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¡Hasta las otras pitahayas!

Por Franco Becerra B. y G.

En el verano sonorense no todo es rigor climático y aridez, sino también placer y dulzura: placer y dulzura que nos brinda la naturaleza con un delicioso fruto carmesí que nos acaricia sensualmente el paladar. 

¡Qué sabrosa es la pitahaya!, fruta abundante que según el escritor Rodolfo Rascón Valencia llega a tener hasta 500 plantas por kilómetro cuadrado en algunos puntos de Huásabas y Bacadehuachi.

Dato que nos confirman vecinos de aquellos lugares como Abel Barceló, Erasmo Acuña, Cutberto Burgos y Jesús Madrid.

Pero la pitahaya se encuentra también con diferentes colores y sabores a lo largo de la geografía sonorense, como el desierto, los valles ganaderos, las costas, las mesas y las cordilleras de la sierra baja.

Según nos ilustra el propio Rascón Valencia: los antiguos sonorenses le llamaban “Tepo” a la pitahaya, cuyos brazos secos sirven para construir jacales, jonucos y los llamados “juquis”, donde las laboriosas mujeres de la sierra alta tejen pacientemente “petates”, sombreros y “guaris” de palma.

¿Verdad que es así Cristina Murrieta?

En Sonora se tienen registradas más de 10 diferentes clases de pitahayas, como la llamada “Checha” o “Chochita”, fruta que se puede encontrar en los alrededores del mercado municipal de Hermosillo.

La pitahaya “Blanca” o “Albina” que se localiza mayormente en la mesa del Tésota, aunque con un sabor un tanto desabrido.

En el territorio de la nación Seri abundan las pitahayas, pero también atrás de cerro Colorado donde una tarde nublada de julio de 1989, armado de un largo pitahayero el Ing. José Cano Ávila con una destreza asombrosa ensartaba las pitahayas para ofrecernos el fruto a sus hijos Juan Carlos, a Luis Enrique y a mi hijo mayor Francisco Javier.

¿Te acuerdas Pepe, que después de comer pitahayas vimos un imponente buro de alrededor de 180 puntos?   

Con el arribo del ardiente verano sonorense, nada mejor que refrescarse con la nieve de pitahaya que prepara para sus amigos León Hoeffer Ramírez, o el sabroso “gravy” de pitahaya con el que rocía generosamente la pierna de puerco “Lafi” Campillo García.

La pitahaya es un fruto que ennoblece a la cocina sonorense, basta con degustar los suculentos platillos y productos de pitahaya que ofrece la Chef Carmen Palacios, con su firma Finca “El Tarachi”.

Y si hablamos de un elíxir exquisito de pitahaya, habrá que citar al destilado “Suaqui”, preparado con esmero por el joven empresario Cristóbal Matiella Márquez, cuya marca tiene una gran demanda en los más exclusivos establecimientos nacionales e internacionales.

Cristóbal Matiella escogió un nombre muy apropiado para su destilado, pues “Suaqui” en pima significa precisamente “Corazón de pitahaya”.   

Todo lo hasta aquí dicho, y más, podrá usted y su familia conocer en el Festival de la Pitahaya de Ures, que en su doceava edición han organizado las entusiastas promotoras culturales Marcia Romo Paz y su hija Marcia Amador Romo, quienes con el Ateneo Ures, han organizado un variado programa artístico y cultural que iniciará el jueves 11 de julio y concluirá el martes 16.

El Festival de la Pitahaya en su doceava edición tiene el apoyo del Presidente Municipal de Ures, Héctor Gastón Rodríguez.

Se tendrá la presencia de grupos artísticos y culturales de instituciones educativas como la UNISON, el ITSON y la UNAM, y la Sociedad Sonorense de Historia, así como el respaldo de reconocidos empresarios hermosillenses sensibles a las expresiones culturales como son el Lic. Rubén Matiella y el Lic. Sergio Silvestre Salazar.

El sábado 13 de julio a las 7 de la tarde, en el Foro del Kiosko de la plaza de Ures el escritor Rodolfo Rascón Valencia, presentará la muy interesante conferencia audiovisual titulada: “Hasta las otras pitahayas”.Vamos todos a Ures. Visitemos a la jamás olvidada “Atenas de Sonora”.