Destacada

Lo no vivido antes: ¿remedios inéditos?

Subsecretario Hugo López y presidente López Obrador. En México no habíamos experimentado que una crisis económica se juntara con una de salud.

Los miembros de ésta generación se ven muy convencidos de que cuando la crisis pase y se haga el verdadero recuento de los daños, se obligará a replantear el funcionamiento de todo

Por Bulmaro Pacheco

En tan poco tiempo y apenas en los primeros cuatro meses del año, nuestra generación —y creo que varias— no habían visto ni vivido fenómenos tan sorpresivos en México como los siguientes:

Más de 72 barcos de carga extranjeros haciendo fila en los puertos para descargar millones del litros de gasolina, dado que el gobierno y Pemex han entrado en crisis y no tienen dónde depositarla; actualmente están llenos los depósitos existentes ante la sensible caída en el consumo de la gasolina que ha disminuido hasta en un 70% por la inmovilidad de la gente y las empresas. Algo inédito.

Que en México —a nivel local y federal— vemos impávidos como se realiza todas las tardes un recuento de muertos y enfermos relacionados con la pandemia. Patético. Eso no lo habíamos visto nunca.

Que los responsables del sector Salud a cada momento nos informen del riesgo de un colapso en el sistema nacional de hospitales por la falta de camas y equipamiento, para enfrentar —en el corto plazo— la gran cantidad de enfermos producto de la pandemia y, lo peor, que una gran cantidad de contagiados se registre en hospitales y clínicas.

Que el sector educativo nacional se paralice por varias semanas, más allá de los períodos vacacionales y los problemas laborales de los maestros en los estados. Que la sociedad critique, debata, aplauda, o descalifique la labor de los gobiernos a través de un inusitado activismo en las redes sociales.

Que las empresas cierren sus puertas por varias semanas y pese sobre las espaldas de los trabajadores la amenaza de despidos y terminación de contratos.

Que los empresarios de México tengan tan mala relación con el gobierno federal, dejando atrás los peores momentos de 1976 y 1982 en los gobiernos de Luis Echeverría (crisis devaluatoria y reparto agrario) y José López Portillo (estatización de la banca).

Que las instituciones competentes informen cada tanto tiempo de la pérdida de miles de empleos por empresas y regiones.

No habíamos experimentado nunca el que una crisis económica se juntara con una de salud, donde una influye a la otra por la paralización de actividades y la baja en la demanda.

La contingencia sanitaria desató las compras de pánico en farmacias.

Que el desempleo en los Estados Unidos alcanzara la cifra de 26 millones de personas, con pronósticos sombríos de una recesión económica peor que la de 1929 (donde solo se perdió dinero; “Galbraith”).

Que los responsables nacionales e internacionales de la salud declaren abiertamente que —a pesar de los enormes avances científicos en la medicina— no habrá todavía una vacuna para atender y curar la enfermedad del Covid-19. Como dice Aliseda Llera: “Fascinante que por fin entendamos que estamos en un mundo incierto y que eso no quiere decir que la ciencia no sirva. La propia ciencia es incierta… No estamos listos para la Incertidumbre”.

Que el precio del barril de petróleo cayera por debajo de un dólar y que eso nos regresara a vivir crisis energéticas peores que las de 1967 y 1973.

Que un conjunto de gobernadores estatales se le rebele al presidente de la República —primera vez en 100 años—, exigiendo atenciones y mayores recursos para la atención de la crisis y replanteando su pertenencia al pacto fiscal que viene desde 1980.

Que descubramos que a pesar de los avances tecnológicos en México, actualmente solo el 60% de la gente tenga acceso a internet y que solo 45% de los habitantes tenga en su poder una computadora personal.

Que la suma de las crisis económica y de salud ponga a prueba la calidad de los gobiernos del mundo para enfrentarlas, y hayan entrado en crisis los principales liderazgos políticos.

¿Qué pensar ante esto? ¿De qué teoría o marco teórico echar mano? ¿Seguirle la corriente al gobierno que de todo culpa al pasado o al neoliberalismo motejando incluso, a la ciencia de neoliberal?

Lo peor es que ante la crisis de las teorías sociales y políticas existentes y ante la desesperación por interpretar lo que está pasando en el mundo, vuelven a resurgir las teorías de la conspiración, la mendacidad, la charlatanería, los engaños populares y los delirios multitudinarios.

Dice Steven Pinker: “El conocimiento científico erradicó la viruela, una enfermedad dolorosa y desfigurante que mató a trescientos millones de personas tan solo en el siglo XX. Esos logros imponentes desmienten cualquier afirmación de que vivimos en una época de decadencia, desencanto, falta de sentido, superficialidad o absurdo”.

Lo que sí es cierto y de eso se ven muy convencidos los miembros de ésta generación, es de que cuando la crisis pase y se haga el verdadero recuento de los daños, se obligará a replantear el funcionamiento de todo: Empresas, escuelas, hospitales, medios de comunicación, sindicatos, partidos políticos y los gobiernos en todos los niveles.

Por increíble que parezca, las crisis no solo han desnudado a todas las organizaciones ineficaces y con poca previsión ante fenómenos difíciles de manejar como los actuales, sino también a las principales ideas sobre las que se han basado los gobiernos para ejercer el poder.

¿Qué decir de los procesos electorales que México vivirá el próximo año? Nada será lo mismo tampoco y los partidos políticos deberán hacer un gran esfuerzo para replantear campañas y candidaturas. Si antes de la crisis el número de desencantados se incrementó notablemente en las encuestas, llegando a rebasar a los partidos políticos dominantes. Llegado el momento, serán todavía más los indecisos.

Eso fortalece la tesis de que la próxima elección será local y se decidirá en cada uno de los municipios, distritos y entidades.

Ante la crisis, prevalecerá la demanda local sobre lo nacional, llevando delantera las demandas de seguridad, empleo, salud y educación sobre todas las demás, y se revisará con lupa la calidad de cada una de las candidaturas más allá del partido que las postule.

En lo local, la imagen y popularidad de López Obrador habrán de contar pero no serán decisivas. Para esas fechas (6 de junio del 2021) estará a punto de cumplir su tercer año de gobierno y ya se tendrán más datos sobre su desempeño, particularmente en los temas controversiales que han caracterizado a su gobierno. Es entendible que las oposiciones estén guardando las formas en la contingencia, aunque eso no las ha limitado para expresar posturas en el Congreso de la Unión y exigir al Ejecutivo respuestas claras y viables para la crisis. Pero esa versión inducida desde el poder, de que la oposición estará débil, borrada o derrotada moralmente (sic) para la época electoral, es muy discutible. Ya se verá.

[email protected]