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Caso Colosio; «Las balas del odio, del rencor y de la cobardía»

Que cada uno obtenga, en el fondo de su mente y de su espíritu, a pesar de “las balas del odio, del rencor y de la cobardía”, su propia convicción de la Verdad y la Justicia

Por Héctor Rodríguez Espinoza

La mayoría de los lectores de mis libros y audiencia en radio son más o menos contemporáneos, nacidos en la segunda mitad del siglo pasado. Pero la mayoría de mis alumnos universitarios no habían nacido o acababan de nacer en aquel fatídico 1994. Por ello, el artero homicidio del hijo pródigo de Magdalena, Lic. Luis Donaldo Colosio Murrieta, la tarde del 23 de marzo, segó una vida en plena juventud política y le privó de demostrar —y demostrarnos— si era la esperanza de renacer el milagro mexicano de los 50’s y de un cambio con rumbo y responsabilidad.

El crimen del paisano a pesar del —¿lento, veloz?— tiempo transcurrido de 23 años provoca una mezcla de indignación, incredulidad, decepción, frustración, desmoralización, mayor desconfianza en nuestras instituciones y en las personas que las detentan, por su presunta impunidad política e impunidad judicial, rostro proteiforme de la corrupción.

Aquel año fue uno de los más importantes para la historia contemporánea de México. Un año electoral y nueve candidatos se aprestaban para contender por la Presidencia de la República. El Partido Revolucionario Institucional —había gobernado más de seis décadas— contaba, desde noviembre, con su candidato, Luis Donaldo. Pero, en la madrugada del mismo 1 de enero, mientras la nación terminaba de celebrar el arribo del nuevo año, en San Cristóbal, Chiapas, se inició el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, oponiéndose al Tratado de Libre Comercio con América del Norte, declarándole la guerra al gobierno federal y manifestándose por el Socialismo.

Ese inusitado suceso en el sureste llamó la atención nacional y mundial. Tuvo repercusiones macro económicas en la Bolsa de Valores y fuga de capitales. La campaña presidencial se retrasó y empañó. El 10 de enero, el presidente Salinas designó, sin remuneración, para entablar un diálogo con los alzados, al Lic. Manuel Camacho Solís, perdedor por la candidatura y apto para ante un eventual relevo.

La campaña se inició en difíciles circunstancias y el diálogo se celebraba con la participación del Arzobispo de Chiapas. No levantaba el vuelo de otras campañas anteriores y hasta se habló de una «campaña contra la campaña», al grado tal que el Presidente Salinas declaró: «No se hagan bolas, el candidato es Colosio».

El 6 de marzo, aniversario del PRI, Colosio pronunció un discurso en el que, para muchos analistas, tomó distancia del régimen y del Presidente: «Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México agraviado por la arrogancia de las oficinas gubernamentales…».

Transcurre marzo. El 23, en una etapa que, antes de Semana Santa, comprendía Sinaloa, Baja California Sur, Baja California y su natal Sonora, la comitiva llegó a Tijuana y por la tarde se le preparó un mitin en una cañada urbana Lomas taurinas. Se celebró con aparente normalidad, sus últimas palabras (“…vamos a ganar, vamos a ganar porque nos estamos preparando para ello.”).

A las 7:12 hrs./DF ocurrió lo que tantas veces hemos visto horrorizados en TV: de la derecha de la pantalla una mano empuñando un arma de fuego, apuntando a la cabeza del candidato y disparando por encima de su oreja. ¿Hubo otro disparo en el abdomen? La cámara se mueve siguientes segundos y sólo vuelve a centrarse fijándose en el suelo, atrapado un joven que se dice ser Mario Aburto, ejecutor material, a quien —con una herida en el lado izquierdo de su frente—, se le conduce violentamente a un vehículo…

Después las palabras de Diana Laura en el sepelio aquella ventosa tarde del 25 de marzo de 1994, en el panteón municipal de Magdalena de Kino, ausente el presidente Carlos Salinas de Gortari y en su representación, al frente del féretro, el sonorense José Carreño Carlón, director de Comunicación Social.

Desde que el crimen, por mi deber kantiano como jurista y por instinto de historiador diletante, he seguido su accidentado desarrollo procesal hasta su conclusión, según nos lo ofrecen los medios masivos y libros que documentan sus grandes líneas y/o sus detalles y anécdotas que, en parte, enriquecen el suceso, pero que diluyen su verdadera génesis, protagonistas, antagonistas, culpables y responsables ante el otro juicio más implacable: el de la Historia: “COLOSIO. Las balas del odio, del rencor y de la cobardía. Antología Pedagógica”.

El sistema judicial cuenta con un Mario Aburto Martínez —enigmático sujeto— condenado, como “asesino confeso”, a 42 años de prisión pero que, por la figura de la Remisión Parcial de la Pena, estaría presto a obtener su libertad próximamente. Se llevaría consigo, a Los Ángeles, Ca., EUA, donde viven exiliados sus padres, su verdadera identidad y su pedazo de verdad en el magnicidio. Sin olvidar que el IFAI reservó los documentos del proceso hasta el año de 2035, aun cuando ya circulan, en línea, ¡los 173 Tomos del expediente!

Mi investigación nació a partir de una asesoría que me pidió, en el mismo año de 1994, un muy amado discípulo de Derecho para una tarea escolar, que con mucho gusto satisfice.

Su conclusión preliminar me invitó a seguir hurgando en las ramificaciones de toda índole que ofrece el reprochable hecho y el fenómeno que simboliza la lucha descarnada por el poder político y económico en nuestra patria, en su inacabada transición democrática.

A manera de blog, lo fui agregando como ensayo en mi sitio web, bajo el título de “Luis Donaldo Colosio. In Memoriam”, lectura recomendada semestre tras semestre a mis alumnos universitarios.

Por eso se conforma de dos partes y una sección de 50 videos, que dicen más que mil palabras: la primera, la asesoría escolar (1994) y la segunda su continuación en orden cronológico (1995-2015), y cuyo seguimiento, al peso de más de dos décadas, es ya una meta interminable e inalcanzable, pues como ¿“un crimen perfecto”?, hasta hoy pareciera que nos arroja sólo la punta de un iceberg.

Recopila textos escogidos y notables autores, de los medios masivos escritos y testimonios visuales del drama. Su secreto es, tanto seleccionar qué incluir y qué no, pues de otra forma sería interminable. Un centenar de personajes imprescindibles en esta página negra y vergonzosa de la imperfecta democracia mexicana.

En estos 23 años se sucedieron los sexenios de Ernesto Zedillo, del PRI y los sucesivos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, del PAN. Cada uno con sus respectivos escándalos y más sombras que luces y transcurre el actual de Enrique Peña Nieto, del PRI, con su incipiente reformismo, de incierto desenlace.

Héctor Aguilar Camín (La nación como nota roja, Expreso, 20 marzo 2017) remata: «Creo que estamos cebados en violencia y que nos vendría bien una dieta. Yo la empezaré esta semana saltándome en los medios todo lo que recuerde la nota roja serial en que chapopoteamos desde hace años, cada día». Violencia, corrupción e impunidad, ¿resignación plausible?

El carácter pedagógico de esta antología (la más exigente que he elaborado) obedece a que los jóvenes lo han escuchado de sus abuelos, padres y maestros, y debemos ofrecerle una herramienta narrativa y visual y no poco ambiciosa, de la que presumo deberán aprender y tener su propio juicio, que piensen y desafíen.

Nada deseo más que, como producto de mi paciente y esperanzador esfuerzo, cada uno obtenga y mantenga, en el fondo de su mente y de su espíritu, a pesar de “las balas del odio, del rencor y de la cobardía”, su propia convicción de la Verdad y la Justicia.

Nota: Al interesado, el libro electrónico se encuentra en Librería Universitaria o, por encargo, con su autor en: [email protected] y 6622- 567930