herencia, pero conocer su vida fuera de la pantalla y observar su amor por México, es un ejemplo inspirador; por su trascendencia social. En este ámbito, sus personajes se magnifican en una actividad personal que es ejemplo de compromiso.

En 1957, Mario Moreno ganó el Globo de Oro como mejor actor, en la comedia musical La vuelta al mundo en 80 días.

Detrás de sus personajes, por ejemplo, participó de forma activa con su gremio, al ser presidente de la Asociación Nacional de Actores (ANDA) con lo que logró uno de los mayores beneficios: la Casa del Actor, para la que aportó donativos personales muy significativos. También fue el primer secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC). Participó en múltiples eventos a beneficio de asociaciones y, al retirarse de su carrera, continuó con el apoyo a programas de profundo altruismo, ya que los ayudó incluso a título personal. Su nobleza le permitió, de forma muy plena, apoyar sobre todo diversas causas benéficas en favor de los niños. Fue un hombre con verdadera y clara Responsabilidad Social, alguien a quien siempre le interesó la gente y sus dificultades. Un filántropo de corazón.

Murió en su residencia el 20 de abril de 1993. Todo México le lloró. En esa fecha se fue para siempre el hombre noble, el comediante singular, pero comenzó la leyenda para Cantinflas como ícono del mexicano vacilador, servicial y comprometido. El personaje que por unanimidad es un ídolo ejemplar.

Fuente: Revista granito de arena | Somos México