Destacada

Los militares, los jueces y las elecciones

Si el presidente ha convertido a los soldados mexicanos en albañiles, en policías, en contratistas, en vigilantes de los puertos, etcétera, ¿habrá alguien que le impida convertirlos en operadores electorales?

Por Juan J. Sánchez Meza

Como si se tratara de sus subordinados, el secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán, llamó enemigos a los integrantes del Poder Judicial Federal, a quienes culpó por la falta de colaboración en el trabajo que dice que su dependencia realiza en contra del narcotráfico.

La expresión no solo denota la profunda ignorancia de este funcionario sobre la naturaleza y alcance de las responsabilidades a cargo de jueces, magistrados y ministros, que ni remotamente están ahí para colaborar con el trabajo de las fuerzas armadas, ni de ninguna otra dependencia de gobierno, sino para hacer que se cumpla la Constitución y la ley, sin perjuicio de que la palabra enemigo tiene, en boca de un militar de alto rango, una connotación peligrosamente distinta, en comparación con cualquier otro ciudadano.

Cuesta trabajo desvincular este exceso atropellado del lenguaje, esta insolencia inadmisible, en un Secretario de Estado, de las expresiones que en el mismo sentido ha lanzado el presidente López Obrador quien no se ha cansado de ofender y ningunear, a diestra y siniestra, a jueces, magistrados y ministros por igual, a los que ha acusado de traidores a la patria, cuando no los ubica entre sus enemigos políticos, por la única razón de que, en ejercicio de sus responsabilidades como juzgadores, han desestimado esa colección de atropellos y vulneraciones a la Constitución que, con la apariencia de leyes, han expedido sus subordinados —esos sí— en las cámaras legislativas.

No es que en el caso del presidente este tipo de bravatas callejeras sean aceptables, sino que a fuerza de repetirlas ya no llaman la misma atención, sino que, hasta hace poco tiempo, los integrantes de las fuerzas armadas nos tenían acostumbrados a guardar la compostura.

Finalmente, a mi juicio, esa desfachatez refleja claramente la gravísima impertinencia en que incurrió el presidente de México, al impulsar una nueva relación entre el gobierno civilista y el ejército, inventándose el señuelo de que el ejército es pueblo, con el grave riesgo de que sean los propios integrantes de las fuerzas armadas quienes se crean ese mito, como si el resto de los mexicanos no lo fuéramos.

Fernando Escalante nos recordaba (NEXOS, enero 2021) que el lenguaje con el que se habla en público sobre las fuerzas armadas es siempre enaltecedor, identificándolo con las grandes gestas de la historia patria, además del elogio de la disciplina, la lealtad, el sacrificio, que contribuyen a formar en la imaginación de los militares, como contraparte, una imagen fundamentalmente negativa de la sociedad: desorganizada, indisciplinada, egoísta, cómoda.

Debiera ser motivo de indignación de todos los mexicanos, que la sarta de desatinos expresados por el secretario de Marina hayan sido pronunciados precisamente frente al presidente de la República, degradando con ello su investidura y mostrando su prepotencia y nulo respeto por las instituciones nacionales, aunque no resulte complicado entender que lo que dijo obedeció a una orden recibida.

Por otra parte, más allá de la irreverencia a los valores nacionales y a las formas republicanas que estaba obligado a respetar el secretario de Marina, no menos preocupante resulta el ataque frontal a la legalidad y a los encargados de velar por su cumplimiento, circunstancia claramente advertida por el representante de la organización Human Right Watch, quien alertó señalando que las declaraciones de Ojeda Durán debieran ser un llamado de atención, tomando en cuenta que el imperio de la ley se encuentra bajo ataque en nuestro país.

Ahora bien, por lo visto hasta ahora en cuanto a la falta de respeto que el presidente de México siente por la Constitución, el desprecio por las leyes emanadas de ella, la falta de respeto a la división de poderes, el ninguneo al federalismo y a la disidencia política, etcétera, ¿tiene sentido suponer que López Obrador no se atreverá a involucrar a las fuerzas armadas convirtiéndolas en brigadas de apoyo electoral al cuatroteísmo en crisis?

Si el presidente ha convertido a los soldados mexicanos en albañiles, en policías, en contratistas, en vigilantes de los puertos, etcétera, ¿habrá alguien que le impida convertirlos en operadores electorales? No olvidemos que en las filas castrenses no hay lugar para la iniciativa o la disidencia, especialmente porque su papel es el de obedecer órdenes, no el de discutirlas,

¿La variable militar velará el 6 de junio por la seguridad pública o seremos testigos de un populismo electoral armado?

[email protected]

@JuanJaimeSM50