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Muertes políticas… marcas en la historia

En México ha habido muertes políticas. Unas han cambiado el curso de la historia y otras han significado solo puntos de inflexión… desde el emperador Iturbide al candidato Colosio

Por Bulmaro Pacheco

En los Estados Unidos de América han sido dos los asesinatos políticos que han influido notablemente el curso de su historia: El de Abraham Lincoln, abatido por las balas de una pistola accionada por John Wilkes Booth, en el teatro Ford, de Washington, el 14 de abril de 1865. El asesino, un matón a sueldo, presumiblemente financiado por gente del sur del país —irritados con el presidente por su oposición tenaz tanto a la esclavitud como a la política separatista, impulsada por los promotores de la guerra civil de ésa época—, fue localizado días después y abatido a tiros en su escondite.

La muerte de Lincoln interrumpió la lucha por los derechos civiles en esa nación y prolongó por casi un siglo más las tensiones raciales.

El otro asesinato fue el 22 de noviembre de 1963, en Dallas, Texas. El presidente John F. Kennedy es asesinado por Lee Harvey Oswald, que inmediatamente después del asesinato fue a esconderse a un cine, donde finalmente fue capturado. Oswald moriría días después mientras era conducido a la estación de policía, a manos de Jack Ruby, un enfermo de cáncer que sobrevivió seis meses en la cárcel.

Dice Bruce Ackerman: “Solo que en esta ocasión la bala asesina cambió la ruta presidencial hacia la izquierda, no a la derecha. Mientras que Andrew Johnson repudiaba el movimiento republicano de la década de 1860, Lyndon Johnson rechazaba las precauciones de Kennedy respecto a los derechos civiles, uniendo fuerzas con Martin Luther King Jr. para generar una novedosa variación nueva del modelo presidencialista de soberanía popular. El asesinato de Kennedy aceleró el cumplimiento de los compromisos con los luchadores sociales y le tocaría al presidente Johnson aterrizar los proyectos que gradualmente fueron atenuando los abusos contra la gente de color y los inmigrantes”.

En México ha habido muertes políticas. Unas han cambiado el curso de la historia y otras han significado solo puntos de inflexión.

Las de Hidalgo y Morelos merecen un capítulo aparte. Hicieron historia.

Fuera del poder fueron muertos el emperador Iturbide y los ex presidentes Guerrero, Comonfort y Miramón. Y en el poder fueron muertos Maximiliano, emperador extranjero; Madero, presidente constitucional; Carranza, presidente constitucional; y Álvaro Obregón, presidente electo.

En mayor o menor medida, los asesinatos tanto de los ex presidentes como de los que estaban en funciones influyeron en el curso de la historia de México. También han sido notables las muertes de Emiliano Zapata (1919) y Francisco Villa (1923), que dejaron un legado histórico, sobre todo en materia de política social.

Aspirantes a la presidencia de la República muertos: Francisco Serrano Barbeytia, Arnulfo R. Gómez y Luis Donaldo Colosio Murrieta.

José Francisco Ruiz Massieu se encaminaba a liderar a la fracción priista de la Cámara de Diputados en la legislatura que iniciaría en 1994, y fue asesinado el 28 de septiembre de ese año.

En mayor o menor medida —también— ellos representaron un punto de inflexión en la historia moderna de México.

El sacrificio de Serrano y Gómez y la rebelión político-militar de 1929, obligaron al rediseño del sistema político para actualizar los esquemas de decisión política. Las muertes de Luis Donaldo Colosio y Ruiz Massieu promovieron cambios en la estructura política, y demostraron el agotamiento del sistema político continuo de 1929 al 2000, provocando —entre otras causas— la primera derrota del PRI en una elección presidencial. Veamos:

Agustín Cosme Damián de Iturbide. Nace el 27 de septiembre de 1783 en Valladolid, hoy Morelia.

En 1805 se casa con Ana María Huarte. El 20 de julio de 1822 es coronado emperador de México en la catedral de la Ciudad de México. El 19 de marzo de 1823, presionado y atacado, abdica a la corona; y en mayo se embarca para exiliarse en Europa.

En 1824 se instala en Londres. El 22 de abril el Congreso mexicano establece “que Agustín de Iturbide es un traidor, que está fuera de la ley y será fusilado si llega a pisar suelo mexicano”. No le avisan y el 14 de julio desembarca en Soto la Marina, Tamaulipas. El 16 es arrestado y el 19 es fusilado.

En 1838, Anastasio Bustamante ordena que sus restos sean trasladados a la Ciudad de México y se inhumen con honores en la capilla de San Felipe de Jesús, donde permanecen hasta hoy.

Vicente Guerrero. Nació en Tixtla en 1763. Fue el segundo presidente de México. El gobierno de Anastasio Bustamante, por medio de su ministro Antonio Facio, acordó con el marino genovés Francisco Picaluga y Guerrero fue convidado a comer al bergantín El Colombo. Ahí fue traicionado y trasladado a Huatulco, donde fue entregado al capitán Miguel González, que lo condujo a Oaxaca. Lo fusilaron en la Villa de Cuilapan, el 14 de febrero de 1832. “Ni Alamán ni Espinoza ni Mangino, ministros de Bustamante, fueron extraños al crimen”. La historia registra que el gobierno pagó 50 mil pesos a quien lo engañó invitándolo a comer para aprehenderlo. Su muerte aceleró la inestabilidad política.

Ignacio Comonfort. Nació en Puebla en 1812. Fue presidente de México de diciembre de 1855 a noviembre de 1857. Se exilió en los Estados Unidos. Luchó contra la invasión francesa. El 13 de noviembre de 1863 lo asesina una guerrilla comandada por Sebastián Aguirre, cerca de Celaya.

Miguel Miramón. Nació en 1832, en la Ciudad de México. Fue uno de los Niños Héroes y hasta la fecha, el presidente más joven de la República, a los 27 años. Ocupó el cargo de febrero de 1859 a diciembre de 1860.

Es derrocado y posteriormente se exilia en La Habana, Cuba; Francia, España, Inglaterra e Italia.

Volvió a México el 28 de julio de 1863, a ofrecer sus servicios a Maximiliano. Él lo envía a una misión a Berlín y posteriormente lo hace jefe de uno de los tres grandes cuerpos en que se dividió el Ejército Imperial. Fue fusilado el 19 de junio de 1867, en el Cerro de las Campanas, junto a Maximiliano y Tomás Mejía. Fue sepultado primero en el Panteón de San Fernando, de la Ciudad de México. Después, en 1896, sus restos fueron trasladados a la catedral de Puebla.

Maximiliano de Habsburgo. Maximiliano, nacido en 1832, en el palacio Schoenbrun cercano a Viena, Austria, seguramente decepcionó al grupo de notables que promovieron su llegada a México, para desempeñar un período de gobierno como emperador, que apenas duró tres años (1864-1867). Era un liberal, y como tal creía en la separación de la Iglesia y el Estado. La fuente principal de conflictos políticos y militares en México durante más de 50 años en el siglo XIX, y al parecer el principal motivo por el cual un grupo de conservadores tuvieron que viajar a Europa para tramitar la presencia de un extranjero en el gobierno de México.

Fue juzgado por un consejo de guerra en Querétaro y sentenciado a muerte. El archiduque fue fusilado en el Cerro de las Campanas, el 19 de junio de 1867. Su muerte cambió el curso de la historia.

Francisco I. Madero. Vivo, Madero tuvo el gran mérito de haber contribuido a desatar la Revolución y provocar la caída de Porfirio Díaz. Su muerte desató la lucha contra las principales fuerzas y las expresiones del viejo régimen, que no se habían ido ni con su victoria electoral ni con su breve gobierno. Cambió sin duda el curso de la historia de México, por lo que hizo antes y lo que generaría con su sacrificio.

Venustiano Carranza. Indiscutible impulsor de la nueva Constitución Política de México, Carranza —gobernador, diputado, presidente municipal y senador por Coahuila en tiempos de Porfirio Díaz— no titubeó al rebelarse contra la dictadura de Victoriano Huerta, y como tal ejerció el liderazgo de los revolucionarios surgidos a partir de la caída de Madero. Encargado del poder ejecutivo entre 1914 y 1917. Fue presidente Constitucional entre 1917 y 1920. Su pecado fue querer imponer de candidato a Bonillas, marginando a los militares victoriosos liderados por Álvaro Obregón. Fue emboscado y asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla. Su muerte, cambió el curso de la Revolución… y la historia.

Álvaro Obregón. ¿Fue su reelección? ¿Fue el haber archivado el lema Maderista de Sufragio Efectivo. No Reelección? ¿Fue por el movimiento Cristero del que le echaban la culpa? ¿Fue por la animadversión de una parte del ejército? ¿Fue por las resistencias del poderoso Luis N. Morones, un personaje influyente en la política mexicana de los años veinte?

¿Quién mató al presidente electo Álvaro Obregón? El asesino material fue José de León Toral, quien disparó las balas un 17 de julio de 1928; fue juzgado y sentenciado a muerte en febrero de 1929. La muerte de Obregón cambió el curso de la historia… Y de la revolución.

Francisco Serrano. Formado en su carrera política y militar al lado del general Obregón, aspiró a la Presidencia de la República y así se lo hizo saber a Calles y a Obregón cuando el proyecto de reelección de Obregón ya estaba en camino.

Fue asesinado junto con 10 de sus partidarios en el camino de Cuernavaca a la Ciudad de México, en Octubre de 1927.

Arnulfo R. Gómez. Sonorense, postulado por el partido anti reeleccionista. Aspiró a la Presidencia contra Álvaro Obregón y fue acusado de formar parte de la conspiración contra Obregón y Calles. Fue asesinado en Coatepec, Veracruz, en noviembre de 1927.

Luis Donaldo Colosio. ¿Fue Mario Aburto —el autor material del asesinato de Colosio— el único participante en el asesinato? La muerte de Colosio representó un fuerte golpe para el sistema político mexicano. Enseñó que las malas artes en política todavía se utilizan cuando de generar una crisis política se trata. México tardó más de 20 años en recuperarse de esta muerte, y la incógnita sigue vigente: ¿Quiénes, además de Aburto, participaron en el asesinato de Colosio?

Son las muertes que han influido en la historia. Ahí están los datos, los aportes y las crisis que provocaron. También las dudas.

 

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