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Adicciones y familia

Por Armando Godoy

Las adicciones se manifiestan de diferentes formas en cada persona. Hay quienes dicen que no son problema y pueden controlarla; mientras otras personas luchan por mantenerse cuerdos. Cada situación es distinta y su análisis debe ser específico. No hay tal cosa como un protocolo que pueda ser cien por ciento infalible.
Lo que sí es que existen varias áreas en la vida que son de suma importancia revisar. El ejemplo perfecto es lo que refiere a la familia y su manera de relacionarse con la adicción.
La familia, como nuestro punto de inicio en la vida, tiene unas características muy marcadas; tanto que podríamos hablar de “tipos de familias”. Sin tratar de ser exhaustivo, esto significa que hay una manera particular en la que los miembros de la familia nos comportamos. A continuaciones algunas observaciones al respecto:

El modelo


Es muy conocido que «del modelo se aprende» pero no se suelen contemplar todas las posibilidades. Por ejemplo, de una madre que se droga podemos aprender que las drogas te hacen sentir bien pero también nos abre los ojos ante los efectos de la abstinencia y el sufrimiento de las personas que no obtienen la sustancia. Por otro lado, de un padre no consumidor podríamos escuchar las advertencias sobre las drogas; lo que daría lugar a mantenernos distantes del consumo o, por el contrario, creer que solo se nos restringe porque no quiere que nos divirtamos. No basta con dar el ejemplo, pues lo importante es conocer qué efectos tiene el ejemplo en cada persona.

Las emociones

El cómo nos sentimos es algo que puede ser tanto el detonante como la solución del consumo. No es secreto que muchas personas consumen para evitar sentir el malestar, pero también son estas mismas las que hablan de falta de afecto en la vida y, en específico, de parte de la familia. Resulta que no todas las familias son como la tuya; lo que entiende cada familia como cariño, comprensión, amor y demás, es distinto.

Intención no es resultado

Ligado a lo anterior, es importante que notemos cómo, a veces, intentamos hacer algo y no resulta como quisiéramos. Esto pasa más de lo que querríamos en las interacciones familiares. Cuando intentamos ayudar a nuestro familiar, sin querer, podríamos estar dando el mensaje equivocado. Solo imagina que mis constantes preguntas de “¿Estás borracho?” ocurren justo cuando mi hermano lleva dos semanas sobrio. Mi hermano se molesta porque lo critico y yo me indigno ya que solo me preocupo por él.

Retroceder para equilibrar

Piensa en una tabla de madera larga donde puedes pararte. En la misma tabla se encuentra otra persona. Si ambas personas estamos sobre dicha superficie, ahora imagina que justo estamos haciendo equilibrio sobre un objeto, una pirámide por ejemplo. Estamos a la distancia exacta para que toda esta obra no se caiga. Piensa que la vida a veces es así; estamos en la misma superficie que la otra persona, haciendo equilibrios en nuestros objetivos. Cada vez que notamos que esta persona se aleja, le buscamos pero ¿Qué pasa si todo el peso se va a un lado de la tabla? Perdemos de vista el objetivo y le facilitamos a la otra persona el escapar. Es en este momento cuando, tal vez, dar un paso atrás puede hacer que mantengamos el equilibrio a la vez que la otra persona no necesita huir más.

Cada uno de estos puntos solo ilustra de manera muy general algunas situaciones. Tal vez has vivido una o ninguna, pero hay una pregunta que puede servir como guía en momentos difíciles: ¿estás viviendo la vida que quieres para ti?

*Armando Godoy es Psicólogo clínico.

Es además voluntario de Conciencia Saludable A.C.

Contacto: 6623268267