Destacada

La paradoja que enfrenta el movimiento “No al Gasolinazo”

La iniciativa ciudadana poco a poco pierde fuerza; ¿qué salida tiene el movimiento?: la única que prevé la Constitución es la vía política, tan enlodada por quienes la transitan que sería su propio fin  

Por Imanol Caneyada

Es probable que la supervivencia del movimiento “No al Gasolinazo Sonora” dependa de resolver una paradoja que otros movimientos ciudadanos no han podido; pero aquellos que lo han hecho han salido debilitados.

Un ejemplo de ello es el partido político Podemos, en España. Esta agrupación surgió de una masiva, democrática y apartidista movilización ciudadana conocida como Movimiento de los Indignados o 15-M.

Las demandas que elaboraron los múltiples colectivos sin filiación partidaria durante ese 2011 en que las calles de España vieron a millones de ciudadanos salir airados a protestar, eran muy similares a las del No al Gasolinazo: basta de los abusos del poder y una democracia real ya.

En octubre de ese mismo año, uno de los filósofos más brillantes de finales del siglo XX, principios del siglo XXI, Zygmunt Bauman, reflexionaba sobre el movimiento de la siguiente manera:

“Este movimiento, como es bien evidente, es emocional, y si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada. Las gentes de cualquier clase y condición se reúnen en las plazas y gritan los mismos eslóganes. Todos están de acuerdo en lo que rechazan, pero se recibirían 100 respuestas diferentes si se les interrogara por lo que desean».

De ese movimiento que puso en jaque durante unos meses al sistema político español, terminó surgiendo un partido: Podemos, liderado por Pablo Iglesias, quien fue uno de los guías del movimiento original.

El problema es que cinco años después, la agrupación política, segunda en el país, ha sido víctima de los engranajes propios de todo sistema político y sus pugnas internas y sus alianzas para conservar ciertas parcelas de poder han conseguido desencantar a muchos de quienes creyeron en los postulados originales del movimiento.

La clase política mexicana, sin distinción de siglas, es consciente de su desprestigio, del repudio que despierta en la ciudadanía, la cual la ve como un mal necesario.

Son también conscientes de que para detener cualquier movimiento ciudadano mínimamente exitoso, basta con asociarlo a algún partido o lanzar la idea de que algún político se ha infiltrado.

En estos tiempos de redes sociales es particularmente fácil. Desde el anonimato de las mismas, ya correr el rumor de que el movimiento No al Gasolinazo es impulsado por Padrés, por el diputado Dagnino e incluso por Morena, una especie de coco para los sonorenses.

Lo perverso de esto es que las demandas del movimiento, con las cuales cientos de miles de ciudadanos se mostraron de acuerdo, pasan a segundo término, se deslegitiman, dejan de tener validez ante la mínima posibilidad de que un partido político esté impulsando el movimiento.

Un movimiento antecesor de parecidas características, el YoSoy132, terminó cayendo en el olvido, diluyéndose entre acusaciones de haber sido infiltrado por uno u otro partido.

El No al Gasolinazo Sonora ya está sintiendo el rigor de la posible infiltración de Morena o de Guillermo Padrés o de Javier Dagnino, sea o no real.

Las espontáneas manifestaciones de los primeros días que sorprendieron a propios y extraños por el número de participantes en una tierra normalmente apática para salir a las calles, han empezado a disminuir.

El factor desprestigio por asociar el movimiento a determinado político o partido ha influido en esto.

Pero también aquello que señalaba el filósofo Bauman respecto del 15M. El descontento puede reunir a miles de personas, pero articular ese descontento en propuestas concretas y líneas de acción específicas es muy difícil en un movimiento de esta naturaleza, que se presume horizontal, apartidista y democrático.

La marcha del domingo pasado mostró las fisuras que empiezan a presentarse en el No al Gasolinazo. Por un lado, uno de los grupos exigía que los diputados acudieran a las escalinatas del Poder Judicial del Estado a recibir el pliego petitorio, otro grupo terminó llevando el documento a las puertas del Congreso, fuertemente resguardadas.

Muchos de los manifestantes, presentes por el solo hecho de formar parte de la protesta ciudadana contra lo que consideran abusos intolerables de un poder corrupto y soberbio, no entendían qué estaba pasando, por qué el jaloneo interno, por qué la falta de acuerdo entre los supuestos líderes del movimiento.

Hay desencanto, sí, y un cierto recelo.

Al pliego petitorio, como bien los señalaba Bauman en relación con el 15M, se han ido sumando diferentes peticiones  a la demanda original, que incluyen la no privatización del alumbrado público, la negativa al alza del agua, sacar a empresas mineras del estado, la drogación de las reformas estructurales, la eliminación del fuero a la clase política y la cancelación de los diputados plurinominales, además de la disminución del número de legisladores y la derogación del impuesto de reemplacamiento vehicular.

Al final de cuentas, estamos ante una lista ecléctica que resume el clamor popular contra una clase política abusiva, oligárquica, corrupta, privilegiada y completamente sorda.

Ahora bien, si las marchas multitudinarias, que con el tiempo serán menos cuantiosas, no logran conmover a los inconmovibles gobernantes de los tres niveles de gobierno, de forma que hagan suyas algunas de las demandas, si no es que todas, ¿qué salida tiene el movimiento?

La única que prevé la Constitución es la de la vía política, una vía tan enlodada por quienes la transitan que se convertiría en el fin del movimiento.