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Arreando las vacas

En la mañana, temprano antes de que aclarara, al primer canto del gallo. Todos se ponían de pie para iniciar la marcha. Gritos por aquí, gritos allá. Cada vaquero a juntar y contar su rebaño… ¡Vaaammooonosss!

Por Enrique “Kiki” Vega Galindo

Este es un pequeño reconocimiento a todos esos bravíos ganaderos y vaqueros sonorenses que desde la época de la colonia hasta los tiempos actuales, se han arriesgado para mantener viva la cría, engorda, traslado y venta de ganado vacuno para la alimentación de la gente, no nada más de un mercado local o nacional, si no del más importante y relevante: el internacional, donde el ganado vacuno ocupa uno de los estándares más altos por la calidad y pureza de sus animales, que dan como resultado carne fina, sabrosa y nutritiva.

Para el ganado sonorense no existe ese dilema que dice: “pinto mi raya”. Ha roto barreras, trabas, e impedimentos políticos, legales, tributarios, y sanitarios. Desde la época de la fiebre del oro en California en el año de 1845, de todos los rincones sonorenses, hombres, mujeres y niños se hicieron a la aventura de cruzar la frontera nómada, e invadir a los Estados Unidos con ganado sonorense. Arrearon miles de cabezas de distintas razas de ganado como: bovino, equino y asnal. Desde las llanuras, bajíos, ríos, sierras, caminaron por Caminos Reales de Sonora y viajaron hasta México, la Capital. Estas arriadas se llamaban: “partidas”.

Las concentraciones se hacían en Hermosillo, Estación Carbó, Agua Prieta y Cananea. La partida se refiere a un acto o hecho muy relevante en el lenguaje ganadero. Porque aquí es donde resalta sobre todo la valentía y decisión del vaquero o del arriero vendedor, al enfrentarse con el comprador, quien es un verdadero coyote y viejo lobo del mar en eso de adquirir ganado.

Primero que nada se trata de un número determinado de cabezas de ganado entre las que se incluyen los precios de: toros, vaquillas, vacas, y becerros. Todo en un solo paquete. El “trato” se cierra con un apretón de manos. No nada más cuenta la palabra, si no que se hace una escritura de compra-venta para formalizar y la legalizar la operación.

La dureza de los vaqueros para vencer las inclemencias del clima sonorense, a pesar de que para los principios de los años de 1900 ya existía un ferrocarril, los arrieros y su caporal preferían viajar por tierra. En ese entonces desde Estación Carbó salían a Tepic, Nayarit, jaulas cargadas con cientos de cabezas de ganado vacuno, hasta Plan de Barrancas, de allí partir con rumbo al Empalme Orendaín, hasta llegar a México, la Capital. Pero como el viaje hacia el interior era largo tedioso, arriesgado, por el otro lado los compradores capitalinos “poquiteros”, “caciques” y “duros” para pagar; preferían mejor los vaqueros negociar con la frontera norte. En primer lugar por su cercanía y en segundo lugar porque les pagaban con monedas en oro macizo. En la mayoría de los casos o tratos terminaban como socios de algún negocio, de esta forma bastantes ganaderos sonorenses se quedaron a radicar en los Estados Unidos.

Nada más en el año de 1935 de un Rancho llamado Milpillas, ubicado cerca de Pitiquito enviaron a Nogales, Arizona 1,500 becerros. Este año en Sonora por la parte costera no había ni ferrocarril, ni carretera. A los ganaderos de Caborca les salió un buen cliente en Mexicali, la única forma de llevarlo era a través de la montaña, así fue como estos ganaderos se pusieron de acuerdo con las autoridades de Gobierno de Sonora, y se dieron inicio a los trabajos para lo que posteriormente sería el Ferrocarril Sonora-Baja California.

En 1848, desde la Hacienda La Labor salían las partidas con rumbo a San Francisco, California, donde se las arrebataban. Desde 1924 a 1926, salían grandes manadas de mulas desde Ures, Carbó y Rayón con rumbo a Mexicali. Las partidas o arriadas hacían el camino en zig-zag para ir llegando a lugares donde hubiera agua y pastura. En cada rancho se pagaba una alquila o velada, y se rentaban rancheros prospectos, que pudieran acompañarlos cuando arriaban entre 500 a 600 cabezas. A cada vaquero le corresponden lidiar entre 30 y 40 cabezas.

Cada jinete lleva en su montura una buena reata o chabinda. Carga su cantimplora de agua, un saquito de harina, una ración de café molido, azúcar o “panocha”, manteca, cecina y carne machaca. Además de un buen rifle automático de repetición. Una carreta diseñada especialmente como restaurante es conocida como “La Charanguita”, llevan metates, pinole, café. Grandes productores de ganado vacunos son: Nacori Chico, Bacadehuachi y Sahuaripa. Desde donde bajaban con más de 1,000 cabezas para atravesar con ellas el Desierto de Altar, a través de Estación Llano.

Los bovinos son animales cobardes, miedosos, espantadizos, difíciles de arriar. Así que ser vaquero, no es cualesquier trabajo. Primero que nada un buen jinete es: “hombre de a caballo”. El Caporal es el jinete más experimentado. El que traza la ruta. Solamente caminaban entre 10 a 12 kilómetros por día. En el restaurante móvil llevan, lo necesario para preparar todo tipo de comida. Harina, azúcar, café, frijol, panocha, harina, cebolla, sal, manteca. Todo tipo de utensilios domésticos: ollas satenes, tazas, platos, cuchillos, cucharas, en fin bien equipados. No había hambre. Todas las semanas el ayudante del cocinero sacrificaba una res, para preparar las tres comidas del día. Por los años de 1935 cada vaquero ganaba un promedio de $ 200 pesos plata maciza 0.999. En otra carreta llevaban colchones, cobijas, mantas, pantalones de mezclilla, ropa interior, camisas blancas, sudaderas, chamarras de mezclilla, pañuelos o paliacates de colores, botas, sombreros, calcetines, y todo tipo de menjurjes y medicamentos para las curaciones. En una tercera carreta llevaban todos los pertrechos para el viaje, como lo eran herramientas y refacciones. Llevaban una fragua, un yunque, marros, martillos, cinceles, herraduras, clavos, machetes, cuchillos, palas, picos, azadones, hachas. En fin, demasiado provistos.

En la mañana, temprano antes de que aclarara, al primer canto del gallo. Todos se ponían de pie para iniciar la marcha. Gritos por aquí, gritos allá. ¡Vaaammooonosss! Cada vaquero a juntar y contar su rebaño que: la pinta, la lupe, los cuernos mochos, en fin a cada animal ponían un nombre para identificarla y no se les fuera a extraviar. Cuando ya estaba lista la manada e iban marchando, las pesuñas levantaban polvo, bramidos, acompañados de gritos y silbidos de los vaqueros.

Una partida de mil cabezas de ganado abarcaba una extensión de 3 a 4 kilómetros de largo. Allí iba revuelto ganado de: Los Pescados, Las Palmas, Las Pedernices, La Tamalera. Proveniente desde Granados, Huásavas, Oputo. Unos viajaban por la Ruta de Cuchuta, con rumbo a Douglas, Arizona. Otros desde Estación Llano con rumbo a Santa Cruz, para ir hasta Tucson. Otros Salían para Altar, y cruzar por Yuma, Arizona. Otros viajaban por Caborca, para cruzar por Campo, California. En fin aquellas partidas o arreadas de ganado eran epopeyas.

Una de las grandes compañías mineras que les compraba enormes cantidades de cabezas de ganado vacuno a los criadores sonorenses era la Cananea Consolidated, y la Moctezuma Copper. En la partida los vaqueros se hacían grandes amigos, ya que intercambiaban las vicisitudes de sus vidas. La mayoría terminaba en compadrazgo, o en una buena sociedad, para comprar su propio rancho.

No todo era vida y dulzura en la corrida o arriada. Al cruzar la frontera, ya existían bastantes problemas entre los ganaderos de Arizona, con los de Sonora. Aunados a los del abigeato y los robos por parte de los Apaches. Unos ricachones procedentes de Pennsylvania, quienes eran los hermanos Colín y Brewster Cameron, desde el año de 1882, inició un pleito con la Familia de Don Rafael Romero, quien tenía a su cargo el puesto militar del Río Santa Cruz, por donde cruzaban miles de cabezas de ganado con rumbo a Tombstone. Los Cameron se unieron a Los Richardson, y compraron 152,899 acres de terreno en Tucson. Además de adquirir 12 leguas cuadradas de terreno desde Nogales hasta Santa Cruz. Estas familias desplazaron a Los Romero del Agua Zarca, hacia El Cibuta. Convirtiéndose en los principales acaparadores de ganado en Arizona. Los Romero, no nada más controlaban la renta a los arrieros sonorenses del agua y la pastura, sino que también, controlaban el pago de las contribuciones de los pequeños mineros. Los Cameron para 1890 dominaban todos los ranchos de la línea fronteriza desde Nogales hasta Agua Prieta. Plantaron manzanos, membrillos y duraznos. Trajeron vacas Guernsey, y caballos de Kentucky. Los Cameron se hicieron de demasiados enemigos tanto de la sierra sonorense como de Arizona.

Cameron, creó el sistema de sobre pastoreo, y además las cruzas de ganado para obtener mejor calidad de carne. Formó la Asociación Ganadera del Territorio de Arizona. Cuando llegó la época de sequía, creó fuentes o manantiales artificiales como bebederos para su ganado. El fenómeno de El Niño, atacó fuertemente la región ganadera, y el territorio se convirtió en árido.

Por el otro lado Greene, el vaquero minero, formó su Compañía de Ganado de cananea. La principal familia ganadera del norte de Sonora era Los Camou propietarios de un rancho llamado San Rafael del valle. Que esta familia había recibido por parte del Gobierno Español como una concesión en el año de 1821. Para 1907 había poca lluvia y Los Camou les vendieron al Coronel Greene y a Tom Turner, el Rancho San Rafael del valle. Este rancho abarcaba desde el río Santa Cruz, hasta Patagonia. Después de una prolongada época de lluvias, en las cuales crecieron los arroyos y el pasto. La ganadería de esta parte fronteriza volvió a crecer y al darse una gran producción de ganado los precios cayeron. Pero se suscitó en 1909 una enorme sequía, empezando la enfermedad y mortandad de miles de cabezas de ganado. Fue entonces cundo de nueva cuenta los rancheros sonorense pusieron sobre la mesa sus cartas y se reactivó el mercado del consumo de ganado sonorense.

 

*El Autor es: Sociólogo. Historiador, Escritor e Investigador.

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