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Quiero hacer cualquier cosa con el arte: Max, artista de nueve años

Desde temprana edad buscaba imágenes y las copiaba, prefiere construir sus juguetes a partir de materiales reciclados; su maestra, Gilda Mercado, considera a Maximiliano como un alumno especial, con talento y habilidad

Por Imanol Caneyada

Pedagogos, sicólogos, educadores y maestros coinciden en la importancia capital que tiene el arte en el desarrollo emocional y cognitivo de la niñez, sin embargo, en México, la educación está enfocada a la ciencia y a la tecnología y en la mayoría de los centros educativos y en el seno de las familias, las materias relacionadas con el arte son vistas como de relleno, intrascendentes.

¿Qué hace entonces una familia cuando un niño de nueve años tiene claro su futuro y proclama sin reparos que de mayor quiere ser artista? No ingeniero ni médico ni abogado…. ¡Artista!

¿Cómo reacciona la familia cuando dice serio, reflexivo, seguro, sin titubear: “Pintura, dibujo, caricatura, cómic, no importa, quiero hacer cualquier cosa con el arte”?

Pues en el caso de Maximiliano Valencia Ramírez, su tía Marlene se sentó frente a la computadora acompañada del sobrino, tecleó escuelas de dibujo en Hermosillo y dio con la de la pintora y maestra Gilda Mercado.

Hace menos de un año que Max asiste a clases con Gilda, gracias a ello ha aprendido técnicas nuevas, está educando el ojo, pero sobre todo, ha reforzado su certeza de que de grande quiere dedicarse al arte plenamente.

Lo primero que sorprende de este precoz artista es la seguridad con que sostiene una afirmación de la que lo menos que se puede decir es que es temeraria.

Pero es que la vida de Max, desde al menos los cuatro años, se ha visto tocada por la urgencia de dibujar todo lo que ve.

Ya desde tan temprana edad buscaba imágenes y las copiaba; “no me salía muy bien, pero lo hacía”.

Uno de los entretenimientos más populares e irresistibles entre los niños, la tele, en el caso de Max se convierte en fuente de inspiración.

El niño ve sus caricaturas preferidas con un cuaderno frente a él y no para de dibujar los personajes que desfilan ante sus ojos.

Es su tía Marlene, entusiasta fan de Max, la que nos cuenta que desde muy chiquito se mostró especial en ese aspecto.

En la decoración de su cuarto o en su forma de vestir, nos dice, nadie puede meterse: él decide.

Por ejemplo, un elemento decorativo de la habitación de Max es un libro que el niño sumergió en café para darle aspecto de antiguo y al que arrugó las hojas.

“Me gustan mucho las cosas antiguas”, asegura en el taller de Gilda Mercado unos minutos antes de empezar la sesión, “siempre ando viendo la manera de que las cosas parezcan antiguas”.

También en la música manifiesta estos gustos, Maximiliano es seguidor de Los Fabulosos Cadillacs y Micheal Jackson.

Interviene su tía para explicarnos que los juguetes de Max prácticamente permanecen intactos en los anaqueles, pues no los utiliza; prefiere construir sus propios juguetes a partir de materiales reciclados, de forma que si necesita una máscara de luchador, él mismo la cose con telas que encuentra por aquí y por allá.

El mejor juguete es la imaginación, está convencido Max.

Esta pasión por dibujar y crear con las manos se manifestó desde temprana edad. En la escuela pronto destacó en dibujo, en donde ha llegado a ganar algunos concursos, y sus compañeros siempre externaron la admiración por su talento.

Hace algunos meses, recuerda la tía Marlene, el maestro de cuarto grado de la primaria Doctor Jaime Torres Bodet, en la que Max estudia, le comentó a la familia Valencia que el niño realmente mostraba un talento especial para las plásticas.

Fue entonces que se plantearon más seriamente la vocación del pequeño y decidieron inscribirlo en una academia.

Su maestra, la pintora sonorense Gilda Mercado, egresada de la licenciatura de Artes de la Unison, destaca los siguientes atributos de Max, por lo que lo considera un alumno diferente, especial.

Se ha adaptado muy rápido al taller, tiene mucho talento y habilidad, una capacidad visual destacada, llama la atención su conexión mano ojo, muy desarrollada para la edad que tiene y su trazo es muy suelto, muy libre.

Además escucha y sigue las instrucciones sin ningún problema, siempre está dispuesto a aprender nuevas técnicas, y algo muy importante en esto, se fija en los más mínimos detalles de las figuras que reproduce, nada se le escapa.

A Maximiliano Valencia Ramírez, a sus nueve años, no parecen asustarle los tópicos de que si se dedica al arte se va a morir de hambre y vivirá en la pobreza.

Él insiste: “Pintura, dibujo, caricatura, cómic, no importa, quiero hacer cualquier cosa con el arte”.

De momento, terminada la entrevista, se sumerge en la obra en la que está trabajando; su contenido es secreto pues se trata de un regalo muy especial; al despedirme de él me pide que no vaya a revelarlo por nada del mundo.

Y lo respeto, estas cosas, a los artistas se les respeta, cómo no.