Destacada

Nunca es tarde, según las reglas de vida todo tiene su tiempo

Hoy es mi tiempo de crecer, de aprender, quiero seguir escribiendo poesía toda la vida y aún cuando cumpla cien años, no quiero dejar de soñar, me gusta soñar tanto como me gusta aprender, no permitamos que nadie nos diga cuál es nuestro tiempo

Por Carmen Palacios

Las palabras sabias de una madre tienen peso sobre cualquier cosa que nosotros pudiésemos decir o incluso pensar, al iniciar tu vida tus padres planean cómo vestirte, qué estudiar y organizan tus fiestas de cumpleaños. Eso es genial cuando nosotros no tenemos conciencia de lo que es en sí la vida. Comienzas un camino estudiantil que es de rigor para muchas personas que tenemos la fortuna de terminar educación básica, media y superior (a jalones y a estirones o de panzazo) pero tienes que estudiar algo, decía mi madre…

Mi sueño dorado era trabajar en una zapatería en la Ciudad de México y las palabras sabias de mi madre fueron: México está muy lejos para venir a comer y sonreía como contando un chiste que solo ella entendía. Recuerdo muy bien que en mis tiempos libres me ponía a escribir poesía, organizar obras de teatro con mis amigos del barrio, me gustaba oler lo que se cocinaba en casa porque era una manera de jugar a descubrir qué ingredientes tenía el plato, con solo oler sabía si había cocinado mi mamá, mi hermano o alguna de mis hermanas, creo hasta el día de hoy que sigue siendo mi juego favorito.

Después de manifestar en casa mis deseos laborales que hoy pienso, no le simpatizaron a mi mamá, comenzó el maratón por el tiempo las pláticas comunes era que al terminar la educación básica de rigor tenías que elegir una carrera para incorporarte al mundo laboral y ¡listo! Siempre que escuchaba eso sentía que era el final de mi vida y me daba tanto miedo ser adulta y dejar de soñar, dejar de escribir, dejar de hacer teatro, dejar de hacer todo lo que me hacía feliz… ¿Saben? En realidad me daba miedo dejar de ser yo.

Hoy veo que de manera implícita los padres de familia y las personas que nos rodean no cuidamos nuestras palabras y asustamos a quienes inician por este viaje llamado vida, que dicho sea de paso es maravillosa y es una aventura única que hoy bien sé que cada uno lleva de acuerdo a sus propios tiempos, no a los que el resto de los mortales pauten; después de tres hijos y una pausa de algunos años, un día invité a mi abuela Rebeca madre de mi madre a comer a mi casa, ese día ella besó mis manos y me dijo dedícate a lo que ames para que nunca tengas que trabajar, mi respuesta en automático fue: mamá a mi edad ya pasó, tengo tres hijos y ¡no tengo tiempo! (el pretexto de todas). Mi abuela me dijo: todos tenemos las mismas veinticuatro horas, distribúyelas.

Esas palabras llegaron a mi corazón y a mi cabeza, ustedes saben que es más fácil hacer magia que sacarnos a las mujeres una idea de la cabeza y mucho más del corazón.

Así, nació de nuevo mi objetivo de cuando niña, retomé todo lo que me hacía feliz, decidí terminar mi carrera trunca, comenzar una nueva donde pudiese ser feliz cada día y hacer algo productivo por los demás. Después de por fin terminar lo que tenía pendiente conmigo, en el tema educativo estaba lista para comenzar de nuevo. Descubrí que al concluir una carrera en realidad es el comienzo de algo genial, que cada día podemos generar oportunidades, que no tenemos que encasillarnos en solo una cosa.

¡Cómo te gustan los problemas!, dijo mi mejor amiga el día que me vio haciendo un proyecto para apoyar a menores de edad en situación vulnerable. Sólo la miré y le sonreí, pensaba y aún pienso que lo único que tengo seguro es el ¡NO! Así que lo que logre obtener de positivo ya es ganancia. Me armé de valor y presenté el proyecto a algunas autoridades, me dijeron que ¡¡¡SI!!! Y comenzamos a trabajar en la capacitación y elaboración de alimentos, era tan satisfactorio ver los rostros de esas niñas y mujeres identificar aromas y ver todo lo que ellas podían hacer.

Un día mientras cocinábamos me puse a platicar una de las fábulas maravillosas que escribí cuando era niña (mi mamá había traído a mi casa un cuaderno Escribe de resorte con mis escritos de primaria), así que desempolvé una fábula y entre risa y risa les contaba de todas mis faltas de ortografía (que si las leen les sangra el ojo). En aquel momento adapté el contexto a la cocina. Decía más o menos así: Todos somos ingredientes distintos, por separado nuestro sabor puede ser áspero o insípido, existe de todo en la cocina, pero si juntamos los ingredientes correctos (amistades, trabajo, esfuerzo, oportunidades), lograremos un resultado maravilloso.

En ese momento preparábamos una salsa de piña y habanero que al ver los ingredientes tan diversos en la mesa todas se preguntaban qué fregados va a salir de este revoltijo, el resultado fue tan bueno que no solo obtuvimos una deliciosa salsa, de ahí también se logró obtener una reflexión cercana a una realidad latente, ellas estaban ahí por no contar con el ingrediente correcto, comenzamos con ayuda de muchas personas a generar micro empresas, no fue fácil pero tampoco fue imposible. Muchas continuaron cocinando y creciendo, ellas no lo saben pero me inyectaron tantas energías para seguir trabajando y ayudando a los demás que soy yo quien está muy contenta de aprenderles tanto.

Muchos amigos se unieron para redoblar esfuerzos y apoyar esta hermosa causa, este nuevo comienzo, les decía al inicio que las palabras de una madre tienen mucho peso, así que debemos de cuidar siempre lo que como madre sale de nuestra boca, todo lo que les digamos a nuestros hijos será como un decreto. Edifiquemos, seamos fortaleza, el camino largo se hace cercano cuando disfrutas todo lo que logras a tu paso, cuando los ingredientes correctos se unen y logran cosas lindas, así que el regresar a comer a casa no me parecerá largo si mi camino es firme y bueno.

Hoy es mi tiempo de crecer, de aprender, quiero seguir escribiendo poesía toda la vida y aun cuando cumpla cien años, no quiero dejar de soñar, me gusta soñar tanto como me gusta aprender, no permitamos que nadie nos diga cuál es nuestro tiempo, si eres joven o viejo para comenzar, no te dejes, estás haciendo mucho más del que está sentado en un sillón criticando a la de 60 que terminó su primaria, al de 45 que se graduó de la licenciatura, al de 80 que se enamoró de nuevo, es tu tiempo, tu vida tu espacio no existe una regla escrita para ser o hacer lo que te haga feliz, ahora en este nuevo comienzo me he encontrado con muchas personas maravillosas que cada día me inspiran a ser mejor, a trabajar más, que me enseñan cada día a veces sin decir palabra alguna que debo ser paciente y cada vez que pienso en que no puedo superar algo, esos “ingredientes” correctos están ahí para mostrarme que todo es posible, si la oportunidad no está a nuestro alcance, generar nuestras propias oportunidades, la vida es un reto constante y maravilloso. No hay errores, hay aprendizaje. Lo que me quede por andar en este bello viaje lo dedicaré a aprender, a compartir, a edificar, a ser y a hacer mejor lo que en mis posibilidades esté.

Quiero agradecer ampliamente por la oportunidad que me brinda este espacio para expresar mi pensamiento, también la oportunidad de coincidir con hombres y mujeres que trabajan en pro de los demás, como sociedad si nos unimos lograremos que más cosas buenas sucedan.

Nunca es tarde para aprender a ser felices, son tus tiempos los que importan y no los del resto del mundo, recuerda siempre que cada día comienza hoy.

*Carmen Palacios. Chef internacional y comunicadora. Presidenta de la Fundación Miika, dedicada a impulsar la cultura de donación de órganos.