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Una luz se apagó

Por Antonio Duarte García

Se agotó el pabilo de la vida de Alonso Márquez Félix, que durante cerca de sesenta años iluminó a su familia y en varias décadas a un círculo mayor: amigos, condiscípulos, correligionarios, muchos que lo trataron.

Saber de su hospitalización causó pasmo no solo en la familia sino en cientos, tal vez miles de personas, que por semanas estuvieron pendientes de la evolución de su estado.

Muchos, con generosidad que impulsan el amor y la fe, integraron círculos de oración y elevaron sus voces con insistencia al oído del Creador por su salud.

Sin duda, dicho interés abreva en el aljibe de la propia vida de Alonso: en su tránsito por este Valle de Lágrimas tocó muchos corazones en el ejercicio de virtudes fundamentales: nobleza y generosidad, cultivadas desde pequeño en el seno de la familia.

Sus padres, Don Edmundo y doña Georgina, competían en el empeño de hacer el bien, buscando a quién apoyar, haciéndolo alegremente, sin condiciones ni cortapisas. Sus hijos –Reyna del Carmen, Yeri, Ramón Edmundo, Alonso e Ivone—les siguieron los pasos.

Alonso resumió el ánimo de ambos. Su espíritu inquieto le aguzó su mirada para detectar quién necesitaba de un apoyo, de tenderle la mano, de darle un empujón. Y él lo hacía.

En su tiempo de estudiante, en su casa comían auténticas parvadas de jóvenes que provenían de pueblos y que con frecuencia sus padres no podían enviarles recursos para que compraran alimentos.

Entró a la política, en la que inició estando en la preparatoria (Cobach de Villa de Seris), como auxiliar en la Secretaría de Gobierno; fue dirigente juvenil estatal en el PRI; lo nombraron director de Turismo rural; se tituló como abogado en la Unison; fue director del Registro Civil, que modernizó; fue diputado local (distrito de Moctezuma); administrador de Aduanas en Piedras Negras y Matamoros; director del Servicio Nacional del Empleo en Sonora; delegado de Migración en Sonora, Quintana Roo y Ciudad de México.

Le distinguió su eficiencia y limpieza en las tareas que desempeñó. En todas, también, hizo amigos. Los tuvo por legiones. En todas puso el sello de su talento.

Pero, eficiencia, limpieza y talento, al parecer, no importa tanto en política; mucho  menos si tienes muchos amigos. Así que se había orientado a su familia –Giselle, su esposa, y sus hijos Alonso Edmundo e Iván– y a proyectos personales.

Su dinámica era apabullante. El Cobid 19 lo alcanzó, aunque ya libre de él, dentro del nosocomio le atacó una bacteria de la que no nos han podido dar razón, pero que colapsó sus pulmones.

Dije que con su partida se apagó una luz… Corrijo: esa luz sigue encendida en los corazones de quienes lo conocimos y lo tratamos.

La muerte es el olvido. Y una persona generosa no se olvida.

Alonso vive, vivirá, en nuestro recuerdo.