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¿La supo hacer el PRI?

De 1989 en adelante al PRI se le fueron complicando las cosas en las elecciones estatales. A pesar de las reformas impulsadas por Colosio, el sistema de selección de candidatos a gobernadores siguió siendo el mismo: El Presidente, como gran decisor

Por Bulmaro Pacheco

Desde que el PRI perdiera la elección de Baja California en 1989 y con ello su primer gobierno estatal, los más avezados políticos del régimen de partido casi hegemónico, sugirieron —al partido— una mayor apertura, procesos internos realmente representativos y una actitud más combativa hacia las políticas de los gobiernos, sobre todo aquellas insostenibles por su impopularidad y que golpeaban directamente los niveles de vida y que tanto le costaran al partido en el terreno electoral.

Solía decir Don Alfonso Martínez Domínguez que el PRI realmente había perdido Baja California en la elección de 1965 (con Norberto Corella) —pero que el PAN no había sabido defender con fuerza su triunfo y que le asistía la razón—. Igualmente ocurrió en 1975 con la elección de Nayarit y la victoria del PPS, cuando el entonces dirigente nacional del PRI Porfirio Muñoz Ledo, negociara con el dirigente Jorge “Pepino” Cruickshank la senaduría por Oaxaca para el líder nacional (ese sí supo defender… pero lo suyo), a cambio del reconocimiento a la victoria de Rogelio Flores Curiel y la derrota de Alejandro Gazcón Mercado, quien terminó por abandonar el PPS.

Colosio, irónicamente el primer dirigente del PRI que perdiera una gubernatura, fue el primero en sorprenderse —y aceptar además—, de que el PAN ganara en Baja California; quizá porque un año antes había ganado Cuauhtémoc Cárdenas del FDN la elección presidencial contra Carlos Salinas. La realidad es que en Baja California, una entidad multicultural de origen, el PAN ya traía consigo mayor tradición de lucha, básicamente desde 1958, con dirigentes como Salvador Rosas Magallón y el mencionado Corella.

Además, dieron el campanazo nacional cuando el PAN ganara en 1967 simultáneamente las capitales de Sonora, Yucatán y Baja California, las primeras victorias importantes en su historia.

De 1989 en adelante al PRI se le fueron complicando las cosas en las elecciones estatales. A pesar de las reformas impulsadas por Colosio en la XIV Asamblea Nacional, el sistema de selección de candidatos a gobernadores siguió siendo el mismo con el que se decidían en el pasado: El presidente de la República, como gran decisor, y los grupos de poder y los gobernadores de las entidades federativas como grandes electores. El PRI auscultaba y proponía —aunque no siempre le hacían caso a sus propuestas—.

Así fue perdiendo el PRI. Después de Baja California tuvo complicaciones en Guanajuato (1991) y San Luis Potosí (1991). Perdió nuevamente Baja California (1995), y Jalisco (1995), después Nuevo León (1997), Zacatecas (1998), Nayarit (1998), Tlaxcala (1998), Baja California Sur (1999), Yucatán (1999) y Chiapas (2000), hasta llegar a ser derrotado en 27 de las 32 entidades, quedando actualmente solo los estados de Colima, Hidalgo, Coahuila, Estado de México y Campeche como los únicos estados donde el PRI no ha perdido el gobierno estatal.

Al perder la presidencia de la República en el 2000, la función de gran decisor del presidente de la República en materia de candidaturas se acabó, y esa facultad se repartió entre el CEN del PRI, los gobernadores (donde había gobernador del PRI) y los grupos de poder.

En algunas entidades se promovieron procesos internos abiertos para seleccionar a los candidatos. En algunas entidades al PRI le fue bien y en otras se dividió. Con el tiempo, el PRI recuperó plazas importantes como Nuevo León, Yucatán, San Luis Potosí, Nayarit y Tlaxcala, Sonora y Sinaloa, entre otras. En otras, como Guanajuato, Morelos y Baja California, nunca se ha recuperado.

Igual tardó el PRI doce años en recuperarse de la derrota presidencial infligida por el PAN en el 2000. ¿Cómo le hizo? No dividiéndose, trabajando a su base territorial y aprovechando los errores de los gobiernos de oposición que —en la realidad— nunca significaron un verdadero cambio o alternativa distinta de gobierno.

En la elección del 2018 el PRI volvió a perder la presidencia de la República. Enrique Peña Nieto fue un reformador de la economía y de la administración, pero no de la política ni de su partido. El PRI se siguió manejando ¡como si nunca hubiera perdido! Los mismos vicios, los mismos cacicazgos, los grupos de siempre y terminaron por explotarle a Peña en lo electoral los casos de los gobernadores corruptos que tanto daño le hicieron a su propio partido. Aún se recuerdan los escándalos que a diario se publicitaban y las medidas tardías y ridículas del PRI de promover expulsiones a posteriori cuando ya nada había que hacer.

¿Qué sigue para el PRI? De cara al 2021 tiene dos retos fundamentales: Resolver en unidad la próxima elección de dirigencia nacional, y preparar sus cuadros y estructuras para ser competitivo en el 2021, cuando estarán en juego 500 diputaciones federales y 14 gubernaturas, de las cuales ocho tienen gobiernos priistas.

También deberá trabajar en lo siguiente:

1. Fortalecer la imagen del partido. Hay una obsesiva campaña por cargarle al PRI todos los casos habidos y por haber de corrupción pública. Más allá de los cacareados informes de las exitosas rendiciones de cuentas, se debe combatir a fondo el persistente fenómeno de la “nuevorricracia” (Monsiváis), representado por la ‘comalada’ de funcionarios que, de la noche a la mañana se hacen de abultadas cuentas bancarias gracias a sus propias empresas creadas al calor de su llegada al gobierno, o de moches y comisiones cobrados al calor de contratos de servicios u obras asignadas.

2. Abrir las candidaturas. Ya se agotaron los trasnochados pretextos de decirle a los aspirantes a una candidatura “que no pueden serlo” “porque no conocen los estatutos, o porque no han pagado sus cuotas”. Ese pretexto le costó al PRI 236 mil votos en la elección pasada de senadores por Sonora. Lección que debe procesarse.

3. Hacer autocrítica. Analizar críticamente los problemas electorales del pasado inmediato —en toda su dureza— y proponer soluciones a la problemática partidista región por región.

4. Destacar los logros de sus gobiernos, y asumir y defender “que el corrupto no es el PRI” sino sus representantes. En el gobierno de Enrique Peña Nieto hubo de todo, cosas buenas (las reformas) y malas (Lozoya, Korenfield, etc.), pero irresponsablemente los funcionarios de entonces nunca supieron reaccionar con inteligencia a los casos que marcaron negativamente al gobierno: Ayotzinapa, la Casa Blanca y los gobernadores corruptos. Todo se le cargó al gobierno pasado, con enormes costos políticos, aún cuando quedó claro que fue responsabilidad de las izquierdas del PRD y Morena el caso de la escuela normal, y del presidente y su equipo el de la vivienda presuntamente mal habida.

Tampoco nadie de ese gobierno ni los nuevos legisladores del PRI, han tenido el valor de defender a posteriori las importantes reformas de ese sexenio, cuando antes se desgarraron las vestiduras por las mismas. ¿Y quién ha pagado los costos? El PRI.

5. Evitar las fisuras. En el PRI solo podrá haber fisuras si se siguen fomentando las inconformidades por la exclusión, el olvido o la marginación de su militancia, tanto en el trabajo partidista como en la selección de sus candidatos.

6. Combatir cacicazgos. Está probado que la fuerza real del PRI está ahora en sus municipios y regiones y ya no en su estructura sectorial. ¿Qué necesidad existe a futuro de volver a postular por enésima ocasión a quienes solo han llevado al PRI a dolorosas derrotas (en lo municipal), a nombre de poderes que ya no tienen o a nombre de grupos que solo se aprovechan del poder y terminan negociando con quien gane, al fin que son sus intereses los que dominan?

En Sonora y en otras entidades como Nuevo Léon, Yucatán y Tlaxcala, el PRI tardó 6 años en recuperarse de las derrotas en el gobierno estatal. Cada caso tuvo su explicación, sus causas y sus motivos. En el caso de Sonora, hubo varios factores que influyeron notablemente en la victoria del PRI en 2015: La enorme corrupción del gobierno panista, y la unidad que se logró construir en el PRI entre ganadores y perdedores de la candidatura en el proceso electoral. De cara al 2021 hay mucho por hacer… Ahora existe un gobierno federal que en 2021 irá por todas las gubernaturas para su partido. Quizá vayan dos nuevos partidos en la contienda (Calderón y Elba Esther).Las alianzas ya no serán las mismas y seguramente habrá más de un candidato independiente en la contienda, lo que le va a poner una mayor sabor a la elección, al tiempo que propiciará una mayor competencia en la tarea de convencimiento de cada uno de los votantes: Todo eso y lo que venga en el corto plazo, debe poner a pensar a los partidos que se sienten con una mayor fuerza para dentro de dos años. De ese tamaño.

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