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Dreamers, pasto para racistas en EE.UU. y demagogos en México

No se entiende que en México, en vez de estar elaborando un proyecto para acogerlos lo menos dramáticamente a su llegada, les ofrezcan sólo saliva

Por Feliciano J. Espriella

Los niños y jóvenes mexicanos afiliados al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés), implementado hace cinco años por el gobierno del expresidente Barack Obama, están en una verdadera encrucijada.

Mientras los racistas norteamericanos que suman muchos millones los repudian, sus compatriotas mexicanos que deberían estar buscando alternativas para recibirlos, capitalizan su desventura para llevar agua a su molino.

El presidente Donald Trump quiere recuperar bonos y mejorar su precaria popularidad con los temas que lo llevaron a la Casa Blanca, eso todo mundo lo tiene claro y se entiende. Pero lo que no se entiende, es que en México, país de origen de la gran mayoría de los llamados “dreamers” o soñadores, es que en vez de estar elaborando un proyecto para acogerlos lo menos dramáticamente a su llegada, les ofrezcan sólo saliva.

Por ningún lado se ven en México intentos serios de estructurar planes concretos y viables para amortiguar el impacto dramático que representará para aproximadamente a 600 mil connacionales su probable deportación de Estados Unidos, a pesar de que dada la precariedad y vulnerabilidad de nuestra economía, será también un fuerte problema para nuestro país.

Ofrecimientos demagógicos

Gobierno, iniciativa privada e instituciones de educación sólo han visto ante el drama de estos jóvenes, la oportunidad de sacar tajada mediática. No me parecen otra cosa los absurdos ofrecimientos que les han hecho algunos personajes personajitos para cuando lleguen a México. Veamos algunos de ellos.

Hará un par de semanas, el dirigente de uno de los organismos cúpula nacionales, creo que Canacintra, declaró que su sector está en disposición de ofrecer empleos a los dreamers en caso de ser deportados. Hágame el refrabón cabor, en un país como el nuestro, en el que cada año miles o cientos de miles de egresados de las universidades pasan meses y hasta años para conseguir chambitas mal pagadas, esto es solamente atole con el dedo.

Y suponiendo que verdaderamente existieran posibilidades y disposición de emplearlos ¿Qué clase de empleos les ofrecerán y cuánto estarán dispuestos a pagarles? ¿No sabrán que la mayoría de ellos ya trabajan para pagar sus estudios y que por jornadas de unas 25 horas semanales ganan cantidades superiores a 20 mil pesos? Si los comparamos con los misérrimos salarios a los egresados ya titulados en México, que en la inmensa mayoría de los casos son inferiores a 10 mil pesos mensuales, difícilmente podrán ser de interés para los repatriados, en virtud de que sus ingresos no son sólo para cubrir el costo de sus estudios. Una buena parte van al ingreso familiar.

Similares me parecen los ofrecimientos del sector educativo. En varias ocasiones diversos funcionarios de gobierno o de universidades han manifestado estar listos para que los jóvenes que vengan de Estados Unidos continúen sus estudios.

¿De veras? ¿Cómo le van a hacer? Desde hace varias décadas todas las universidades públicas del país viven en un estado de perpetua saturación. Lo mismo sucede con secundarias y preparatorias. En el caso de las universidades, cada año son rechazados entre el 80 y 90 por ciento de los aspirantes, muchos de ellos estudiantes de excelencia, que son desplazados por sistemas de “pase automático” o recomendados. Si no podemos ofrecer educación a los jóvenes que ya viven en México, ¿de dónde van a sacar espacios para ofrecer a los recién llegados? Además sería sumamente injusto.

De las absurdas declaraciones y ofrecimientos de altos funcionarios de la administración pública, mejor ni hablar, pues son como la mayoría de sus promesas: “atole con el dedo”.

En lo personal espero y hago votos porque el Congreso estadounidense encuentre alguna solución que permita a los niños y jóvenes del programa DACA terminar sus estudios. Aquí en México, en medio del proceso electoral, dudo que alguien del gobierno federal, iniciativa privada o del legislativo, haga algo verdaderamente serio para afrontar el problema si finalmente Donald Trump se sale con la suya.

Además estaría el problema de adaptación. Los Dreamers, aunque no nacieron en Estados Unidos, mental y anímicamente son estadounidenses. Probablemente la mayoría hablan un español muy deficiente, ya que vivieron en Inglés sus primeros años de vida. No podrán asimilarse fácilmente a nuestro modus vivendi.

Es un gravísimo problema en ciernes, para el cuál, como en la gran mayoría de situaciones de emergencia para el país, no tenemos ni tendremos un Plan B. Improvisaremos como siempre.

Por hoy fue todo. Gracias por su tolerancia y hasta la próxima.