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De renuncias y argumentos

Desde Adolfo De la Huerta hasta Carlos Urzúa; a diferencia de otros tiempos, Urzúa y Martínez distribuyeron en redes sociales, en sendas cartas, los motivos que los llevaron a tomar la decisión de renunciar a sus cargos

Por Bulmaro Pacheco

Adolfo De la Huerta renunció como secretario de Hacienda al presidente Álvaro Obregón.

En la historia reciente de México, las renuncias de secretarios de Hacienda son recordadas por su estridencia e impactos. Influyen en el manejo de las finanzas públicas y en los principales indicadores de la economía mexicana, también en la política, y ahora en la economía global, impactan en los mercados de capitales y de inversión tanto nacionales como internacionales.

Recordada aquella renuncia de Adolfo De la Huerta Marcor como secretario de Hacienda, en el gabinete del presidente Álvaro Obregón. Diferencias de enfoque en el manejo de las finanzas públicas con el presidente, pero más que eso, la decisión de De La Huerta de separarse del cargo para aspirar a la Presidencia de la República para el período 1924-1928, confrontando a Obregón y a su candidato, Plutarco Elías Calles, con el agregado de la rebelión de una parte del ejército y el posterior asesinato de Francisco Villa en julio de 1923.

Otra de las renuncias más recordadas en la administración pública fue aquella del secretario de Hacienda del gobierno de Luis Echeverría, Hugo Borman Margáin Gleason, que renunció en 1973.

Hugo Borman Margáin renunció como titular de Hacienda del gobierno de Luis Echeverría.

Margáin —informaron que accidentalmente se había caído de un caballo— fue sustituido por el director de la CFE José López Portillo, quien sería después candidato y presidente de la República para el período 1976-1982. Margáin renunció consciente de que “La deuda externa y la deuda interna, tienen un límite y ya hemos llegado al límite”, dijo y esa fue la verdadera razón; mucho gasto, poco ingreso, elemental.

El presidente Echeverría —que en enero próximo cumplirá 98 años—afirmaría después al respecto: “Más allá de cualquier especulación, no se les olvide que las finanzas nacionales se manejan desde Los Pinos”. Cruda realidad.

Margáin había sustituido a Antonio Ortiz Mena, secretario de Hacienda de 1958 hasta 1970. Ortiz Mena después fue nombrado director del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y ocuparía las embajadas en Inglaterra (1973-1976), en los Estados Unidos (1976-1982) posteriormente senador de la República por el Distrito Federal (1982-1988).

Entre 1954 y 1976 el peso mantuvo su paridad de 12.50 respecto al dólar. La primera devaluación en 22 años vendría en agosto de 1976.

Con el presidente José López Portillo, el manejo de la política financiera se dividió en dos: se creó en ese sexenio la Secretaría de Programación y Presupuesto, que manejaría los egresos; quedando los ingresos y la política económica internacional en Hacienda. La primera la ocupó Carlos Tello Macías, ex subsecretario de Hacienda con el presidente Echeverría, y en Hacienda quedó Julio Rodolfo Moctezuma Cid.

Carlos Tello Macías, no duró el primer año como secretario de Programación y Presupuesto con el presidente José López Portillo.

No completaron el primer año en sus cargos. Renunciaron en noviembre de 1977 por graves diferencias de opinión y enfoque, entre otros, en la elaboración del presupuesto de egresos de 1978.

El presidente López Portillo dijo de la renuncia de ambos: “Ayer acepté la renuncia de Carlos Tello y provoqué la de Julio Rodolfo Moctezuma: los substituyen, respectivamente Ricardo García Sáinz y David Ibarra, en la SPP y en la SHCP. Es la decisión más amarga y dolorosa que he tomado en el régimen. Se trata de dos de mis mejores amigos; de viejos colaboradores que tenían toda mi confianza y a los que entregué las dos puntas del eje de la reforma administrativa que ahora está en un tremendo entredicho”. Y continúa: “No hay más camino, en estos momentos que permanecer dentro del sistema financiero y desde adentro seguir pugnando por el nuevo orden económico […] Se pertenece o se deja de pertenecer ahora al sistema financiero y monetario en el que estamos insertos, que es el que nos permite la normalidad injusta (bien es cierto y por ello luchamos) del comercio y el financiamiento y por ende, la posición monetaria” […] La posición de Carlos, como la de Moctezuma, eran sinceras, ambos patriotas, se acusaban de no serlo”.

El sexenio Lopezportillista concluyó en una de las peores crisis económicas que se recuerden y con un grave enfrentamiento con el sector privado, por la política de expropiación de los bancos.

Vendría después la renuncia de Jesús Silva Herzog, secretario de Hacienda en el gobierno de Miguel de La Madrid en junio de 1986.

Miguel de La Madrid dice en sus memorias: “Uno de los errores de Silva Herzog era que en las reuniones de gabinete económico se quedaba callado. Prácticamente no participaba, haciendo sentir su malestar por tener que asistir y su desdén por personas a quienes él consideraba sus inferiores y ante quienes no tenía por qué informar sobre el proceso de renegociación de la deuda externa […] La verdad es que a mí tampoco me tenía bien informado […] El episodio me resultó doloroso, porque Silva Herzog fue mi amigo por muchos años; hicimos una vida juntos como funcionarios públicos. Pero en estos momentos yo no puedo tener consideraciones de naturaleza personal, porque creo que él no las tuvo cuando actuó; porque no estamos hablando de dos amigos, sino del presidente de la República y el secretario de Hacienda […] Mi obligación es actuar como jefe de Estado, independientemente de mis sentimientos personales. Además, la actitud de Silva Herzog logró irritarme profundamente […] Cuando reflexiono sobre este asunto, pienso que perdí un tiempo del que no disponíamos, al aguantar durante varios meses el malestar de ser informado de manera demasiado parca de lo que estaba ocurriendo en las negociaciones externas, y al tardarme tanto en darme cuenta de que Silva Herzog no lograba hacer ver a nuestros acreedores los enormes esfuerzos realizados por el gobierno y el pueblo de México por ajustar su economía”.

La siguiente renuncia de trascendencia fue 8 años después, la de Jaime Serra Puche, secretario de Hacienda en el gabinete del presidente Ernesto Zedillo. Fue un 29 de diciembre, después de aquella decisión de devaluar el día 19 en aquel “error de diciembre”, que tanta inestabilidad económica y social provocara en México y que junto con los problemas políticos de la época influyeran para que la economía mexicana cayera en un 7 % del PIB durante 1995.

¿Por qué no se devaluó antes de finalizar el sexenio del presidente Salinas, que era lo que recomendaban los principales analistas? ¿Por qué se le dejaron los costos políticos a la administración federal que iniciaba el 1 de diciembre de 1994? ¿Quién pagó finalmente los costos políticos, económicos y sociales de una decisión tardía?

A Serra Puche —irónicamente el principal negociador del TLCAN en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari— lo sustituyó Guillermo Ortiz Martínez, quien terminó el sexenio.

Carlos Urzúa, renunció como secretario de Hacienda a los siete meses de gobierno de López Obrador.

Recientemente ha renunciado el secretario de Hacienda del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, Carlos Urzúa. En mayo había renunciado también el director del IMSS, Germán Martínez Cázares.

A diferencia de otros tiempos, Urzúa y Martínez distribuyeron en redes sociales, en sendas cartas, los motivos que los llevaron a tomar la decisión de renunciar a sus cargos. Ahí señalan diferencias, deficiencias, problemas internos y limitaciones de aterrizaje administrativo que no les permitió desarrollar sus actividades a plenitud ni en el sentido correcto.

Martínez se quejó de la intromisión de Hacienda en el manejo del IMSS, tanto en los aspectos presupuestales como en la designación de funcionarios, atribución que le correspondía al órgano técnico del IMSS y no a la dependencia que maneja los dineros de la nación.

Urzúa manifestó que no se podía cumplir con decisiones de políticas públicas sin el debido soporte presupuestal y se quejó de intromisión de miembros del gobierno, para el nombramiento de funcionarios del área hacendaria sin los perfiles necesarios para los cargos.

El jefe de ambos, el presidente de la República, ni siquiera aludió a los motivos —y críticas— que los denunciantes expusieron. A Martínez le deseó suerte en sus responsabilidades como legislador y de Urzúa destacó las diferencias con él y con otros funcionarios, tanto en el manejo de las políticas como en la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo, del que dijo “Parecía que lo habían elaborado Agustín Carstens o José Antonio Meade”. Cero autocrítica, cero reconocimiento de los problemas que expusieron, y cero lamentaciones de la salida de colaboradores de los que presuntamente ya conocía en sus capacidades, virtudes y defectos desde antes de nombrarlos.

Nada para presumir y sí para preocuparse, las numerosas renuncias de funcionarios importantes del gobierno a menos de un año en el Poder. Inestabilidad administrativa y falta de rumbo político parece ser la constante de un gobierno que todavía no alcanza a definir con claridad lo que quiere… Y menos parece saber “los cómo” y “con quiénes”, instrumentar sus principales acciones políticas que hasta ahora solo han demostrado prisas e improvisaciones sumamente costosas.

Las numerosas renuncias, la desconfianza de los inversionistas, la fragmentación política, la crisis en la política exterior, la falta de crecimiento de la economía, y la anunciada recesión técnica, poco a poco van demostrando, más allá de los opositores señalados y los críticos a cada rato fustigados por quienes creen que por el hecho de solo haber ganado una elección ya ganaron en la historia.

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