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Para que la cuña apriete: la Iglesia Católica y la Izquierda

Pablo d’Ors, analiza el rol que considera debe tener actualmente la iglesia católica.

Por Juan J. Sánchez Meza

La lectura de dos textos inconexos me acercaron a la crisis que viven, hoy día, dos instituciones de fuerte raíz en América Latina: la iglesia católica y la izquierda. Más allá de la distancia que guardemos respecto a cada una de ellas, la desbordante influencia de ambas en la vida de nuestras sociedades y la huella indiscutible de su impronta en nuestras vidas, me animaron a compartirlas con usted, amable lector.

Ambas lecturas tienen la enorme ventaja de reflejar la opinión de voces con indiscutible autoridad moral, formuladas desde una posición que no reniega de sí misma, sino que revisa con preocupación el deterioro de su presencia y estado actuales. En adelante, doy la voz al sacerdote español Pablo d’Ors, expresada en un artículo publicado en el periódico EL PAÍS, en su edición del 1 de abril pasado, titulado “La búsqueda espiritual de nuestro tiempo”.

Con su persistente visión dogmática, tan excluyente como intolerante, la Iglesia católica corre en mi opinión el riesgo de quedarse convertida en una triste caricatura no solo de lo que fue, sino de lo que podría ser. No soy, desde luego, el único que cree que la Iglesia no está respondiendo como debería a esta nueva situación global………[…] El peso del pasado y la fuerza del miedo son tan poderosos que la fe corre el serio riesgo de convertirse —si es que no se ha convertido ya— en una cosmovisión trasnochada y en una práctica residual, abrazada solo por individuos y grupos más o menos extravagantes y marginales. Así será sin ningún género de dudas si no se toman pronto y decididamente algunas medidas.

[…] la espiritualidad ha sido en Occidente, hasta hoy, patrimonio prácticamente exclusivo del cristianismo. Pues bien, esa exclusividad se ha terminado, esto es lo que hay que entender. Se ha terminado en Europa —y probablemente en el mundo entero— la hegemonía de los cristianos; y este final es una buena noticia. Esta es mi declaración: los cristianos no somos los mejores, ni mucho menos los únicos. Pero podemos caminar con otros. Podemos colaborar significativamente en la configuración de un mundo mejor, más espiritual, más acorde con lo que en la jerga cristiana se llama voluntad de Dios.

[…]..el único cristianismo con futuro es aquel que no sea dogmático, ni intolerante, ni excluyente, ni hegemónico. Como cristiano (y estoy seguro de que hay legión que lo piensa como yo) no presumo de tener la verdad, sino de buscarla junto a todo el que quiera hacer esta aventura a mi lado y en la máxima humildad……Hoy no hacen falta nuevos movimientos eclesiales —ya hay muchos—, sino personas y grupos, redes, que quieran formar parte de la nueva corriente espiritual que se está fraguando en la humanidad.

A propósito de la grave crisis que el sacerdote español refiere de la iglesia católica, me pareció importante recordar a T. S. Elliot que, citado por Mario Vargas Llosa en “La Civilización del espectáculo”, decía que, después de la familia, la principal transmisora de la cultura a lo largo de las generaciones ha sido la iglesia, no la escuela, entendiendo por cultura, más allá del conocimiento, un estilo de vida, una manera de ser en la que las formas importan tanto como el contenido y remata su idea con esta sentencia profunda: […] un europeo puede no creer que la fe cristiana sea verdadera y, sin embargo, aquello que dice, cree y hace, proviene de la fuente del legado cristiano y depende de ella su sentido.   

Sobre la crisis de la izquierda —limitada al caso de México— me apoyo en las opiniones del Dr. Roger Bartra, tomadas de su libro “Regreso a la Jaula. El fracaso de López Obrador”, publicado hace apenas unas semanas. Con su crítica, desahogada con ejemplos y análisis certeros, niega categóricamente que el régimen que encabeza el presidente López Obrador sea de izquierda, al que califica de populismo conservador. Veamos lo que dice Bartra.

El régimen de López Obrador tiende a ser un populismo conservador, como lo califica Bartra.

Llegó al poder un populismo conservador e incluso reaccionario…A diferencia de lo que a veces se piensa, tanto en México como en el extranjero, yo creo que no tenemos un régimen de izquierda, sino un gobierno populista conservador. Hay un movimiento de restauración del viejo régimen político autoritario. Al presidente le disgusta el capitalismo moderno, agresivo y globalizador; prefiere el capitalismo chatarra y subdesarrollado.

La izquierda, en sus distintas variedades suele mirar hacia el futuro. El estilo político de Obrador, en contraste, se basa en una verdadera manía por mirar atrás. La izquierda de tradición socialdemócrata siempre se ha propuesto reformar el capitalismo, pero no aniquilarlo. López Obrador tampoco quiere aniquilarlo, pero en lugar de reformas lo que propone es ponerle lastres, frenar su crecimiento y volver a formas de producción arcaicas e ineficiente.

Aconsejar a los pobres que bajen de peso, se alimenten bien y hagan ejercicio resulta casi un insulto….El decálogo de López Obrador no va dirigido a los pobres, sino a una clase media atemorizada a la que quiere atraer hacia el camino abierto por su moralina espiritual y a la que llama a ser compasiva o caritativa con los que sufren. Pero los que sufren y viven en la miseria prescindirán de los diez mandamientos del presidente.

Después de leer estos cuestionamientos, queda claro que si bien llevan como destinatario al presidente, sin duda alguna aquello que genéricamente denominemos izquierda mexicana también se ve expuesta en toda la crudeza de su servilismo complaciente y, en el mejor de los casos, acrítico y silenciosamente cómplice. No es poca la pérdida. Recordemos que, más allá de nuestras ideas políticas, la influencia de la izquierda en la vida pública de México, apenas a finales del siglo pasado, fue determinante en el reconocimiento del Estado a la diversidad política y, por ende, al juego democrático que hoy es una realidad en manos de un órgano autónomo como el INE; a la lucha de las mujeres por la igualdad; a los movimientos ambientalistas; al reconocimiento de los derechos humanos, etc.

La sorpresa, ahora, es la incomprensión, el ninguneo, el rechazo o la abierta oposición que esas conquistas enfrentan desde la cúspide del poder que se ha concentrado, nada menos, que en manos de un hombre pretendidamente de izquierda.

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@JuanJaimeSM50