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Dardos | Manos manchadas de sangre inocente

Por Gabriel Rigo Gutiérrez E.

Parecía una fiesta: gritaban, bailaban, sonreían, celebraban poseídos. El grotesco festejo no tenía más motivo que la misma muerte. En el Congreso de Oaxaca los diputados aprobaron —violentando su propia Constitución— modificaciones al Código Civil de esa entidad, para permitir el aborto hasta las doce semanas de gestación (a los tres meses el bebé tiene desarrollado cerebro, ojos, órganos importantes). Fueron 24 votos a favor y 10 en contra. La mayoría integrada por legisladores de MORENA y Movimiento Ciudadano.

Resulta un tanto incomprensible esa necedad, ceguera e imposición de diputados que, sin escuchar a todas las voces, furibundos alzan la mano manchada de sangre para aprobar estas leyes. Pero más allá del supuesto argumento de defender los derechos de la mujer (negándole derechos al niño en el vientre), todo parece que es por unas cuantas monedas. Le explico:

El negocio de las clínicas aborteras en el mundo y en México suena cada vez con más fuerza, para darse una idea, la Planned Parenthood Federation (IPPF) tiene más clínicas de aborto que sucursales de McDonlads en el mundo. Y desde luego, con ojos inyectados de ambición, presionan a países con ayuda de Organismos Internacionales, para aprobar estas iniciativas disfrazadas bajo una retórica de derechos humanos.

En nuestro país, la ciudad de México fue la primera en aprobar el aborto, en 2007 y desde entonces, la sangre de los bebés no ha dejado de correr. El estudio “Aborto, la política de un Estado claudicante” de Marcelo Bartolini, realizado en 2017, por el Colegio de México (Colmex), sostiene que durante los últimos diez años se habrían realizados 1.5 millones de abortos, y no los poco más de 175 mil que las autoridades sanitarias de la Ciudad de México registran en sus datos oficiales. Sin duda, una “estrategia de Salud” fallida.

Y es que contrario a lo que todavía defienden algunos diputados, en Cdmx no bajaron ni los indicadores de muerte materna, ni los abortos practicados clandestinamente, ni mucho menos lograron disminuir la reincidencia del aborto. Pero todavía más, los Gobiernos no han solucionado los verdaderos problemas de las mujeres: educación, trabajo, vivienda, violencia y maltrato.

Entonces ¿Qué nos queda? Las clínicas aborteras fueron las únicas ganadoras, pero por otra parte, es evidente que se filtró la cultura de muerte y violencia.

Como diría Teresa de Calcuta, premio Nobel de la Paz: “El país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere. Es por eso que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto”… y sí, falta más amor.

UN DATO: Para finalizar, la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca, confirmó a través del oficio SSP/SPRS/DGRS/IV/0390/2019 de Transparencia que por el delito de aborto hay: cero mujeres presas.