Vórtice

Cruel persecución de católicos en China

Quitaron cruces de los campanarios, confiscaron textos y objetos religiosos. Ahora los lugares de culto están obligados a exhibir la bandera nacional China y una foto del dictador en turno, Xi Jinping, en lugar de las imágenes de Cristo

Por Dr. Jorge Ballesteros

El Cardenal Zen pide a católicos fieles de China que vuelvan a las catacumbas

“Cada cinco minutos se asesina a un cristiano por razón de su fe. 105,000 cristianos en el mundo son condenados al

Presidente chino, Xi Jinping.

martirio”. Esta frase es de Massimo Introvigne, representante de la Organización  para la Lucha contra la Discriminación y la Persecución a los Cristianos.

La religión cristiana sigue siendo la más perseguida en el mundo. En algunas zonas del planeta no paran de aumentar los mártires. El comunismo, en primer lugar, y el Islam son los mayores enemigos de la fe cristiana.

El comunismo chino ha sufrido algunas transformaciones importantes en materia económica. La inviabilidad del sistema colectivista marxista, permitió la entrada de capitales extranjeros y una lenta liberalización de la economía. Pero los principios permanecen intactos, y si China ha avanzado en libertades económicas, permanece anclada en la falta de libertades políticas y eclesiales.

El régimen promueve la religión oficial, que es el culto al dictador en turno, a la que los ciudadanos deben de someterse, curiosamente lo mismo que denunciaba el marxismo: “La religión es el opio del pueblo”.

Un nuevo informe del gobierno de EE.UU. Dice que el abuso de los derechos humanos en China ha empeorado en el último año y destacó específicamente la creciente persecución de los católicos chinos a raíz del acuerdo entre el Vaticano y China de 2018.

Dicho informe afirma que “después de que el Ministerio de Relaciones Exteriores de China firmó un acuerdo con la Santa Sede en septiembre de 2018 allanando el camino para unificar las comunidades católicas autorizadas y clandestinas, las autoridades locales chinas sometieron a los creyentes católicos chinos a una creciente persecución por la demolición de iglesias, quitando cruces y continuando deteniendo al clero clandestino”, informa la Agencia Católica de Noticias.

Los 12 millones de católicos chinos se debaten entre una Iglesia ‘patriótica’ supeditada al régimen comunista y una Iglesia ‘clandestina’ fiel a Roma.

Durante décadas, la Iglesia en China se dividió entre la Asociación Católica Patriótica China, una Iglesia estatal bajo el control del Partido Comunista Chino, y la Iglesia clandestina que estaba en plena comunión con la Santa Sede y que vive prácticamente en las catacumbas.

El acuerdo de 2018, cuyos detalles no se han publicado, tenía la intención de unificar las dos comunidades eclesiásticas, aunque múltiples informes de China han indicado que los sacerdotes y laicos que se niegan a adorar en las iglesias administradas por el Gobierno se enfrentan a una mayor persecución.

El plan de cinco años del Partido Comunista Chino está en marcha para establecer el control estatal sobre la religión. “Los estudiosos y los grupos de derechos internacionales han descrito que la persecución religiosa en China durante el último año tuvo una intensidad que no se había visto desde la Revolución Cultural”, dice el informe.

El estudio concluye que China está aumentando los controles más estrictos sobre grupos y eventos religiosos en 2020. Las nuevas restricciones que se aplicaron incluyen los mandatos de que los grupos religiosos “se adhieran a las directivas sobre religiones en China, que implementen los valores del socialismo” y promuevan los “principios y políticas del Partido Comunista Chino”.

Se intensifica la persecución contra la Iglesia clandestina. Este año la represión es tremenda. Y eso pese a que el Vaticano negocia con Pekín un acercamiento histórico.

Quitaron cruces de los campanarios, confiscaron textos y objetos religiosos y cerraron centros de preescolar. Ahora los lugares de culto están obligados a exhibir la bandera nacional China y una foto del dictador en turno, Xi Jinping, en lugar de las imágenes de Cristo, y a eliminar los signos religiosos visibles desde los espacios públicos.

Los menores de edad tienen prohibido entrar en los edificios religiosos. En la aldea de Zhifang, cerca de Puyang, por ejemplo, el centro de preescolar que se encontraba en el patio de la Iglesia está cerrado. “Quieren impedir que la Iglesia se ocupe de la educación”, comenta un responsable del pueblo bajo anonimato.

Tanto las comunidades de las iglesias “patrióticas”, dependientes del régimen comunista, como las subterráneas, fieles a Roma, fueron atacadas. Una iglesia católica y una tumba de un obispo fueron demolidas; los sacerdotes de la Iglesia subterránea fueron expulsados de sus parroquias; las instalaciones de la iglesia fueron confiscadas; y las autoridades colocaron todos los domingos a funcionarios en las iglesias para evitar el ingreso de menores.

Esto no es reciente. Es sistemática, esta persecución en marcha en contra de la Iglesia en China ha venido sucediendo por décadas. Hemos visto un incremento desde que la administración de Xi Jinping llegó al poder 3 años atrás.

Esta persecución es terrible, los Sacerdotes están siendo enviados a prisión, a instituciones mentales, golpeados y torturados y las cruces han venido siendo removidas por la fuerza, ya son más de 1,800 cruces desde el 2014.

El espíritu de Mao es aún uno de los grandes pilares en los que se basa el régimen. El propio presidente chino, Xi Jinping, uno de los jóvenes educados que se crio en el exilio interior, parece haber adoptado algunas prácticas heredadas del Gran dictador: una campaña contra la corrupción que le ha servido para librarse de posibles rivales, un férreo control de la sociedad civil.

La Revolución Cultural (1966-1976) es aún una herida sin cerrar. Declarada oficialmente una “catástrofe”, el Partido Comunista, instigador de aquel horror, no tiene el más mínimo interés en pasar revista a una época y poner en entredicho su legitimidad para seguir gobernando.

Se cumple ya medio siglo desde que Mao Zedong iniciase la que se conoció como la Revolución cultural que supuso un periodo de terror aún mayor en la ya de por sí cruel dictadura china. Obispos, sacerdotes, monjas y simples laicos fueron víctimas de auténticas barbaridades

Durante una década, se llevó a cabo una cruenta persecución con todo aquel que no fuese un buen comunista. Miles de cristianos fueron encarcelados y asesinados de manera atroz en la China de los años 60. Medio siglo después pocos hablan de estas masacres.

Un artículo de Sergio Ticozzi en la agencia católica especializada en Asia: narra que en los años de la Revolución Cultural fueron juzgados oficialmente por las autoridades chinas como los “diez años de catástrofe”. Para las religiones y para la Iglesia Católica fueron los años de la persecución más violenta y la supresión sistemática de su presencia.

Los cristianos, en particular, eran considerados “enemigos del pueblo” y los católicos eran considerados  sospechosos de actividades contrarrevolucionarias.  Las iglesias fueron  despojadas de todo y dañadas. Se utilizaron como almacenes, fábricas o casas, si no son demolidas. Las imágenes, vestimentas, artículos religiosos y libros se quemaron.

Los creyentes comunes fueron conducidos fuera de su casa, exhibidos por las calles con altos sombreros cilíndricos en la cabeza en los que están escritos sus ‘crímenes’.

Muchos sufrieron una muerte miserable. Obispos, sacerdotes y monjas, son detenidos, insultados y condenados a campos de trabajo forzado o prisión.

Los envían a vivir en locales miserables o en cabañas, mientras que los perseguidores roban todo lo que quieren y destruyen y queman los ornamentos.

Para los católicos que ya estaban en prisión o campos de trabajos forzados en los años 50, el período de la Revolución Cultural se convirtió en una pesadilla terrible, porque se les sometió a interrogatorios, ataques en los procesos públicos, insultos, golpes y violencia. Algunos sobrevivientes han publicado sus memorias, como Mons. Dominic Deng Yiming, el P. Francis Tan Tiande, P. John Huang Yongmu, P. Li Chang, Margaret Chu, José I, John Liao y Teresa Mo, etc.

Muchas más tragedias y sacrificios sufrieron los católicos chinos durante la Revolución Cultural que aún permanecen ocultos en el corazón de las víctimas y perseguidores.

China se ha abierto, sí, desde la década de 1980, pero aún hoy todo está bajo el control del Partido Comunista Chino. La Iglesia oficial en China está controlada por la llamada asociación patriótica y la conferencia de obispos, y ambas son controladas por el partido comunista.