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MORENA: cuando lo nuevo se hace viejo

En medio de pugnas de grupos internos de Morena, el pasado fin de semana se eligió a Alfonso Ramírez como presidente del partido.

El caso más emblemático de que Morena no es diferente a otros partidos ha sido Baja California, con la intención del gobernador electo Jaime Bonilla de ampliar su periodo de dos a cinco años

Por Bulmaro Pacheco

Por todos lados decían que iban a ser un partido diferente, distinto a los que hasta el 2014 había conocido el elector mexicano. Un partido alejado de vicios, corrupción y tendencias autoritarias. Un partido democrático, de avanzada y accesible a los ciudadanos, al nepotismo y la corrupción.

Ni partido oficial ni partido de Estado ni partido del gobierno, nos repetían a cada rato. El modelo contra el que habían luchado años atrás. 

Un Partido-movimiento, se decían nutrido de expresiones de las izquierdas, con un modelo similar al que diseñaron a los partidos de masas de finales de la Segunda Guerra Mundial. 

En su primera elección federal en 2015 alcanzaron el 8.82% de la votación equivalente a 3.3 millones de votos y 35 diputados federales, con lo que refrendaron su registro.

Para 2018, en su segunda elección, aliado Morena con los partidos Encuentro Social y del Trabajo, lograron 30.1 millones de votos, lo que les hizo ganar la Presidencia de la República. 

Mediante alianzas con el Verde y una parte del PRD ampliaron su dominio en la Cámara de Diputados hasta lograr la mayoría calificada; no así en el Senado, donde solo tienen mayoría simple. 

Morena, como partido (solo) en 2018 obtuvo 55 senadores y 191 diputados federales. Ganó el gobierno de la Ciudad de México, y amplió su dominio sobre Chiapas, Veracruz, Morelos, Baja California y Tabasco. Ganó 19 congresos de los estados y varias capitales estatales. 

Todo parecía idílico. 

Una mayoría imbatible —se decía— que “llegó para quedarse” y para realizar las transformaciones que México necesita, y para ello se autodenominaron como la “cuarta transformación”. 

Fueron a la acción promoviendo el reparto de apoyos sobre las clientelas políticas más sensibles que ellos más trabajaron en la elección de 2018: Adultos mayores, a los que les aseguraron una pensión de 1,200 pesos mensuales; becas Benito Juárez para estudiantes de educación media superior y superior; y el programa de jóvenes Construyendo el Futuro. 

El primer desafío que le indicaba al nuevo partido en el gobierno que la realidad era más poderosa e incierta de la que ellos imaginaban, fueron los 137 muertos de Tlahuelilpan, Hidalgo, en medio de la lucha contra el robo de gasolina y gas, llamado “huachicol”. 

Ya en el poder, prometieron descentralizar el gobierno federal enviando a los titulares de las secretarías de Estado al interior de la República donde coincidiera en parte la realidad local con la naturaleza de las funciones del gobierno federal (Migración a Tijuana, Cultura a Tlaxcala, Agricultura a Sonora, Conagua a Veracruz, la SCT a San Luis, etcétera). 

El primero en protestar fue el dirigente de la burocracia federal Joel Ayala Almeida, de la FSTSE, al plantearle al gobierno de Morena, inquietudes relacionadas con la vivienda, las escuelas y la seguridad para el personal de la burocracia federal que necesariamente sería trasladado a las sedes del gobierno: Porque no calcularon bien el proyecto y hubo dificultades para su implementación. Hasta la fecha el plan de descentralización de la administración federal permanece sin movimiento. 

Otro problema fue el de las orquestadas rechiflas contra los gobernadores que caracterizaron las primeras giras del presidente a los estados, y otro motivo de conflicto fue también la indefinición de los alcances de las funciones de los llamados “súper delegados” y los escándalos provocados por algunos de ellos (como el caso de Jalisco). Y uno más fue el no cumplir con las nuevas disposiciones legales y no nombrar a la mayoría de los responsables de las dependencias federales en los Estados, lo que ha dado lugar también a ineficacia y falta de rumbo. 

Al iniciar el gobierno, el partido Morena anunció la renovación de su dirigencia nacional y surgieron tres aspirantes para relevar a Yeidckol Polevnsky: Mario Delgado, de la corriente política de Marcelo Ebrard; Bertha Luján, madre de la secretaria del Trabajo, Luisa Alcalde; Alfredo Rojas Díaz Durán, identificado con Ricardo Monreal y la propia Polevnsky. 

Yeidckol Polevnsky fue destituida y anunció que impugnará.

El proceso interno de Morena sacó chispas y obligó al propio presidente a mandarles el mensaje de que si “se comportaban como simples aspirantes al poder”, él (presidente) podría renunciar a su partido. Además les recomendó utilizar el método de la encuesta para elegir dirigente nacional. En eso estaban, cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anuló el proceso electivo alegando inconsistencias en el padrón de militantes, y pospuso la elección de dirigencia. 

En medio de fricciones y la intención de la dirigente nacional de quedarse en el cargo ha anunciado la convocatoria al Congreso Nacional para reformar los estatutos y agregar el método de la encuesta al sistema de elección de dirigencia. 

La decisión del TEPJF impactó también la renovación de dirigencias estatales, puesto que generó confusión e inquietudes en los estados donde se ha paralizado el proceso. 

Igual reacción del máximo dirigente de Morena se dio cuando Martí Batres quiso quedarse en la presidencia del Senado. Esto originó un conflicto interno y un enfrentamiento con Ricardo Monreal, que prendió luces rojas en cuanto a la promesa de que iban a ser un partido distinto. 

Para completar, una corriente interna de morenistas en la Cámara de Diputados, apoyada por la célebre Dolores Padierna (tía del juez que encauzó a Rosario Robles y esposa de El señor de las ligas), trató de forzar la votación para prolongar las presidencia de Porfirio Muñoz Ledo por un año más, lo que generó malestar en la oposición, que ya había acordado el método incluyente para la renovación de la mesa directiva. 

Eso provocó que el presidente de la República, a través de la secretaria de Gobernación, —otra vez—, le volviera a hacer un llamado a los miembros de su partido para que se comportaran a la altura del nuevo gobierno y no dieran ejemplo “de ambición de poder” (sic). 

¿Partido oficial o partido de Estado donde el propio presidente de la República les ha estado indicando la ruta a seguir? 

El caso más emblemático de que Morena no es diferente a otros partidos ha sido Baja California. Es decir, la intención del gobernador electo Jaime Bonilla de ampliar su período de dos a cinco años, incluyendo una cuestionada y amañada reforma constitucional que trató de anular la sentencia del TEPJF —que declaró elección de 2 años para Baja California días antes de la elección de junio del 2019—. 

Ahí Morena apoyó a Bonilla, también el subsecretario de Gobernación Ricardo Peralta, y originalmente el presidente de la República. Después tuvieron que recular, alegando que a través de los instrumentos señalados en la Constitución le corresponderá a la Suprema Corte de Justicia decidir en el caso de Baja California.

Morena no tiene proyecto económico. Tampoco proyecto social. No tiene opinión abierta en relación a la política internacional y la crisis migratoria y no ha sabido explicar el porqué de la falta de crecimiento económico en el primer año de su gobierno. Tampoco ha sabido exponer razones válidas sobre la crisis aguda de seguridad pública y sus máximas expresiones: la crisis de Culiacán y el crimen contra los Lebarón.

Tampoco ha contribuido a generar confianza y certeza en su gobierno, porque —entre otras— su propia crisis interna no le permite generar confianza ni entre sus propios militantes. 

También —siguiendo al presidente— pretenden reformar la Constitución para quitarle el 50% del subsidio a los partidos políticos, una ofensiva muy burda contra los opositores y un gancho para sus votantes. 

Morena: ¿Un partido distinto a los demás? No se ve, por lo menos hasta ahora con sus gobernadores y presidentes municipales impresentables. No abandera movimientos sociales, no critica al gobierno, no está en el debate nacional, no da la batalla ideológica y solo busca ampliar y consolidar su poder colonizando la administración pública federal, atacando al INE, permitiendo nombramientos ilegales de funcionarios (CNDH) que no cubren los requisitos, y buscando apropiarse de los espacios en los tribunales y en la Suprema Corte. Morena; ¿Un partido distinto? Hasta ahora no. Pero lo sorprendente es en su caso, que se cumple la sentencia de que a pesar de ser de tan nuevo, —por tanta triquiñuela e integración viciada y con tanto yerro—, y a pesar de que apenas cumplirá 6 años… Ya se hizo viejo.

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