Destacada

El sueño de volar

Creo que el momento estelar de la historia de la aviación mexicana es la actuación del valeroso escuadrón 201 durante la segunda Guerra Mundial

Por Franco Becerra B. y G.

Uno de los sueños más remotos del ser humano es el volar.

Es maravilloso soñar que con tan solo desplegar los brazos al viento nos elevaremos y desde las alturas gozar del mundo como quien asiste a una premiere en Cinemascope.

Sin embargo, los ingenuos intentos por imitar a las aves provocaron terribles accidentes en los albores de la aviación, pagando por su novatez cientos de pilotos que o murieron o se quebraron todito el sistema óseo, como le sucediera en las cañadas chiapanecas a don Pacífico Muñoz “Don Chico”.

“Don Chico que Vuela”, narración que brota de la imaginación de Eraclio Zepeda, cuento que en verdad le sugiero escuchar.

Los mexicanos estamos presentes en la historia de la aviación y ahí está para confirmarlo la aportación de don Joaquín de la Cantolla y Rico, romántico personaje que en su globo aerostático Vulcano surcaba los cielos de la ciudad de México durante las fiestas patrias, vestido de charro o de levita y sombrero de copa —según la ocasión— ahh pero eso sí, enarbolando siempre con solemnidad republicana la bandera nacional ante el azoro de miles de capitalinos.

Todo marchaba bien con el espectáculo aéreo de don Joaquín de la Cantolla, hasta que un fuerte aire cruzado desvió su vuelo hasta los polvorientos campos de Chalco, en ese momento en posesión de las fuerzas zapatistas quiénes lo recibieron con fuego graneado ante lo que imaginaron una amenaza del enemigo.

Don Joaquín controló el globo herido como Dios le dio a entender, pero el aterrizaje fue tan brutal que el aeronauta sufrió un severo derrame cerebral que días después lo llevó la tumba.

Se ignora hasta el momento, si su muerte la provocó el susto por la balacera zapatista o por el porrazo contra el suelo.

O, por los dos, vaya usted a saber.

La aviación avanzaba y en una mañana soleada de noviembre de 1911 en la capital de la república, don Francisco I. Madero asistió con su familia a la exhibición aérea de una empresa francesa, cuyo piloto invitó al mandatario a subir al frágil aparato para sobrevolar los campos de Balbuena.

El coahuilense accedió de buena gana y se montó ágilmente en el asiento delantero, para después de 12 minutos de vuelo convertirse en el primer presidente del mundo en volar en un aeroplano.

¡También en Parras de la Fuente hace aire, cómo no! ¡Bien por don Panchito!

Creo que el momento estelar de la historia de la aviación mexicana es la actuación del valeroso escuadrón 201 durante la segunda Guerra Mundial.

Una intrépida fuerza expedicionaria que resultó una pesadilla para los japoneses en las islas Filipinas, pues se calcula que los pilotos del escuadrón 201 pusieron fuera de combate a 30 mil soldados del país del sol naciente.

Creo que estamos ante el momento más destacado de la aviación mexicana, y lo afirmo porque en 1945 el Escuadrón 201 hizo gala de disciplina y orden al cumplir con un objetivo preciso: atacar al enemigo y vencerlo, teniendo todo en contra en aquellos mares ajenos.

“Volar en formación”, como lo hicieron los aguiluchos mexicanos nos recuerda que cuando se trabaja en equipo y el objetivo es claro, hasta los retos más complicados se vencen.

La próxima semana abordaré el tema de los legendarios pilotos de la sierra sonorense, uno de ellos mi amigo, el ingeniero Jaime “Juventino” Madrid Valencia que practica con maestría lo que el escritor de las barrancas Gerardo Cornejo Murrieta llamó “El Oficio de Alas”.