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Mitos siguen cayendo en torno a la mal llamada Conquista

Representación del encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma.

Por Manuel Gutiérrez

Qué extraña manera de conquistar a México tuvo Hernán Cortés. Los historiadores han descubierto que comenzamos con ese cambio social, un nuevo orden para los indígenas, pero nada había cambiado. Cayó el imperio azteca, no el mundo indígena.

El debate y la investigación de verdades históricas continúan. Uno de los temas debatido es el llanto de Cortés en el legendario ahuehuete de la avenida Popotla, en Tacuba (un árbol en que fui a peregrinar cuando era alumno de primaria y la verdad verlo, fue anticlimático) no había nada de extraordinario, solo señalaron ese punto, porque Bernal Díaz del Castillo, historiador suplente de Hernán Cortés, que tuvo la habilidad de ingresar en la narración oficial, pusieron esa escena para darle dramatismo, nada hace saber que era el árbol de la campaña de Cortés y resulta que las lágrimas son invento de Bernal.

Los historiadores actuales entre ellos Guihmen Olivier, investigador del Instituto de Historia de la UNAM, indican que el repliegue fue a Tlaxcala, en que se construyeron los bergantines —barcos menores artillados— con que atacó la náutica Tenochtitlán. Incluso la muerte de Moctezuma, asoma a nuevos debates.

La estancia de Pedro de Alvarado, en Tenochtitlan, rompió la diplomacia, ensangrentó la operación con la eliminación de la aristocracia azteca, sus jefes y cercanos al emperador. Moctezuma, personaje que alcanza dimensiones míticas, se dice que no fue víctima de la lapidación de los aztecas, aunque Bernal, hasta describe que fueron tres las pedradas recibidas, una de ellas mortal en la cabeza lo cual desmiente Eduardo Matos.

Para otros, Moctezuma fue otro crimen más de Pedro de Alvarado, el autor del famoso salto que lo salvo en el canal de Tenochtitlan, y perdiendo fortuna, se mantuvo con la evacuación bajo el ataque azteca. Para la terrible lógica del sanguinario Alvarado, el emperador Moctezuma ya no tenía utilidad, dado que había abdicado en favor de Cuitláhuac, quien dejó acéfalos a los aztecas al morir de viruela, la cual no fue inoculada intencionalmente, fue una epidemia circunstancial.

Alvarado no pudo ser sancionado porque Cortés abriría dos frentes, frente el acoso azteca. No aprobó los hechos de Alvarado, pero la llegada de Pánfilo de Narváez, aumentaba la presión en cuanto a enfrentarse los peninsulares por disputas de poder y legalidad.

Alvarado se constituye en el primer magnicida en ese caso de la historia de México, aunque Cortés seguiría el camino con la muerte de Cuauhtémoc, en la maldada expedición a las Hibueras, actuando bajo el engaño de una conspiración de los indígenas que comenzaron a reconocer en esas tierras mayas al depuesto Tlatoani, hoy Honduras, y de la espantosa sesión del tormento de los pies de Cuauhtémoc, son indefendibles.

En resumen, no se trata de candidatos a la santidad, hubo sangre y muerte y ciertamente no revistió un propósito genocida, ni tampoco estaba en el estilo de Cortés, el sumar de exterminar los indígenas, en lo que trazó evitó la guerra, usando los mitos, la diplomacia, y la astucia. Lo de Alvarado hizo que la guerra fuera inevitable, entonces procedió como el Gran Capitán, pero contó con la pérdida de mandos capaces de los aztecas, sin el sagrado Moctezuma, que también era sumo sacerdote, sin Cuitláhuac, lo que motivó que la organización azteca resistiera la invasión, pero ya sin mandos prestigiados. En cambio, los españoles terminaron la caída de Tenochtitlan, con su mando íntegro, según nos aclara Eduardo Matos, ya citado en otros trabajos en que se ha glosado el contenido de estos temas en Laberinto, de Milenio.

Una gran paradoja de leer los historiadores revisionistas que ha citado Milenio, en exitosas ediciones, es el hecho de que cayó el imperio azteca, no el mundo indígena. Eso nos aportó el historiador Rodrigo Martínez Baracs, ya que menciona que sobrevivió un 80% de la población indígena, sencillamente un número aproximado a un millón para el proceso del mestizaje.

Simplemente en la zona lacustre, Texcoco se acomodó oportunistamente al nuevo gobierno. Para los indios de entonces no era conquista, era un status de independencia en relación a las exigencias aztecas, por unas nuevas autoridades minoritarias que buscaron convencerlas, es decir convertirlas en idioma, raza, y religión. Las comunidades indígenas, ciertamente sufrieron epidemias, efecto del encuentro de dos mundos, pero no una guerra violenta o biológica para erradicarlos. Los altepetle, señoríos agua-cerro, en que estaba dividida Mesoamérica siguieron existiendo, los gobernadores indios absorbieron nombramientos de alcaldes, regidores, fiscales, escribanos, para la administración a la española, pero con los indígenas como protagonistas.

(Estos continuaron su vida, como si no hubieran llegado los extraordinarios seres que se anunciaron en hechos y que impactaron a la mentalidad azteca. Para los indios, su mando fue inconmovible en su gran mayoría, salvo los pueblos cercanos, que eran protegidos por el clero monástico o por la corona. Y que adquirieron el conocimiento de los españoles, a la vanguardia en la época, la llegada de aves de corral, ganado, caballos, ovejas, vino a abrir el mundo de actividades y las ciudades de los blancos, con sus mestizos, fueron centros de abastecimiento en los cuales intercambiar especies por mercancías).

Para los españoles el efecto de la conquista era que ellos dirigían con nuevas formas de organización a un conjunto de pueblos que no se sentían dominados, u oprimidos, sino más bien expectantes de la nueva vida moderna. Los españoles construyeron sus ciudades, sus casas fuertes, y sus primeras iglesias e instituciones sociales, educativas e impusieron la aspiración del español, aunque los misioneros predicaran en lenguas indígenas y dejaron incólume la organización social indígena.

Una conquista de estilo romano, que dejaba intacta la cultura local, controlando los centros poblacionales, vías de comunicación y control militar, pero la vida continuaba para los naturales, salvo el pago de tributos, que compensaban las obras emprendidas por el imperio. Sólo los elementos sediciosos, peligrosos o resistentes, eran eliminados en forma dramática y cruel, aunque teatral, con prolongado sufrimiento caso por ejemplo de la crucifixión, pero nada que rebasara la barbarie de los sacrificios de los pueblos antiguos con episodios bíblicos descriptivos de tales tormentos, las masacres colectivas o muertes con marcado interés público, ya sea como factor de terror, disuasión o diversión.

El legendario ahuehuete de la avenida Popotla.

En Nueva España, ni la inquisición tuvo alcances para meterse con los indios, y están documentos en los 300 años de virreinato, los contados casos en que algún natural tuvo proceso, principalmente vinculado a la promoción de los cultos ancestrales, en 90 procesos que se dieron en el funcionamiento del Santo Oficio.

En síntesis, una conquista en que los conquistados no se sentían conquistados, ya que el historiados aplica la teoría de James Lockhart que llama “identificación mutua”. Los conquistadores que buscaban en la heráldica, en la hidalguía, rangos de nobleza o sobresalientes, perfectamente entendidos por los indígenas de entonces, que conservaron sus jerarquías. Fue extraño ese fenómeno, y más por el resultado de la formación de una nacionalidad y un mestizaje realizado, pero observemos: “Es una mutua incomprensión, que resulta de una buena adaptación de los rasgos tradicionales indígenas y españoles”.

En el siglo XIX los historiadores dentro del conflicto liberal y conservador, incluso la literatura virreinal, más cuestionaron la citada conquista actualmente nos hemos liberado de esa tendencia falsa. De ahí se desprendió la idea de la traición de Malinche, probable amante de Cortés y fiel sierva que la proyecto a la nobleza perdida, y finalmente terminó con Juan Jaramillo recuperó la grandeza y optó por un perfil bajo perdiéndose en el sureste mexicano.

Definitivamente el concepto de traición, como muchos otros se afianzaron en la historia de bronce que tomó la leyenda negra anti-española. El historiador Martínez Baracs, autor de una obra capital sobre “Hernán Cortés” cita sobre las Decisiones de Malitzin, “Malitzin Choices” de Camilla Townsend, coincidente con las investigaciones extranjeras, una obra seria e importante para determinar el real papel de Malinche.

Ya ahora en el siglo XXI, y aún con exponentes que cuestionaron las versiones oficiales del texto educativo en sus obras e investigaciones, la labor de reubicar los conceptos continúa. Nacimos curiosamente de un pueblo no derrotado, sino acomodado convenientemente a un nuevo orden social y erradicamos la pérdida de la personalidad —que no era la azteca, porque cada pueblo tenía la propia— con un concepto de que no había pasado nada. Todavía creo que muchos aplicamos esa misma visión, ante otros problemas o actos de gobierno. En aquel tiempo, era real porque el poder indígena seguía vigente en su forma de vida. Por ello no resultaba rentable la idea de pueblos conquistados. La lucha armada siguió en México con las comunidades errantes, o menos civilizadas, o aisladas por accidentes del terreno, que incluso no sufrieron la dominación azteca, tribus con que todavía en el siglo XIX en las comunidades del norte se luchaba contra indígenas hostiles, cosa que realizó incluso Porfirio Díaz y la familia Carranza.

La distancia, la orografía, mantuvo esos pueblos de verdad, sin ser sujetos a la conquista, que finalmente se logró bajo una existencia de una nueva cultura hasta que progresivamente se sometió en la colonia y en el norte hasta después de esos 300 años, llegó el choque de culturas ahora si distanciados por la tecnología muy superior de esa época y una visión liberal de dominar o convertir al indio en un sujeto económica productivo, socialmente adaptado o persecución.

Martínez Baracs, heredó de su padre archivos de indias y documentos virreinales con que ha continuado su labor de esclarecimiento, dado que la verdad es más benéfica que el mito. Incluso el diario Reforma, ha comenzado a atraer autores interesantes del tema, que evitarán en los bien informados la manipulación de la historia, desde la intención de la 4T.

*Lavozdejalisco.com