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Padre Prisciliano: Una mano a los migrantes del desierto de Altar

Sostiene un albergue que ayuda a los migrantes sin importar credo o nacionalidad; el Trumpismo ha encarecido el trabajo de los polleros que ahora cobran hasta 10 mil dólares

Por Sergio García

ALTAR, SON.- Mil historias ocurren en el desierto de Altar, y muchas de ellas pasan en el Centro Comunitario de Atención al Migrante y Necesitado (Ccamyn) organizado por el Padre Prisciliano Peraza.

Para llegar a este lugar, de apenas 20 mil habitantes, enclavado en medio del desierto se tienen que viajar 3 horas en auto desde Hermosillo, con temperaturas de hasta 45 grados en verano.

La frontera que tiene Altar es su comisaría de El Sásabe, un caserío en medio del desierto, que colinda con el poblado del mismo nombre, en Arizona; para llegar a El Sásabe hay que recorrer otros 80 kilómetros aproximadamente en medio del más inhóspito desierto.

En los buenos tiempos, por este poblado pasaban cada día entre 4 mil y 5 mil migrantes de Guerrero, Michoacán, Puebla y otras partes del país, incluso del mundo, centroamericanos o asiáticos. 

Por el Centro Comunitario de Atención al Migrante y Necesitado han pasado miles de personas en su largo trayecto para cumplir el “sueño americano”.

El Padre Prisciliano recibe a la gente con amabilidad y cuando él no está, siempre tiene a un grupo de voluntarias atendiendo la puerta. Los migrantes saben que deben llegar como a las 3, para comer, asearse y prepararse para dormir. 

En una caminata de seis días por el desierto se llega a Tucson o algunos otros poblados, previa cuota pagada a los polleros que en otros tiempos llegaba a los 5 ml dólares; ahora gracias a las frases grandilocuentes de Donald Trump, la tarifa se fue a 8 o 10 mil dólares.

El único lugar donde se palpa el miedo, de la misma manera que en Culiacán, éste reportero lo ha sentido en Altar, lugar donde todos te vigilan y donde no te puedes equivocar. Una frase del padre Prisciliano resume la situación del pueblo: “En Altar pasa todo y no pasa nada”.

El Padre Prisci, como lo llaman los habitantes del pueblo de Altar, realiza una de las labores más titánicas de promoción y cuidado de derechos humanos para los que él llama hermanos migrantes.

«No somos los únicos, la diócesis de Nogales realiza labores a favor de los migrantes por toda la frontera», dice, «como en Caborca, Nogales, Agua Prieta, entre otros». 

El Padre Prisciliano es un padre cowboy, que vestido de sombrero y lentes oscuros, recorre en su camioneta el extenso territorio que le ha tocado como cura párroco. Es tan extenso como el estado de Puebla, pero casi deshabitado.

Apoyo a Migrantes

En las últimas semanas, para mantenerse en forma recorre el pueblo en su bicicleta, una «veintiochona» de altos rines, y que lo obliga a usar gorra para andar ad hoc al vehículo que utiliza.

El equipo de voluntarios del albergue les brinda un plato de comida, cobijo y hasta protección legal.

El Padre cuenta con dos valiosas ayudantes, una es Sara Abdalláh, quien le ayuda con la administración y atención en general de la comunidad migrante.

La otra persona es Laura Carrasco Barreras, sicóloga egresada de la Universidad de Sonora, quien lleva a cabo un programa para darle atención a los migrantes.

Actualmente los migrantes se mantienen un poco escondidos, a decir del Padre Prisciliano, quien informa que se debe al miedo a la autoridad y a los delincuentes.

Solamente aparecieron para comer 6 o 7 migrantes, pero fueron atendidos con la misma caridad de siempre.

Sobre los riesgos que se corren, el padre comenta: “Es parte de mi vocación, de mi deber, no podemos callarnos ante estos pecados que claman el cielo”.

La vida en el desierto pasa entre peligros y obras de caridad. El Padre mira de soslayo a los polleros y burreros, es evidente que nadie se mete con nadie. Hay un acuerdo silencioso, una delgada línea que no debes cruzar.

El albergue ha atendido a miles de personas, con alimentos, cobijo y hasta protección legal; el padre Prisciliano ha llevado el mensaje del desierto hasta foros internacionales, sobre todo en Estados Unidos.

El Obispo José Leopoldo González se refiere al Albergue de Altar con mucha estima y recuerda que algunos pueblos del desierto están por visitarse, ya que aún carecen de suficientes sacerdotes.  

Comercios en Altar, ofertan lo necesario al “cliente” para cruzar por el desierto.