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Mayor Isauro Sánchez Pérez

De 1949 a 1971 el Mayor prestó sus servicios en la Unison como profesor de Música dejando un increíble legado de ejecuciones de su repertorio

Por Héctor Rodríguez Espinoza

I. ESBOZO BIOGRÁFICO

El México en que nació nuestro biografiado era el de la República de Benito Juárez y su irrepetible generación de la Reforma.

Casualmente, nació 20 años después de la fecha de la batalla en defensa de la República, en la cual se erigió héroe el militar Porfirio Díaz, cuya frase remataba los avatares armados de la época e infundieron una nueva —después defraudada— esperanza: “Que nadie se perpetúe en el poder y ésta será la última revolución”.

Muerto Juárez, a quien Díaz combatió después, éste se perpetuó durante más de 30 años, dando lugar a lo que, sin ignorar logros gubernamentales, se le denomina —con no poca despección— Porfiriato.

Hijo del Sr. Félix Sánchez, natural y vecino de Villa Álvarez, labrador y de su esposa Atanasia Pérez, molendera, Isauro Sánchez Pérez nació el 2 de junio de 1887, en el Barrio del “Niño”, Zaachila, en la Villa de Distrito de Villa Álvarez, Oaxaca.

Pasó su infancia, adolescencia y primera juventud en aquella época y debe haber aprendido en su tierra natal las primeras lecciones de música y en la capital del país su disciplina superior.

II. MÚSICO PROFESIONAL

En una fotografía de 1910, aparece como clarinetista de la Banda de Artillería.

Su ingreso oficial al Ejército constitucionalista está registrado el 22 de noviembre de 1915, en pleno Carrancismo, a la edad de 28 años, como sargento 1° músico solista.

Ingresó al ejército constitucionalista en nov. 1915, en el 1er. regimiento de artillería.

En fotografías familiares de 1918 aparece integrando Orquestas de Cámara seguramente en la ciudad de México y en otra, de 1924, como parte de un grupo numeroso de alumnos del Maestro Julián Carrillo, autor del sonido 13.

Formó parte de las Bandas de Música del Estado Mayor de la Secretaría; de la Banda de Música del Colegio Militar y en la de Zapadores.

Se retiró en octubre de 1947, a los 60 años de edad y alta en situación de retiro, por excederse de la edad límite.

III. EN LA UNIVERSIDAD DE SONORA

De 1949 a 1971 prestó sus servicios en la Universidad de Sonora, como profesor de Música en la Escuela Secundaria y Director de la Banda de Música.

¿Cuál fue su increíble legado de ejecuciones de su repertorio?

Oberturas Raymond, de A. Thomas;  La torre del oro, de Jiménez; La primavera, de Joaquín Beristain; Martha y Stradella, de Von Flotow; La princesa de la India, de K. L. King; William Tell, El Barbero de Sevilla, Semíramis, La Gazza Ladra y Una italiana en Argel, de Rossini; El  Rey de los Diamantes, de L. King; Orfeo en los Infiernos y Los cuentos de Hoffman, de Offenbach; Poeta y campesino, Caballería ligera y  Fra Diábolo, de Franz Von Suppé; Tanhauser, de Wagner; Arias La Arlesiana, La Habanera y El Toreador, de la Ópera Carmen, de George Bizet; Sansón y Dalila, de Camilo Saint Saens; Gitanilla, de Lacome; Molinos de viento, de P. Luna; Marcha triunfal de Aída, de Verdi, en las coronaciones de Reyna; Marchas Abelardo L. Rodríguez, Zacatecas, Viejos camaradas, Madelón, El Conquistador, Fuentes Dávila, Lorraine, Anchors Aweigh, The stars and tripes forever, Under the double eagle, El capitán, Washington Post; la Brillante Trombonium de J. Wintroph; tango Celos, Siboney, Beguine The Beguine, La Leyenda del Beso, La Viuda Alegre, Pasos dobles España cañí y 11-81, La Virgen de la Macarena (reto y orgullo para cualquier trompetista); La verbena de la paloma, de Tomás Bretón; arreglos de música popular ‘Dos canciones mexicanas’, de Rubén D. Fuentes y ‘Rapsodias mexicanas’ 1 y 2; o arreglos del Mayor, ‘Fantasías  Mexicanas’ Nos. 1 y 2, con trozos de Juan Colorado, Lindo Michoacán, La sandunga, Canción mixteca, Dos arbolitos, Juan Colorado, Serían las dos, Cuatro milpas, El quelite, La verdolaga y Adiós mariquita linda. Existen tres —cuando menos las que poseo como invaluable e íntimo tesoro— grabaciones con pocos recursos técnicos en los estudios de Radio Universidad y en el atrio de la Escuela de Altos Estudios (antes Secundaria, una de las sedes en nuestra diáspora constante): el Ballet Silvia, de Leo Delibes, y de los Himnos Universitario y Nacional. Con ejecución difícilmente superable, por adolescentes y jóvenes de 12 a 22 años de edad.

IV. TRISTE DÍA DEL PADRE

El 16 de junio de 1974 —día del Padre—, a las cuatro horas, con las mañanitas como cada año de sus discípulos hermanos Curiel, expiró en su lecho de enfermo. No se le concedió “morir en su mesa de trabajo”.

Pocos maestros han merecido tanto las notas de los Himnos Universitario y Nacional que ejecutó su Banda de música en la Rectoría; y el adiós del Coro dirigido por su compañera de misión y de destino, Emiliana de Zubeldía, alrededor de su tumba —hoy ignorada— en el panteón Yáñez, en su sepelio.

V. PRÓLOGO INÉDITO

El Mtro. Luis Enrique García, en su Prólogo al inédito ensayo biográfico del admirado universitario sonorense representativo, lo evoca:

“El Mayor… Por buenas razones, estas dos palabras han conservado el carácter de inconfundible vocativo. Aún en estos días, para buen número de universitarios y algunos memoriosos de los años cincuenta y sesenta, basta la frase para evocar sin vacilación la figura de un mentor: Isauro Sánchez Pérez, el Mayor… Para los que lo recuerdan, sirvan estas páginas como un motivo más; para los que no, que valgan en cambio para conocer los pasos de un educador universitario, formador y director de la Banda de Música y la Banda de Guerra de la Universidad de Sonora (período 1949-1971).

Oaxaqueño de morena piel, contrastada con airosa cabellera blanca, de rasgos enérgicos y acento inconfundible en el hablar, el Mayor llegó a la Universidad de Sonora en el año de 1949. De manera similar a la de otros huéspedes ilustres que en principio han llegado a prestar un incierto período de servicios, don Isauro se quedó en la capital sonorense hasta el último momento de su vida. Se hizo de aquí, como suele decirse.

Don Isauro aceptó la nunca fácil tarea de capacitar a estudiantes en la ejecución de instrumentos requeridos por bandas musicales: viento-metales, viento-maderas, percusiones… En principio, en medio y otro tanto al final, la tarea es seria: horas de estudio —práctica y teoría—, compromiso, aplicación, disciplina, presentaciones locales y foráneas… Muchachos apenas, inscritos en la antigua tercia de planteles universitarios ya desaparecida: la escuela secundaria, la escuela normal y la escuela preparatoria, veneros que le dieron cuerpo y primeros alumnos al Alma Mater en su nacimiento.

Esto y más revelan las páginas presentes. Material expuesto a permanecer guardado en archivos o a distorsionarse en desentendidas memorias, el autor de este volumen, Héctor Rodríguez Espinoza, abogado y posgraduado hoy y ejecutante de trompeta (en aquella secundaria, generación 1956-1959 hasta su titulación 1968), al amparo del Mayor, ha combinado la revisión minuciosa de documentos con el testimonio vivo para dar sentido y estructura a los datos aquí presentados. A la fuente formal, el autor agrega el detalle y da cuenta de nombres, fechas, lugares, acontecimientos que vivió en la época de alumno e integrante-testigo de las peripecias de la Banda. De tal modo, salta el episodio que bulle en el recuerdo, la anécdota propia de la convivencia entre jóvenes que enfrentaban la vida —justa la edad— con emoción y envidiable desparpajo. Junto al esfuerzo y compromiso de representar al Alma Mater en sobradas ocasiones, no faltó la broma, el dislate, el compañero despistado, el humor en alta dosis.

Oportuno es poner un acento sobre los destinos de algunos estudiantes que pertenecieron a la Banda de Música. Nombres sobrarían, por supuesto, y es obvio admitir que en función de vocaciones, oportunidades, circunstancias y temperamentos, unos optaron por escuelas profesionales, otros por oficios, por ocupaciones varias o, en la inapelable variante, no pocos se perdieron en la ausencia. Sin embargo, independientemente de citar quehaceres como éstos, más o menos previsibles, es pertinente enfatizar que algunos más, formados en la orientación y enseñanzas del Mayor, siguieron en el campo musical como forma principal o única de vida: ejecutantes, instructores, directores de conjuntos, de orquestas… Allí se encontraron a sí mismos y encontraron las llaves de esperadas puertas.     

El presente volumen informa sobre numerosas intervenciones de la Banda de Música Unison: en el campo escolar, en el social, en el cultural de propios y de extraños. El grupo estuvo presente en festividades y ceremonias, tanto universitarias como ajenas. Aniversarios, días patrios, las giras y desfiles no faltaron. Visitó rincones, ciudades y entidades. Se expandió por acá y por allá en el sonar de la tuba, las trompetas, clarinetes… y a la par se dio la implícita expansión del verso ‘Unidos vencerán…’ Todo a cambio del orgullo juvenil y del aplauso compartido por el grupo. El repertorio musical registrado es vasto, heterogéneo, lo que habla de la aplicación del director y ejecutantes: oberturas, marchas, valses, suites, arias de ópera y de zarzuela, canciones, rapsodias…

Los cientos de jóvenes que pertenecieron a la Banda de Música de aquellos años, al mando del Mayor, dejaron marcas en distintos puntos y momentos. Nada fueron las inconveniencias ni las condiciones para hacerse escuchar: ya en locales cerrados o bajo el pleno sol, ya parados o sentados, ya marchando a lo largo de calles y avenidas… Carácter, determinación, conciencia de grupo, aptitudes que deben haberse arraigado en el perfil de los discípulos.

Los contenidos que aquí se presentan, dedicados a la expansión, revelación de datos, nombres y sucesos comprendidos entre 1949 y 1971, muestran la continuidad ininterrumpida de anteriores Bandas Universitarias, aparecidas de hecho desde la fundación de la Unison; y que, por otra parte, son ahora referencia para los presentes y futuros integrantes que, sin duda, llegarán con similar propósito. Significan, sobre todo, el valioso nacimiento de un capítulo, un registro articulador para ser incluido en las páginas de la historia oficial de la institución.

Generación de músicos universitarios que bien pueden portar, a modo de blasón identificante, el nombre del mentor, los apellidos y el particular, inconfundible vocativo: Isauro Sánchez Pérez, el Mayor.