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Los fabulosos 60s, Santiago Cota de la Torre (1942-1978) y su compañía breve de buen humor

Por Héctor Rodríguez Espinoza

COMPOSICIÓN DE LUGAR. La mejor y anti solemne narrativa de la atmósfera social de los sesentas en nuestra ciudad capital es la que nos legó José Luis Bojórquez Woolfok. Escribió que en esa singular e irrepetible década, Hermosillo conoció el anillo periférico, su población pisaba los 150,000 habitantes y hubo quien declarara que ya no había lugar ni siquiera para una aguja. La vida detrás del «bordo» parecía imposible y no obstante se multiplican los fraccionamientos y, a la vivienda popular —La Huerta—, le siguió La Apolo (otrora basureros municipales) y el de la Reforma Norte, al que coquetamente se le denominó de los “brassieres”.

UN PESO. Con este billete se compraba la voluntad diaria de un niño reacio a la instrucción pública, para que pudiese darle rienda suelta a sus apetencias del “ricobeso”, la “nucita” y la “supernatilla”… pagaba un viaje completo e intransferible en los recientes “ruleteros” o “peseros” sobre carros cerrados que jubilaron los “camiones chatos” de Castellanos, Munguía y Osornio… Compraba una boleada en el jardín Juárez y un corte de pelo en La Amiga de Pueblo. Alcanzaba para un “hot dog” que se popularizó en las afueras de la Universidad frente a la preparatoria. Inmediatamente, y como una respuesta regionalista, desde las catacumbas pécoras vino el taco de carbón o de carne asada también de a peso, en tortilla sobaquera a la que la cicatera forma de hacer mercado de los pioneros zares del taco —Ventura Sierra, sin duda el precursor— la redujo a sus mínimas dimensiones que casi terminaba por perderse en la mano… Pagaba la momentánea alegría de una pieza en una radiola, el aparato de la década que elevó a ídolos a los artistas del momento. Famosas las ubicadas en el Café Universitario, los éxitos preferido fueron “la Burbuja”, “Sábado en Tijuana”, las de Hugo Avendaño en el Paty Queen. El Rubí en la calle Veracruz, que incluía a Pablo Castillón “Campana rota” y “Contemplando tus cabellos de oro”, Los Dandys “Suspenso Infernal”, Juanito Mendoza “Me Sobra Mucho Corazón”, “Sombras” de Javier Solís, Mayte Gaos con “el Gran Tomás” y Oscar Madrigal “Estoy muy triste porque estás muy lejos de mi”…

En esos tiempos anchos mi generación terminó los dos años de la escuela preparatoria. Desde el Grupo D, aprobando el curso de Introducción al Estudio del Derecho con el Lic. José Ma. Oceguera Ramos, usando por supuesto el texto de Eduardo García Máynez, escalamos la ansiada Universidad y decididos, con la necesaria vocación, por estudiar Leyes.

En este escenario incipientemente universitario, ingresamos como la 9ª generación 1961-1966, un grupo de 50 bachilleres. En la antecesora 1960-1965 cursaba el joven cajemense Santiago Cota de la Torre.

SANTIAGO COTA DE LA TORRE. De una natural comicidad que reflejaba inmediatamente en su mirada, labios, rostro y voz, fue un imitador inigualable de los profesores, locutor de Radio Universidad, actor de la Academia de Teatro y animador de giras artísticas y de los festejos de aniversario de la Escuela, cada mañana de 3 de noviembre.

Cumpliendo una promesa a su padre en su lecho de enfermo, quizá sin vocación definida por la abogacía, pero terminó la carrera y obtuvo su título. Trabajó en el Gobierno del Estado y en una fría noche invernal de 1978, falleció prematuramente. Con este motivo publiqué en El Imparcial, el 11 de diciembre de ese año:

“Algo tiene el mes de diciembre, aparte de su riqueza espiritual por las fiestas de Navidad y de fin de año, que para muchos de nosotros nos recuerda la muerte de alguien estimado que deja nuestro mundo y acentúa, aún más, el luto y dolor de sus familiares, que ya contaban los días y júbilo fraternal que caracterizan dichas celebraciones.

Para nuestro medio es singularmente lamentable la muerte del Lic. Santiago Cota de la Torre —Santiago Cota— porque, al margen de humanos errores a los que nadie escapamos, como pocas personas supo ganarse la estimación y amistad de todo ambiente en que se desenvolvió, desde sus años de estudiante en la escuela Preparatoria, hasta sus recientes actividades de difusión cultural en el Estado.

Nosotros, en particular, lo recordamos como imprescindible acompañante en las giras de extensión cultural universitaria, por todo el Estado, que realizábamos los grupos artísticos de nuestra Alma Máter en los años cincuentas y sesentas; la Universidad romántica e irrepetible de “Don Canti”, “Richard”, “Chipote Córdova”, “Chalío” Moreno, Mayor Isauro E. Sánchez Pérez, entre otros.

Su paso por la Escuela de Derecho desde 1960 nos hacen recordar, a los integrantes de esas generaciones, una y mil anécdotas ricas de un fino y sano humor que hacían menos tenso, tedioso y aún simpático el curso de los años estudiantiles. La inigualable imitación de los principales y característicos profesores de esa época —Alfonso Castellanos Idiáquez, César Tapia Quijada, José María Oceguera Ramos y sus mucosidades—, su interpretación de canciones —La soldadita— y relato de chistes o “charras” en las reuniones, fueron nota importante en la historia de nuestra Escuela.

Recién estrenado el nuevo edificio de la escuela —hoy Economía—, las aulas contaban con una red de comunicación cuya base era la dirección. Una mañana se le ocurrió a Santiago “avisar”, imitando perfectamente la voz del director Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez, que “por razones de fuerza mayor se suspendían las clases y que debíamos desalojar las aulas y el edificio e irnos a nuestras casas”, lo que hicimos extrañados y gustosos, con el natural enojo de las autoridades y profesores, …

Su temprana inclinación por las bellas artes se reflejó en las labores que desempeñó como locutor fundador de Radio Universidad (como lo recuerdan Arturo Merino, Aníbal Meneses, Víctor Ortiz Mendoza y Raúl Ernesto Campbell Araujo), actor en la academia de teatro, luciendo en los extrañados entremeses cervantinos, Jefe del Departamento de Extensión Universitaria, Jefe del Departamento de Acción Cultural del Municipio de Hermosillo y últimamente representante del Fondo Nacional para la Acción Social en el Estado.

Recuerdo el día de su examen profesional, de cuyo jurado fui integrante, la dedicatoria de su Tesis: “A la memoria de mi padre” (había sido litigante práctico en Cajeme) y a quien, en el lecho de muerte, le había prometido recibirse de abogado. Lo hizo con una investigación sobre Derecho Penitenciario habiéndolo yo designado el fundador de dicha cátedra en el plantel y Director del Sistema penitenciario estatal. Impartía, también, con toda seriedad, la cátedra de Sociología.

En la fiesta en casa-abarrotes de mi examen profesional, el 9 de mayo de 1968 (regalo para mi viuda madre), cantó una versión especialmente dedicada a mí de La soldadita, acompañada de mariachi. ¡Como la disfrutamos mis sinodales Miguel Ríos Aguilera, Francisco Ross Gámez, Miguel Ángel Cortés Ibarra, Enrique Palafox Reyna y Óscar Téllez Ulloa, mis invitados, familiares y vecinos del barrio 5 de mayo! 

Dentro del buen humor con que realizó seriamente las tareas que le fueron encomendadas, muchos ambientes de Hermosillo habrán de lamentar la prematura muerte del Lic. Santiago Cota de la Torre, de Santiago Cota y extrañar su envidiable talante y talento.

De su Generación 1960-1965 de la Escuela de Derecho, ya habían fallecido, en víspera de su boda, la hermosa y estudiosa Zaida Palafox (haberla mirado vestida de novia en su féretro, me “arrugó el corazón”). Y cómo no, si de regreso caminando a casa escuchaba en una casa vecina, de Palito OrtegaVestida de Novia. Te miro y pareces dormida, aprisionan tus manos un ramito de azar, un sueño profundo y muy triste, del que ya nunca te despertarás. Te han puesto tu traje de novia, ese que en la iglesia ya no lucirás, tus pálidos labios dormidos, el sí emocionado no pronunciarán. Coro: Y te vas, y te vas, al cielo vestida de novia te vas, y un coro muy triste de ángeles, sollozan la marcha nupcial (bis). Me siento tan solo y tan triste, y al verte dormida quisiera gritar, me muerdo los labios pensando, que nunca tus ojos me han de mirar. ¿Por qué habrá querido el destino, así de un zarpazo tan cruel y brutal, dejar nuestros sueños deshechos, en ti pregunto cuál fue nuestro mal? Coro: Y te vas, y te vas, al cielo vestida de novia te vas, y un coro muy triste de ángeles, sollozan la marcha nupcial (bis).

También se nos fue el espigado Manuel “El chillón” García Jiménez.

Para quienes convivimos con Santiago Cota de la Torre en años juveniles, su recuerdo decembrino nos sigue significando una rara mezcla de humor y de tristeza.

(FOTO: Archivo Histórico Unison)