DestacadaHéctor Rodriguez Espinoza

Licor, pan y libros

Walt Whitman, mayo 31, 1819, NY,- marzo 26, 1892, NJ.

“De verdad ¿puede la historia llegar a relatar ―a conocer siquiera― el alocado enfrentamiento de dos ejércitos en toda la complicada ramificación episódica de los choques individuales y colectivos, cuando, como aquí, todos se ven arrojados en el crisol de la vida y de la muerte?”

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Walt Whitman. Sobre la Guerra de Secesión (1861–1865)

I. Recibo en casa y agradezco una edición del Catálogo de Canastas 2019 – 2020 de La Cubiella “15 años celebrando los mejores contigo”. A todo lujo, tamaño grande y pesado, 117 páginas papel couché a color, lomo como dictan los cánones de publicaciones, portada una docena de los mejores licores nacionales y extranjeros y contraportada una apetitosa muestra de quesos. Claro, para consumo de la élite de la sociedad hasta las clases medias.

“México, entre los países con más millonarios, y también entre los que tienen más pobres” (AnimalPolitico.com)

II. Es un ejemplo primer mundista de un oportuno y lucrativo marketing, lo uso de pretexto para comentar que no tendría nada de malo, si no fuera por:

a) El proverbial problema de salud pública del país, el alcoholismo, cuyo tratamiento rebasa el tiempo y el espacio de esta reflexión de mero pick up. (México, entre los primeros 10 países de Latinoamérica que consumen más alcohol. ¿La razón científica?: El lugar donde vivimos puede tener un impacto en la cantidad y en nuestra salud hepática, con datos de la Organización Mundial de la Salud). 

Sonora está en el segundo desierto más árido del mundo, después del de Sahara. Por eso nuestra cultura cervecera, “tecatización” de nuestros multitudinarios deportes populares y famosa en el mundo entero.

Lo anterior, sin perjuicio del alcoholismo como comprobado e indiscutible factor criminógeno.

Conste que no soy abstemio ni doble moral. Es una industria mundial y competida que requiere inversiones millonarias y grandes fuentes de agua, cuando hay más de 30 naciones —una cuarta parte de la población mundial— en riesgo de sequía extrema. Ciertamente genera empleos, divisas y recursos fiscales para el crecimiento económico y desarrollo del país.

Pero me marcaron para siempre las enseñanzas de mi maestro de la Banda de Música, el Mayor Isauro Sánchez Pérez, quien enemigo mortal de los vicios degradantes, incluso del cigarro (“vicio tonto y apestoso”, nos repetía), nos alejó de ellos y confesaba que “sólo se mojaba los labios en el brindis, con licor de manzana, cada fin de año con su familia”. Contagioso su ascetismo, doctrina filosófica o religiosa que busca purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales o abstinencia.

Mayor Isauro Sánchez Pérez (2 de junio de 1887, Xachila, Oaxaca-16 de junio de 1974, Hermosillo, Son.).

Además, me queda claro —y la enseño— la sabiduría de los juristas romanos que nos legaron la distinción entre el “jus utendi” y el “jus abutendi”, el derecho de uso y el derecho al abuso. Es decir, que el problema no es el uso placentero y medido del licor (desde las bíblicas bodas de Caná), sino el abuso por los gobernantes, que es causa de decisiones fatales para sus pueblos; y de homicidios del fuero común y los de alto impacto, que han destruido el tejido social, cáncer que hizo metástasis en muchas regiones del país.

Según refiere el Evangelio de Juan: “Por aquel tiempo se celebraba una boda en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y estaba la madre de Jesús. Fue invitado a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara el vino, le dice su madre: «No tienen vino». Jesús le responde: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde venía (los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, dio Jesús comienzo a sus signos. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén”.

¿Cómo no recordar al General Victoriano Huerta? Quizá uno de los personajes más repudiados de la historia de México, pieza clave de la Revolución Mexicana que orquestó el derrocamiento y asesinato de Francisco I. Madero hace un siglo. Nació el 22 de diciembre de 1850 en Colotlán, Jalisco, estribaciones de la sierra de Zacatecas. Después de la Decena Trágica, entre los revolucionarios era común cantar La Cucaracha. El corrido, cuenta Paco Ignacio Taibo II, fue inspirado en Victoriano Huerta a quien “la bola” caricaturizó como un insecto. De cuello corto, el dictador sufría cuando dejaba el uniforme militar y vestía de frac: “el traje le llegaba a apretar el cuello y parecía una cucaracha”, señala. A ese aspecto se sumaban “las piernas cortas y zambas del bulldog, ancho de pecho y los brazos más largos de lo normal”. De origen indígena, Huerta “usaba el cabello cortado en cepillo, y sus pupilas inquisitivas le bailaban en las conjuntivas irritadas, tras unos lentes oscuros que se le resbalaban a menudo de la nariz, POR EL SUDOR ALCOHÓLICO QUE LE REZUMABA DE TODA LA FAZ”, escribió el ex rector de la UNAM Genaro Fernández MacGregor.

Ni duda cabe que su traición cambió, vergonzosamente, el rumbo trágico de nuestra frágil democracia maderista y de nuestra historia toda.

¿Y qué decir de los cientos de miles de riñas y homicidios que suceden en casas, barrios, colonias, juntadas, afters, velaciones, posadas, centros y bares nocturnos, a causa del abuso del alcohol en veces adulterado, agravado por drogas blandas y duras? ¿Quién no recuerda algunos de estos casos recurrentes en nuestro entorno? Los conocí en mi ejercicio judicial y forense y a diario me lo confiesan algunos de mis alumnos universitarios.

Nos falta una educación, desde el ejemplo del hogar y la educación básica, para saber la clase y cantidad que tomamos de alcohol. “La vida es imitación”, escribió el famoso sociólogo ruso americano Pitirín Sorokin. “Mi papá tiene mala copa”, recientemente me dijo, sollozando, una alumna víctima del traumático y trascendente divorcio de sus padres por violencia intrafamiliar.  

b). El vía crucis que tenemos que pasar los que tenemos el placentero hábito de la lectura y la vocación de compartir y editar nuestros conocimientos con nuestros colegas, alumnos y lectores en general, para que la burocracia de las instituciones, el “agandalle” de las editoriales, el abuso de la comisión de las librerías y el sádico SAT, inhiban y decepcionen nuestra intención de publicar.

Y no sobran mecenas, aquellos excepcionales que nos apoyen en cada aventura literaria. Sólo familiares pudientes y amigos de verdad le apuestan a una especie de fondo perdido. Los que la pasan peor son los incomprendidos poetas —¿quién lee poesía en Sonora—, a cuyas presentaciones sólo van sus solidarios y empáticos familiares y amigos, a quienes debe de obsequiárseles el ejemplar de cortesía.

Va mi cantaleta: En septiembre de 1931, el poeta español Federico García Lorca (5 de junio de 1898-18 de agosto de 1936) leyó, en voz alta, este manifiesto a favor de los libros y la lectura. Se inauguraba la biblioteca pública de su pueblo natal, Fuente Vaqueros, en Granada, y aunque las bibliotecas ahora van más allá de los libros, su mensaje sigue siendo tan vigente como entonces.

Federico García Lorca, 5 de junio de 1898, Fuente Vaqueros, España – Asesinado 18 de agosto de 1936, Granada, España.

“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.”

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.”

III. “- Héctor —me dice en el café mi culto amigo Juan Antonio Ruibal Corella, de testigos el Lic. José Ángel Calderón Trujillo y ausente-presente Claudio Escobosa Serrano—, cada vez te pareces más a Giovanni Pico della Mirandola” (24 de febrero 1463-Florencia, 17 de noviembre de 1494. Humanista y pensador italiano más conocido por los eventos acaecidos en 1486, cuando a la edad de veintitrés años propuso defender 900 tesis de religión, filosofía, filosofía de la naturaleza y magia contra todos los prometedores, a lo que escribió Oratio de hominis dignitate, llamado como el Manifiesto del Renacimiento y una clave de textos sobre el humanismo renacentista, a lo que llamó la Reforma hermenéutica.

-“Ah mal haya”-, le contesto.

Pero bueno, me fui de paso por la pretextosa recepción de un simple catálogo de bebidas.

Mi aprecio a la plausible y digna de emulación la tarea social de “Tato” Balderrama, en su ONG Amor y Convicción.

Ustedes disculpen, no abusen del alcohol y, en familia y amigos verdaderos, brindemos con un “salud”.