Dardos

Dardos | La pobreza sin cubreboca

Por Gabriel Rigo Gutiérrez E.

La caridad es una de las actitudes de la raza humana que más nobleza muestra. Incluso es considerada una virtud. En medio de los miles de contagios virales de Covid que tenemos en México, resulta imposible no voltear a ver las comunidades más vulnerables del país donde, no de ahora sino desde hace años, la epidemia que más azota es el hambre.

Imagine la situación: de por sí, las familias no contaban con suficiente ingresos, tras dos meses de “cuarentena”, el golpe en sus bolsillos es brutal.

De acuerdo al reporte de “Medición de la Pobreza” de Coneval, en 2018 en México 25.5 millones de personas (20.4%) no contaban con “acceso a la alimentación” –en 2008 eran 24.3 millones de mexicanos–. Para el caso de Sonora 659 mil personas (21.5%) registraba el indicador de carencia de alimentos –en 2008 eran 561 mil sonorenses.

La realidad es que con el fantasma de la recesión avanza sobre México y con la crisis de salud profundizada por el coronavirus, este sector sería muy afectado.

Pero hoy más que nunca la caridad se ha visto en la comunidad sonorense… Felicito a las agrupaciones e iniciativas personales para llevar un poco de ayuda. Pero cuidado, no confundir, nos referimos a la caridad de corazón, alejada de reflectores.

Y es que algunos están sacando “raja” del momento. Ahí tienen el caso de la diputada Alejandra López que hasta logotipo le pone a sus paquetes, o el diputado morenista Miguel Ángel Chaira que posa para la foto entregando, o la también morenista Griselda Soto luciendo junto a cerros de despensas. Está claro que algunos aprovechan para llevar agua a su molino. Tal vez nublados por sus aspiraciones, olvidan que la mamá, el abuelo, los niños que reciben esa despensa realmente están pasando por una tragedia y la sonrisa que les brindan en reciprocidad no es porque los políticos sean sus “salvadores” sino que es el sincero rostro de la gratitud (ojalá algún día puedan comprenderlo).

Insisto, la marginación es otra pandemia lacerante que no acapara los titulares de los periódicos, ni tiene cobertura mediática diaria desde Palacio Nacional, entre trajes caros y corbatas finas. Es la pobreza otra de las grandes deudas heredadas gobierno tras gobierno y la cual ni una vacuna de Bill Gates puede curar.

Pero ahí, en medio de esa pobreza, las sonrisas prenden con un poco de amor. No sé requiere más. Solo un hola, quizá un poco de alimento… La sonrisa sincera estará pintada en esos rostros sin cubrebocas donde también hay felicidad. Decía Teresa de Calcuta que “el hambre de amor es mucho más difícil de eliminar que el hambre de pan”.