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Contra la rumorología sísmica, la ciencia

El doctor José Luis Rodríguez Castañeda, investigador del Instituto Regional de Geología de la UNAM, explica cómo se origina un terremoto, niega tajante su posible predicción y advierte a los gobiernos que puede reducirse el número de víctimas si se combate la corrupción inmobiliaria

Por Imanol Caneyada

La actriz Carmen Salinas declara a los cuatro vientos que el culpable de los sismos en México es el gobierno de Corea del Norte y sus pruebas nucleares.

En las redes sociales se vaticinan futuros terremotos que incluyen a Sonora, o se explican los temblores a partir de la idea de que la tierra está protestando por la forma en que la maltratamos.

El pánico derivado de la tragedia vivida en estos días en el país ha sido caldo de cultivo para la rumorología, esa ciencia sin ciencia que, sin embargo, siempre encuentra entusiastas propagadores.

El investigador del Centro Regional de Geología de la UNAM, con sede en Hermosillo, Sonora, José Luis Rodríguez Castañeda, sale al paso de todos estos rumores sin fundamento en esta entrevista y explica desde una visión verdaderamente científica el fenómeno de los terremotos en nuestro país.

De entrada, el doctor en geología es tajante al afirmar que hoy por hoy, con los adelantos tecnológicos al alcance de los expertos, es imposible predecir un sismo. No hay manera, y quienes están aprovechándose del pánico para hacerlo, mienten.

En cuanto a esta idea cada vez más extendida de que las actividades del ser humano, léase ensayos nucleares, prácticas de fraking, contaminación ambiental, etcétera, son la causa de los sucesivos temblores que hemos vivido, el entrevistado considera que si bien no debe descartarse un mínimo impacto que podría contribuir a ello, la actividad tectónica en México obedece a una serie de condiciones geológicas ancestrales que explican los movimientos telúricos constantes, la mayoría imperceptibles para el ser humano.

La Tierra, nos recuerda el científico, es un organismo vivo que está en permanente evolución. Cuenta con 4,500 millones de años y desde ese único continente llamado Pangea hasta la actual configuración de los continentes, no ha dejado de estar cambiando, en movimiento, y sigue haciéndolo.

También nos recuerda el entrevistado que la costa del Pacífico mexicano forma parte de lo que se conoce como Cinturón de Fuego, que se caracteriza por concentrar algunas de las zonas de subducción más importantes del mundo, lo que ocasiona una intensa actividad sísmica y volcánica en el área que abarca, de Alaska a Chile, completando el círculo en el archipiélago japonés y las costas de China.

En el caso concreto del suroeste de México, explica el doctor Rodríguez Castañeda en un lenguaje divulgativo, una región especialmente sensible a los sismos por su actividad tectónica, la placa oceánica llamada de Cocos interactúa constantemente con la placa continental americana.

Este límite convergente entre las dos placas está sometido a una enorme presión y la fuerza que se genera es equivalente a la de muchas bombas atómicas, asienta el entrevistado; pero estas placas no son lisas, presentan irregularidades en la superficie, de tal suerte que cuando una de ellas encuentra una resistencia debido a la superficie rugosa, accidentada, de la otra, hay una mayor concentración de fuerza hasta que logra superar el obstáculo; es en ese momento que se producen los sismos de mayor intensidad como los experimentados recientemente.

En el caso de Sonora, continúa el doctor José Luis Rodríguez, la placa oceánica del Pacífico y la placa de Norteamérica se encuentran a la mitad del Golfo de California en un límite divergente, es decir, están en continua separación.

Esta actividad telúrica provoca una serie de micro sismos permanentes, constantes, que son imperceptibles para el ser humano por su baja intensidad; a veces notamos un ligero temblor, dice el investigador, y pensamos que es porque pasó un tráiler, pero no es así.

Cuando le preguntamos que si esta condición de límite divergente entre ambas placas nos salva de sufrir sismos tan fuertes como los del suroeste del país, el doctor José Luis Rodríguez aclara de inmediato que no es así, ahí están los ejemplos del terremoto en Mexicali en 2010 o el de Bavispe en 1887.

Sería irresponsable pensar eso, los movimientos telúricos son impredecibles y estamos en una zona de actividad sísmica permanente.

La corrupción, otra vez, cobra vidas

Vivimos en una zona especialmente sensible a los sismos y es un hecho que no puede predecirse uno con suficiente tiempo, pero sí pueden salvarse muchas vidas si hacemos aquello que está en nuestras manos de forma correcta.

Para el investigador del Instituto Regional de Geología de la UNAM, si bien hubo un cierto aprendizaje entre el sismo del 85 y el actual, no ha sido suficiente.

El desorden inmobiliario, los muy cuestionados reglamentos de construcción, la falta de estudios de impacto, los cada vez menos recursos destinados al monitoreo de los movimientos telúricos, es decir, la corrupción, ha causado muchas muertes.

Algunos de los edificios que se derrumbaron en el actual terremoto, nos recuerda el entrevistado, ya estaban dañados en sus estructuras por el temblor del 85.

Edificios que tenían menos de un año de construidos terminaron total o parcialmente destruidos, continúa el doctor José Luis Rodríguez, mientras que torres de cuarenta o cincuenta pisos con más años de existencia permanecieron intactas.

Todo ello, resume es consecuencia de la corrupción inmobiliaria, de la falta de supervisión y de la ausencia de reglamentos de construcción estrictos.

En el caso de Sonora, que se encuentra en una zona sísmica, no hay que olvidarlo, si bien el investigador acepta que no conoce cómo está la regulación inmobiliaria, sí se aventura a decir que muchos de los edificios del centro de Hermosillo, por ejemplo, por sus condiciones, no resistirían un sismo de gran magnitud.

Lo sucedido en el noroeste de México es una buena oportunidad para que los gobiernos en Sonora revisen y tomen medidas preventivas que salvarían vidas humanas en caso de que llegue un temblor, puntualiza el experto.

El otro aspecto que subraya Rodríguez Castañeda es el de la falta de recursos para el monitoreo y la investigación geológica.

Si nos comparamos con países como Japón y Estados Unidos, igualmente bajo constante amenaza sísmica, estamos lejos en cuanto a tecnología y recursos disponibles para la investigación de estos y otros fenómenos, puntualiza el investigador.

Un ejemplo: la Red Sismológica de Bavispe, actualmente cerrada por falta de presupuesto.