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Y las cruces siguen ahí

A estas alturas, pensar que el estado de las cosas va a cambiar significativamente sería pecar de ingenuidad. El tiempo ha hecho su trabajo en el aspecto administrativo, legal, político y social del caso

Por Lourdes Encinas Moreno

Llevo varios días tratando de redactar un artículo con motivo del onceavo aniversario del incendio de la Guardería ABC. Tengo un compromiso, no solo profesional, sino moral de hacerlo. Cada vez que me siento frente a la computadora me enfrento a la terrible hoja en blanco. Mi bloqueo es total ¿qué más puedo decir que no haya dicho ya en 11 años y con un extenso libro publicado sobre el tema?

Repaso mis apuntes, hablo con mis fuentes, hago búsquedas profundas… y la novedad es que no hay novedad y eso es perturbador. Dese hace varios años, el estatus del caso poco ha cambiado.

Existen dos líneas de investigación abiertas en la Fiscalía General de la República: la del origen accidental del incendio producto del sobrecalentamiento de un aparato de ventilación y la de un origen provocado para destruir papelería en la bodega de la Secretaría de Hacienda contigua a la guardería, donde el fuego inició. Ambas duermen el sueño de los justos en el entramado burocrático judicial. El nuevo fiscal, Alejandro Gertz Manero, ni siquiera se ha querido reunir con las familias de los niños fallecidos.

Desde hace casi dos años en la Suprema Corte de Justicia de la Nación se analizan los amparos promovidos contra las sentencias emitidas contra 19 inculpados por el caso, no se ve para cuándo se emita una resolución ni tampoco que vaya a cambiar el sentido de las sentencias de origen en el que todos resultaron culpables por delitos culposos, por lo que ninguno iría a la cárcel al gozar del beneficio de la fianza.

Entre las pocas novedades está la actualización del fideicomiso federal en beneficio de las familias de las víctimas, en materia administrativa. En eso, y en reunirse periódicamente con ellos, sí ha cumplido el presidente Andrés Manuel López Obrador a los deudos, cosa que sus antecesores no hicieron.

En cuanto al sistema de guarderías, hay mejoras en materia de seguridad, pero ante el fracaso de las licitaciones, desde 2015 el IMSS regresó al esquema de adjudicaciones directas que tanto fomentó la corrupción y que fue decisivo para el desarrollo de los hechos en la Guardería ABC.

Sobre los involucrados poco nuevo hay que decir. Para Eduardo Bours, Abel Murrieta, Felipe Calderón y Margarita Zavala, el tema siempre será una piedra en el zapato, pero no han impedido que continúen con su vida y sus carreras políticas.

Los propietarios de la guardería han retomado su actividad empresarial y social. Dos de ellos caminan libremente por la vida al haber sido exonerados.

Para el resto de los inculpados, todos de menor nivel en la estructura del IMSS, del Gobierno del Estado y del Ayuntamiento de Hermosillo, la vida sigue, con un procedimiento judicial abierto, pero sigue y sigue en libertad.

A los únicos que realmente la vida se les alteró para siempre es a los niños y niñas lesionados, hoy ya adolescentes, que junto a sus familias luchan cada día para salir adelante a pesar de sus heridas.

Por supuesto, para las padres y madres de los pequeños fallecidos, para quienes la vida jamás volverá a ser igual, se fracturó, quedó incompleta. Son también quienes han mantenido la lucha viva y la exigencia constante por la justicia, la reparación del daño y la no repetición de los hechos.

Este año, debido a la pandemia del coronavirus, ni siquiera podrán salir a marchar, que es una especie de catarsis colectivo y aún una poderosa herramienta para mantener el tema vivo.

A estas alturas, pensar que el estado de las cosas va a cambiar significativamente sería pecar de ingenuidad. El tiempo ha hecho su trabajo en el aspecto administrativo, legal, político y social del caso.

La muerte de 49 niños y las lesiones en más de 104 no fue suficiente para cambiar el paradigma de cómo se asume la responsabilidad pública en este país. La élite se salvó, como siempre, y la responsabilidad quedó en empleados y funcionarios menores.

Tampoco fue suficiente para provocar un cambio en la conciencia social, ya no digamos del país, sino de Hermosillo nada más. A la indignación le ganó la decepción y la apatía… y, de alguna manera, los entiendo.

Lo que sí creo es que, por ahí en el fondo, a todos nos toca una fibra sensible. Para todos los que fuimos testigos de aquellos horribles días de junio de 2009, se nos quedó incrustado un recuerdo que cada año se aviva y duele, y mientras duela no habrá olvido.

Como me dijo Raquel: las cruces siguen ahí, son de las pocas cosas que se respetan en la ciudad. La cicatriz es profunda.