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Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Por: Marina Brauer y Téllez-Girón

DE LA CASA AL MUNDO. Dos factores que desempeñaron una función determinante en la obtención del voto femenino. Primero, los beneficios de la tecnología moderna al servicio de las labores domésticas: aparatos mecánicos que lavaban y cosían permitieron a la mujer salir del hogar y buscar un trabajo remunerado y, con ello la independencia económica. Enseguida las ideas marxistas de que los hombres y mujeres tenían los mismos derechos y obligaciones, Marx había dicho: “El progreso social puede ser medido con precisión por la posición social del sexo femenino”.

Desde la segunda mitad del siglo XIX las mujeres luchaban por tener oportunidad de votar, lo cual había sido negado en 1866. Las voces de las sufragistas resonaban con violencia en Inglaterra, Estados Unidos, apoyadas por otros países.

Poco a poco la situación cambió a su favor, pero no dejamos de observar como siempre ha sido limitada las funciones de las mujeres.

Así la actividad en los partidos de las clases trabajadoras llegó a ser común para hombres y mujeres. Muchas mujeres como Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin en Alemania; Luisa Michel y Laura Lafargue en Francia; O Nadiezda K. Krúspskala y Alejandra Kollontai en Rusia, representaron un papel preponderante en los movimientos revolucionarios de corte socialista.

En 1910 la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres socialistas, en Copenhague, instituyó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.

La primera celebración del día Internacional de la Mujer se realizó el 19 de marzo de 1911 en Europa, específicamente en Alemania, Austria, Dinamarca y Austria.

En Rusia en 1913 en el marco de los movimientos en pro de la paz que surgieron en vísperas de la primera Guerra Mundial, las mujeres en Rusia celebraron el día Internacional de la Mujer el último domingo de febrero.

En Alemania, Suecia y Rusia se conmemora por primera vez en forma oficial el Día Internacional de la Mujer el 8 de Marzo, después de la revolución de Octubre, la feminista bolchevique Alexandra Kollentai, logró el voto para la mujer y que fuera legal el divorcio y el aborto.

Las Naciones Unidas institucionalizó por decisión en 1975 el día Internacional de la Mujer Trabajadora.

A través de la historia la mujer siempre ha tenido que luchar para obtener sus derechos tanto en lo físico como en lo laboral, inclusive para realizar los cambios en su arreglo personal, el tipo de ropa que deseaba usar lo que siempre le ha ocasionado una serie de críticas.

En los años 20 arrastraron al mundo a una desenfrenada euforia representada gráficamente por el frenético charlestón baile de origen negro, que fue para los abuelos y especialmente para las abuelas acostumbradas a mostrar sólo la punta del pie y cuyo cuerpo aún estaba sometido a la tortura de las varillas de fierro o barbas de ballena, de fajas y de corsés, ya que este no era un solo ritmo nuevo, ya que incluía todo un estilo de vida diferente especialmente para las mujeres de los alegres años 20 llamadas flappers, ya que llegaron a transformar no sólo la vestimenta, sino también las opciones de diversión y hasta la manera de relacionarse con el mundo entero, tras la primera guerra mundial esa generación de jovencitas menores de 25 años derribaba por primera vez las trabas y prejuicios establecidos por los hombres.

No fue fácil vencer a los mayores, ya que se cortaron la cabellera, aligeraron la vestimenta, que en la época de esas madres el traje femenino ocupaba por lo menos 17 metros de tela y cubría desde la barbilla hasta el tobillo.

El vestido femenino cambió radicalmente a partir de 1920, el dobladillo subió hasta medio muslo, la línea de la cintura dejó de ser tan marcada y el busto ceñido pasó a ser historia.

Las mangas también se elevaron o desaparecieron, las medias de algodón fueron reemplazadas por un tejido más fino de seda o rayón y se enrollaban por encima de las rodillas y al ser más corto el dobladillo quedaba al aire libre una parte del muslo.

Mientras los dobladillos subían y desaparecían las prendas interiores, fondos, combinaciones y sostenes rígidos, la reclusión doméstica se cambiaba por la realización de muy diversas actividades.

La Segunda Guerra Mundial acostumbró a las mujeres a reducir las dimensiones del vestido, a conformarse con la menor cantidad de tela que pudieran usar. Superaba la escasez, la abundancia aunque fuera ilusoria se notaba en plisados, volantes, campanas, tablas y tablones, los cinturones anchos dejaron de ajustar la cintura, para flotar sueltos entre la parte baja del busto y la cadera.

Pero las faldas seguían debajo de la rodilla. La mujer debía ir cubierta de la cabeza a los pies con materiales extravagantes.

Regresaron los guantes que cubrían casi todo el brazo, los sombreros de ala ancha tan ancha que las mujeres parecían llevar un platón sobre la cabeza.

Con el transcurso de la década, los tacones altos se apoderaban de los pies y los hacían tropezar, entrechocar y hasta romper tobillos. Los médicos de esa época reflexionaban en torno a la peligrosidad del calzado, pero las señoras y señoritas eran inmunes a las advertencias. Después de todo, la época del racionamiento y la escasez había quedado atrás y la década de los cincuenta prometía un desarrollo constante.

Sin embargo las tendencias femeninas a la liberación del yugo impuesto por el hombre durante milenios se obligan ante los mandatos de los diseñadores de modas, quienes deciden la forma de vestir con más poder que un dictador.

Así que a través de los siglos la mujer sigue siendo de alguna forma controlada por el hombre, y no deja de ser víctima de los abusos tanto familiares como laborales, ya que en pleno siglo XXI en muchos trabajos se siguen considerando muchos puestos sólo para hombres, a pesar de que se ha demostrado la eficiencia y la capacidad de la mujer para desempeñar cargos oficiales, destacarse en todas las ciencias, y reconocer que el protagonismo femenino evidencia la marcha hacia la igualdad.

CUÍDENSE MUCHO Y HASTA LA PRÓXIMA.