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El Palacio de los Zapatos

Don Sergio tiene más de 30 años con su taller de reparación de calzado en la colonia Ley 57; a pesar de ser un oficio muy antiguo y posiblemente amenazado por el “consumismo”, mantiene una amplia clientela

Por Mario Fernández

Coser, pegar y lijar son los pasos principales y más solicitados en la reparación de cualquier tipo de zapatos.

El calzado es más importante de lo que se imagina, la vida sin algo con lo cual cubrir los pies sería incómoda, llegando a ser incluso dolorosa. La documentación más antigua que se conoce sobre el calzado tiene más de 15,000 años; Se trata de unas pinturas rupestres en una cueva primitiva que fueron halladas en una forma esquemática aparecen hombres con una especie de botines y una mujer que calza algo parecido a unas botas de piel, aludiendo a que el calzado tiene sus inicios en la época del hombre prehistórico.

Sergio Magallanes es un zapatero originario del estado de Zacatecas, quien por gajes de la vida llegó a la ciudad de Hermosillo a la edad de 12 años, donde su larga historia en la vida de la reparación del calzado comenzaría.

“Después de fallecer mi padre y con siete años de fallecida mi madre, fui acogido por una hermana mayor que radicaba aquí en Hermosillo; con el pasar de los años pasé por variedad de oficios, el último de ellos fue la realización de tostadas donde trabajaba con un pariente de mi cuñado. Después de un tiempo la empresa decayó cuando mi jefe en ese entonces se fue a radicar a Estados Unidos y al quedar su esposa sola le vendió el local a mi cuñado y la maquinaria que tenía le servía para la reparación del calzado y fue ahí donde inicia la que sería la historia de mi vida”, inició contando a Primera Plana el señor.

En una esquina de la colonia Ley 57, entre la avenida la Colorada y la avenida Mazatan se encuentra el taller de don Sergio, un cuarto de 9×5 metros aproximadamente. Donde se encuentran en variados mostradores, tacones, huaraches, botas y tenis deportivos entre muchos estilos más; en la parte trasera del taller está la maquinaria de fijación y ligación, los solventes y toda la cantidad de materiales que utiliza para realizar el “Arte de reparación de calzado”.

“Mis inicios en esta esquina son a partir de mis 21 años cuando después de la adquisición de mi cuñado por este taller, yo le ayudaba a bolear el calzado o realizar pequeñas reparaciones, pero con el paso del tiempo mi cuñado me heredo el taller para yo así iniciar con el negocio que sería el despunte de mi vida. Al comienzo no me gustaba el trabajo pero al pasar los años le agarré un cariño enrome, el trabajo de zapatero es muy Noble”, fuero sus palabras.

Este tipo de arte es considerado uno de los trabajos más antiguos, actualmente han disminuido este tipo de talleres por el hecho que muchas marcas comerciales están creando calzado biodegradable o más económicos que al empezar a dañarse es más fácil la adquisición de otros que la reparación del mismo, también la falta de interés por parte de los familiares ha descendido la herencia del trabajo.

Claro que los inicios en todos los negocios son difíciles, sobre todo cuando no se conoce muy bien el ámbito en el que se desarrollara, dicho arte no es fácil, es muy complejo, mas cuando se tiene uno de los siete talleres que se encuentran en toda la ciudad.

En Hermosillo se cuenta actualmente con 907,233 habitantes, utilizan calzado y llegan a utilizar la reparación de calzado. Don Sergio quien es uno de los pioneros en el mercado al tener más de 30 años con su taller de calzado exactamente en el mismo lugar, cuenta con una amplia clientela.

“Con el avance de los tiempos en mi taller, mi clientela se ha mantenido y ha aumentado cada día más, como en todos los negocios he tenido altas y bajas económicamente, pero digo orgullosamente que gracias a mi negocio he podido salir a delante y mis dos hijas, quien hoy son universitarias tituladas, logré apoyarlas monetariamente con mi pequeño palacio del calzado”, argumento Don Sergio.

En el lapso de la entrevista con Primera Plana, don Sergio recibió a más de ocho personas con quienes mantenía una fluida y amable conversación.

“Es verdad que el trabajo de zapatero puede llegar a ser anticuado en ciertos puntos de la vida, sin embargo, cada vez me salen mayor cantidad de trabajos en los cuales se aprende completamente a realizarlos, puedo decir concretamente que yo también he ido evolucionando y mientras a mi me sigan rentando mi taller yo con gusto seguiré mostrando mi arte”,  finalizó el maestro del calzado.