Destacada

A dejarlo solo

Los ciudadanos debemos elevar nuestra exigencia a los partidos que se oponen al autoritarismo, el desorden y la corrupción de Morena, a ordenar sus plataformas y dirigir sus esfuerzos hacia lo relevante

Por Juan J. Sánchez Meza

Para abrir boca, creo que aquello en lo que tenemos que detenernos todos los mexicanos es en apreciar que en nuestro país funcionó la democracia y, como parte de ésta, la posibilidad de rectificar nuestros errores o apreciar nuestros aciertos.

Como consecuencia de ese proceso ya superado, la lectura y escucha de algunas voces sensatas me ha hecho pensar en la utilidad que representa el olvidarnos de López Obrador, de sus insultos y descalificaciones, de sus disparates y de todas las deficiencias que exhibe su sola persona, afectada incluso, ya, de sus facultades mentales.

Un amigo decía que el presidente quiere seguir en el ring, ya que por ningún motivo le conviene que la fiesta del pleito termine; es como el borracho que, a las tres de la mañana, está todavía en la discoteca y no se quiere ir y al que hay que prenderle las luces y decirle que la fiesta se acabó y que es urgente gobernar.

En ese sentido, quizá una de las primeras tareas que debiera acometer unánimemente la oposición es la de afirmar categóricamente que el presidente fue elegido para un ejercicio de seis años y que, por tanto, conviene desairar abiertamente la consulta sobre la revocación de mandato prevista para el año próximo. Siguiendo el ejemplo de la discoteca, esto sería como dejar a López Obrador solo en su fiesta, con sus invitados. De lo contrario, le estaríamos brindando la oportunidad de seguir en campaña, apareciendo cotidianamente en los medios, desplegando sus probadas habilidades de insulto, descalificación y descrédito.

El presidente López se ha quedado sin proyecto de gobierno, y su carencia de políticas viables y de instrumentos adecuados para impulsarlas lo ha llevado al extremo de decir que, aunque no cuente con mayoría calificada en el Congreso de la Unión para impulsar reformas constitucionales, él siente la responsabilidad de cumplir, hasta el extremo, con la palabra empeñada; es decir, una especie de determinación llevada hasta la inmolación patriótica en cumplimiento del deber.

Por otra parte, la observación del resultado electoral en el país nos habla de una reacción, ciertamente débil y desorganizada, pero a fin de cuentas con una orientación muy clara en contra del autoritarismo presidencial y de las políticas disparatadas y nocivas que han venido siendo impulsadas por el gobierno federal, afectado estructuralmente, íntimamente, en sus capacidades materiales para atender las tareas más elementales en materia de salud, educación y seguridad pública.

En último caso, creo que los ciudadanos debemos elevar nuestra exigencia a los partidos que se oponen al autoritarismo, el desorden y la corrupción de Morena, a ordenar sus plataformas y dirigir sus esfuerzos hacia lo relevante, tomando en cuenta que el presidente López Obrador ya no importa; que su gobierno está liquidado programática y financieramente y que, por tanto, es incapaz de ofrecer una salida a los grandes problemas del país.

Bastantes problemas internos tendrá que enfrentar y tratar de resolver el presidente de México, buscando en las filas de Morena al más viable de sus sucesores, particularmente después del golpe electoral recibido en el corazón morenista que representa la ciudad de México.

El llamado ciudadano es, como hace poco lo recomendaba Macario Schettino, a que los partidos políticos, las organizaciones de la sociedad civil, los grupos empresariales y académicos, etc., empiecen a discutir acerca de los grandes temas nacionales y, en torno de esas discusiones, diseñar el programa en torno del cual tendrán que surgir los liderazgos que permitan decidir cuál será la mejor candidatura y qué partido o plataforma política amplia resulta la más adecuada para concretar ese programa.

La tarea resulta por demás complicada, especialmente porque si algo nos mostró la elección del domingo 6 de junio fue que si bien la oposición política en nuestro país resultó, con todos sus asegunes, beneficiaria del castigo que la mayoría de los votantes le inflingimos a Morena y al presidente, esa oposición en forma alguna fue responsable del cambio. Es decir, empecemos por reconocer que el fracaso del presidente se lo debe a las torpezas de su gobierno y al encabritamiento de los ciudadanos y no a la oposición política, que difícilmente resultó digna de ese nombre.

Juego nuevo: olvidémonos de las mañaneras y dejemos solo al pleitista que busca contrincantes y digámosle tranquilamente que nos vemos en tres años.

Bienvenidos los acuerdos de la oposición y su necesidad de compactación en torno de los grandes problemas del país y sus mejores vías de solución. No queda otra.

[email protected]

@JuanJaimeSM50